Con el domingo electoral echándose encima, viene la ‘Roja’ y da una alegría. España va de lo sublime al ridículo en esa metáfora que es el fútbol
En una de las tertulias de la radio española, comentaban la otra mañana la posibilidad de que en esta segunda vuelta electoral tardía, el Rey/Jefe del Estado tuviera que echar mano a proponer un presidente de gobierno alternativo; si, como es posible, las señorías electas como diputados no pudieran ponerse de acuerdo en un consenso por segunda vez en el mismo año. Nadie piensa, desde luego, en una tercera convocatoria electoral, porque sería entrar en la política nacional por capítulos, propia de una telenovela, si no lo es ya. Como nunca antes ha sido tan difícil elegir un presidente del Gobierno, queda ese As en la manga: un tapado, un candidato extra-político. Pero quién sería, a qué se dedica en su vida privada; y si no quieren a Rajoy, ni Sánchez puede, ni Iglesias tampoco, dónde está ese mirlo blanco capaz de poner orden en el complicado mapa español. Las apuestas están abiertas. Otra cuestión es que el candidato o candidata quiera echarse en la espalda ese pesado fardo. El próximo domingo comienza el final de la segunda oportunidad.
Apenas a dos años de haberse ceñido la corona, el nuevo y joven Rey/Jefe del Estado se está inaugurando en un tablero inédito en el país donde reina. Preparado, como ninguno antes, pero bisoño en estos menesteres se espera que mantenga el pulso firme y las dos manos en el timón ante el pavor a que su reino zozobre. Que su papel ha sido ajeno al batallar político de las trincheras es una apreciación aparente. Este peculiar Jefe de Estado, que delega el gobierno en un primer ministro que aquí llamamos presidente, nunca ha estado más al tanto del acontecer político que en estos meses. Su responsabilidad estriba en que la vieja España, que ha heredado por ser Borbón –nadie lo eligió–, no se desmorone y termine jubilado antes de tiempo. Es un mal de familia. Ya le pasó a su abuelo, desterrado por Franco, y a su propio padre, que nació en Roma por la misma causa. Un Jefe de Estado, que no gobierna, pero que es el único hilo constitucional que mantiene la unidad de España en esta hora aciaga, con la bronca política más agria de toda la reciente historia de la democracia, que inauguró la Constitución de 1978.
Este joven Rey parece tener claro dónde está parado. Sus frases, aunque no las escribe él directamente; se supone que las lee y ya que las pronuncia en público, estará de acuerdo con lo que dice. Van algunas. “Hay que mirar con respeto al pasado sin nostalgia, pero con respecto a nuestra historia, con espíritu de superación de los que nos ha separado para celebrar así todo lo que nos une”. Primer problema: Haber pasado de largo por el pasado, olvidando demasiado pronto ‘los que nos une’ para anteponer lo que aparentemente nos desune. “La Corona debe observar una conducta íntegra, honesta y transparente; sólo así se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones”. Segundo problema: La corrupción, que ha salpicado a la Corona y al país entero. «Quisiera recordar hoy a aquellos ciudadanos a los que en rigor la crisis ha golpeado hasta ser heridos en su dignidad como personas. Tenemos el deber moral de trabajar para proteger a los más vulnerables, y de transmitir un mensaje de esperanza, particularmente a los más jóvenes». Tercer problema: El paro endémico que no cesa y se rebaja en pos de salarios mínimos y contratos sin fianza de continuidad. «Todo tiempo político tiene sus propios retos». Y esta, entre otras frases, da en el blanco central de lo que se juega España en este ‘tiempo político’: el reto de seguir siendo la nación que fundó Europa y marcó el comienzo de la era moderna. ¡Vaya reino!
Esta democracia, fundada en los principios de la diversidad, la multiculturalidad, las diferencias que marcan señas de identidad inconfundibles de una nación tan antigua como el mismo concepto de Europa, parece ahora estar en la confusión de las ideas. Cuando escasea el dinero, todo se vuelve pleito, como diría Cervantes. Es seguro que hay cosas que revisar, organización territorial de 17 Comunidades Autónomas, que han ejercido tal autonomía más allá de los límites comprensibles para servir a la cohesión del Estado, pero nunca llega el momento propicio. La reforma de la Ley Electoral, para que contemple la segunda vuelta, pero no se ha conseguido la calma necesaria. Lo tiene difícil este joven Jefe de Estado para poder conseguir a quien deba formar gobierno. Proponer uno ajeno al patio político tampoco es nada fácil en un país donde todo lo impregna el control de los partidos.
Además, están las amenazas externas. Las más cercanas como sería la salida de Inglaterra (Brexit) de la UE y las que ordenan los actos terroristas a los nativos musulmanes nacidos aquí. El patio está revuelto y ponerse de acuerdo –conjugar el verbo pactar, que no enseñaron en la escuela española– para gobernar a España es una prioridad ineludible. El Rey estará dándole vueltas a la Corona, que lleva en la cabeza, aunque no la use.