España despoblada

18 Dic
Las cigüeñas parecen esquivas en esta España donde la muerte le gana a la vida

 

España está de capa caída. Nacen pocos, mueren muchos. Los cementerios están a rebosar. Las cunas no se venden. Los funerales suben de precio

Carlos Pérez Ariza

Procrear se ha puesto difícil. El titular daba cuenta del dato que la estadística esparce sobre el mapa español. ‘La cifra más baja de nacimientos y la más alta de muertes desde 1941’. Alarmante, si subrayamos que en aquel año, España estaba a solo dos de haber cerrado los frentes de combate, y que la Europa eterna se mataba a conciencia. La ciencia de la aproximación matemática, califica esto de ‘declive demográfico’. Y esto a pesar –otro dato estadístico– de que España tiene una esperanza de vida de entre 80/83 años, de las más longevas del planeta. Todas las cifras las ha ordenado, en una secuencia anual desde 1941 a hoy, el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sus datos dan escalofríos de muerte. La diferencia entre nacidos y fallecidos corre a cuenta de estos últimos, que ganan la carrera. No obstante este panorama de esquela mortuoria, los especialistas afirman que España no perderá habitantes en este fin de 2018. La explicación la da el volumen de inmigración que llega casi a nado. Suavizará el crecimiento vegetativo negativo. La estadística demográfica siempre tiene dos caras, como las monedas de cambio.

La clase política –muchos mandan, pocos gobiernan–, clama alarmada ante esta numerología de los datos estadísticos. Atribuyen el asunto a la precariedad laboral, a la conciliación del trabajo con la vida familiar. Sobrevivir ya es difícil, con hijos se torna aún más complicado. Los niños ya no vienen con el pan bajo el brazo. Pese a la atención sanitaria universal y el sistema educativo, casi gratis, mantenerlos cuesta dinero. La oferta laboral es precaria, llena de horas por un salario del miedo a quedar de nuevo en la cola del paro. Así las cosas, las jóvenes parejas se abstienen de concebir hijos, muchos de ellos también de votar (véase el mapa de la abstención en Andalucía). Ningún acontecimiento social está aislado, todo está conectado. La sociedad, incluso la que llaman ‘global’, es un cuerpo indiviso. Cuando se detecta un síntoma puntual, las repercusiones se pueden explorar en otras áreas, sobre todo en la economía de un país y, desde luego, en la familiar. Es aquello del aleteo de una mariposa.

Los estadísticos son matemáticos aficionados a los decimales, se alegran con las comas, se entusiasman con las fracciones, se felicitan al partir los enteros para sacarles más provecho. En el caso que ocupa estas letras, ellos han establecido que 2,1 bebés/mujer es la mínima para garantizar el reemplazo generacional. España, ahora, está en 1,3, que aseguran es un envejecimiento progresivo de la población. Así que viejos jubilados, incluso prematuramente, en la antesala de la estadística de la desaparición física, y jóvenes sin grandes posibilidades de procrear, dan un horizonte de una España despoblada. Grandes zonas, como Málaga, de proverbial alta fecundidad, también se ha retrotraído a engrosar estas cifras.

Desde la crisis financiera que empezó en 2008, y sigue tan campante por estas tierras de Europa, el número de nacimientos españoles se ha reducido de manera drástica. Según afirma el CSIC, esto tuvo especial incidencia en los trabajadores temporales y en los parados. Es evidente que la seguridad laboral a largo plazo es determinante para decidir tener hijos. El alto índice de fallecimientos, en contraposición, es un final irremediable. La población de la tercera edad en España, unos nueve millones, ha crecido y ampliado su horizonte vital. Su reemplazo no crece al mismo ritmo y eso no es un problema ideológico, pero sí político y de simple aritmética poblacional.

Tenemos poco más de 46 millones de habitantes por aquí. Uno de cada cinco niños nacidos durante el primer semestre de 2018, fue de madre extranjera. La caída de la natalidad en madres españolas dan las cifras señaladas arriba. Casados o no –tres de cada cuatro bodas son civiles– la decisión de tener un hijo pasa por las nóminas de las parejas. Sin caer en visiones apocalípticas, esta bomba demográfica está activada. Es indispensable garantizarles a los futuros padres un horizonte laboral seguro a largo plazo, si se quiere propiciar el nacimiento de niños Los fallecimientos no son el problema, sino los relevos que no llegan. Pasar a ‘otro plano’, como dicen ahora los políticamente correctos, es indefectible.

El trabajo precario, mal pagado y el paro, aún reinante, son el freno a la natalidad. También el elevado coste de una vivienda digna. Urgen decisiones políticas en torno a una mayor red de guarderías públicas. Más ayudas y horarios flexibles para garantizar una efectiva conciliación familiar con la laboral. La mala economía de España tiene estas consecuencias directas. Tal vez la decisión del gobierno chino sea un ejemplo a estudiar. Tras décadas con la prohibición de tener más de un hijo, han levantado esa ley. Un país en plena expansión económica sostenida necesita mano de obra. Calculan que para 2030 puedan tener unos 300 millones más de nacimientos. La muerte no da tregua; la vida, para nacer, no puede esperar tanto.

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Una respuesta a «España despoblada»

  1. A mediano plazo, quizás incluso corto, ese declive demográfico será una ventaja. La robotización pronto hará innecesaria la «mano de obra». Los grandes contingentes humanos serán una carga, no una ventaja.

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