Pensadores, analistas, profesores se han reunido para dilucidar qué pasa en Europa. No estará demás hacer lo mismo aquí, para mirar a la vieja España
Desde los antiguos griegos, por aquí se ha inventado casi todo, fuera aparte la línea de montaje en serie de Mr. Ford. Pero llevamos casi una década ya empantanados en Bruselas, esa capital gris y pacata, donde toda burocracia tiene su asiento y también los lobbys de todo tipo, incluidos los nacionalistas. Ha habido crueldad sin límites. Guerras de religión fratricidas, civiles, mundiales (dos, una detrás de la otra), guillotinas, inquisición, comunismo, nazismo, socialdemocracia, mafias, corrupción. También la mayor cultura de todos los tiempos, sin tener a menos a los chinos milenarios. Ha expandido su pensamiento a otros continentes, que lo han heredado no sin sangre, sudor y lágrimas. Hemos parido casi todo lo que se conoce como real politik. Hasta esta confederación llamada Unión Europea (UE), que desdibuja a los Estados nacionales y ha engendrado nacionalismos localistas varios y la nostalgia de los extremos populistas, tanto a la derecha como a la izquierda del espectro. La cultura puede salvarnos, dicen algunos de estos capitostes, habrá que recordar que la mayor sangre derramada la iniciaron en ambas ocasiones la nación más culta de la vieja Europa.
Una reseña publicada en un diario de referencia nacional sobre una reunión de intelectuales, Foro Re-Creando Europa, dice que se han reunido en Ámsterdam para intentar dilucidar en qué momento se ‘jodió Europa’, como diría Vargas Llosa. Estos titanes del pensar se han concentrao allí durante tres días con sus noches, que ya son horas. Curiosamente no invitaron o no asistieron los conocedores de las profundidades de la fontanería del palacio gubernamental de Bruselas, el edificio Berlaymont, asiento de las decisiones fallidas o no de este gran conglomerado de países que alberga la UE. Tampoco hacían falta, llevan bregando con la crisis sin salir de ella desde 2008, cuando se cumpla una década, en 2018, convocarán unas olimpiadas en Berlín con el lema, ‘To Work in Bruselas is nice’.
Europa está en estado de sitio. Amenazas terrorista del yihadismo local. Invasión de refugiados sin planes ciertos de acogida. UK amenazante con el Brexit La crisis financiera que no cesa, el dolor de cabeza griego. Los turcos genocidas, la costa sur del Mediterráneo plagada del extremismo musulmán, la frontera Este con Palestina, Siria, Irak en explosión permanente. Los rusos disgustados, que pasan por Ucrania el gas y el petróleo que calienta a media Europa. La gran Francia con un pueblo que vuelve a buscar el mar debajo de los adoquines. El populismo redentor, que salvará a esta vieja señora doliente, ganando escaños en Hungría, España, Francia, Polonia, por nombrar solo a algunos países. La moneda que no se aclara. Europa sobrevive al invento a duras penas. Mientras tanto, desde Bruselas se mira al cielo gris de ese país entre Francia y Alemania, que ellos no respetan. La UE está instalada una vocación de catalepsia, de acomodar el culo en el curul europeísta bien pagado. Miran la sombra de la esvástica, del integrismo islámico, del dolor de los refugiados como si fuera un problema ajeno a Europa. Aquí lo que hay es una ‘dictadura silenciosa’ de la UE, han señalado en ese foro.
Pareciera que el fascismo se levanta y grita de nuevo. Se ha enterrado el ‘prohibido prohibir’ del París/Mayo/68. La historia sí que se repite, con otros parámetros, con otros flecos, incluso más perversos. Tal vez el error haya sido no explicarla bien. Habría sido prudente recurrir a la ecuación simple de que los malos existieron, que tuvieron el poder y no se han ido. Que puede que haya un fascista, que todos llevan por dentro, en estos nuevos europeos y que haya que exorcizarlo para siempre. Rem Koolhaas, que dirigió una de las mesas del citado foro, dijo: “Europa es víctima de una incapacidad absoluta de comunicación entre sus culturas”. Pensaba, seguramente, que la UE es sólo una unidad continental y economicista, pero que, aunque pueda parecerlo, su cultura regional, empezando por los idiomas, es bien diversa. Ni siquiera hay un cine que pueda llamarse en propiedad europeo. Larry Siedentop, reconocido historiador británico, respondió a Koolhaas: “(…) que en la comunicación entre culturas hay una cosa que es trascendental: la noción de voluntad, y eso no se da hoy”. Recordaban a Robert Schumann, cofundador de la UE, que dijo en aquel momento: “La unidad europea no se hará de golpe, y solo será posible a partir de la solidaridad entre todos, y eso no será fácil”. Al parecer y por lo que se dijo en Ámsterdam, falta aún mucha voluntad política para llegar a cubrir ese ideal.
Aunque de los brotes nacionalistas, como el catalán, se habló poco y el debate se centró sobremanera en la solidaridad, la amenaza integrista musulmana o la violencia localizada en Ucrania, Hungría o Macedonia, no quitó que se considerara que el nacionalismo avanza por el continente y es ‘jugar con fuego’, puede significar estar creando movimientos enemigos de Europa y enfrentamientos más graves aún. Hacer estos foros no es perder el tiempo, pero que sus conclusiones y recomendaciones lleguen a ser tomadas en cuenta en Bruselas, eso ya es una intención y un deseo que raya en la utopía. Pero sentarse a reflexionar no es perder el tiempo, por este patio español no estaría de más hacer lo mismo un día de estos.