En pleno calorón estival algún matemático en vacaciones recuerda a Enrico Fermi, que se puso a pensar en otras civilizaciones posibles repartidas por las galaxias
La conocida paradoja de Fermi consiste en una contradicción. Si, como muchos creen en el Universo observable, cada vez más, puede haber otras civilizaciones avanzadas, ¿por qué no ha aparecido ninguna por la Tierra? Los rastreos aún no han comprobado que existan. Ahí está la paradoja, que Fermi estableció cuando se dedicaba a desarrollar el Proyecto Manhattan, es decir la primera bomba atómica. Frank Drake, un astrónomo, elaboró una ecuación que probaba en una pizarra matemática que tiene que haber vida inteligente allende las estrellas del inmenso cielo. Carl Sagan, un propagandista de las ciencias, creía con firmeza en lo mismo. Podría parecer casi una certeza de que las haya. Que los ET anden por ahí en un estado tecnológico parecido al nuestro o más avanzado. La ciencia-ficción ha dado para decenas de guiones cinematográficos. El periodismo no da para tanto. Pero como es verano uno se hace preguntas más simples. ¿Para que querrían venir esos hermanos de las estrellas a este mundo nuestro? Tal vez a ayudarnos, porque a hacerse cargo de los problemas de la Tierra sería un engorro fatal que podría acabar con ellos.
Los seguidores de Fermi no creen en eso. Científicos puros se preguntan dónde están las evidencias. Hasta ahora no hay ninguna. Más allá de los avistamientos, probados o no, de los llamados OVNIS. Que estamos solos por esta galaxia hasta que se pruebe lo contrario es lo que hay. Y con respecto a la ecuación de Drake dicen que no ha podido probar cuántas y dónde están esas civilizaciones alternas. Aunque los más recientes hallazgos de exoplanetas dicen que podrían ser cientos, miles. Otra cosa es que esos vecinos galácticos hayan desarrollado formas de vida similar a la nuestra. Muchos esperan que no. Que hayan cogido otro camino diferente y no se hayan venido matando como nos ha ocurrido a nosotros.
Estos físicos, astrónomos y matemáticos, que todo lo intentan probar con números complejos, denominan a esa posibilidad la ‘hipótesis de la Tierra especial’. Que, bueno sí, que puede haber muchos planetas similares al nuestro, pero las variables que intervienen para que se desarrolle la ‘vida inteligente’, al estilo terrestre, es probable que no se haya dado en ninguno de los observados como posibles. Y se revuelven sobre sus suposiciones. Y se pasean por la posibilidad de que los procesos vitales hayan sido diferentes y no análogos a los nuestros. Lo cierto es que hasta ahora todo es contradicción porque los ET sólo los hemos visto gracias a Steven Spielberg.
Tomando en cuenta las distancias galácticas, que nos visitaran los vecinos más cercanos significaría que han resuelto lo de viajar a la velocidad de la luz y la energía para desplazarse. O que ya hayan venido y, visto lo visto en la convulsa Tierra, hayan dado la vuelta en un regreso sin retorno. Pero la imaginación es persistente. Todo lo que se puede imaginar podría convertirse en realidad. Julio Verne sabía de eso un montón. Pensar que en Marte hay agua, minerales e incluso que allí habitó alguien antes que nosotros aquí, hace invertir tiempo, dinero e inteligencia en llegar a ver aquello y comprobar qué se puede sacar de provecho para esta humanidad doliente. Ante esos intentos hay quien proclama que las ciencias deberían dedicar toda su sabiduría en poner orden y paz en la Tierra, antes de aventurarse por los espacios interestelares.
La observación científica, ese mirar al cielo con buen ojo, lleva casi un siglo oteando las ondas de radio. Hay proyectos de búsqueda de planetas más allá de la Vía Láctea. Ozma, Search for Extraterrestrial Intelligence, SETI. Hasta este caluroso verano del 17, no hay pruebas concluyentes. Escuchar la estática durante casi cien años requiere paciencia y sueldos. Ningún alienígena ha emitido nada. Las emisoras espaciales, si las hay, no emiten o las han cerrado gobiernos totalitarios con censura previa. La apreciación más razonada de los que dan su tiempo a tales escuchas es que si hubiese tantas civilizaciones extraterrestres, como aseguran Drake y Sagan, ya se habrían oído sus transmisiones.
Fermi pensaba que las civilizaciones se autoeliminan en sus guerras. No en vano trabajaba en convertir en una bomba la energía más destructiva del planeta. Su paradoja, parece indicar, como creen algunos investigadores consultados, que la limitación de recursos, debido a su sobreexplotación; la sobrepoblación, el calentamiento global, por causas naturales y humanas; la contaminación, el poco cuidado ecológico, acabará con la Tierra, mucho antes de que puedan llegar extraterrestes más belicosos que nosotros mismos. Aunque haya civilizaciones tecnológicas más avanzadas que la nuestra, sus procesos colonizadores no alcanzarán a este planeta en mucho tiempo.
Mientras la paradoja Fermi se cumple o no, hay que buscar la sombra, el tinto de verano y un espeto, si está usted en Málaga. Tres prácticas recomendables en esta canícula secular. Seguramente que cualquier visitante de las estrellas más lejanas se acostumbraría rápidamente a esta vida a la española. ¿Millones de turistas europeos del Norte lo saben y bajan aquí cada año? Los ET para Hollywood. ¡Salve Fermi y Spielberg!