Expertos del siglo XXV calificarán a Málaga como la ciudad de los proyectos inacabados. El ‘síndrome inconcluso’ lo llamarán. Un maleficio malagueño
Entre las ruinas de una Málaga del futuro siglo XXV los arqueólogos tuitearán que han encontrado los planos de las obras sin concluir. Dirán en 140 caracteres extendidos a dígitos binarios-plus, que perfilan dos divisiones: las obras semi terminadas, como un templo llamado Catedral, cuya curiosidad es que sirvió de centro de oración cristiana con sólo una torre, ya que la segunda nunca se ha encontrado, por tanto ‘sabemos que no se construyó’. La otra categoría, más asombrosa si cabe para estos rastreadores del pasado, es la de construcciones que ni siquiera se concluyeron y cuyos planos, definen la imprecisión, los vaivenes de los técnicos al dictado de los políticos de la época, siglos XX y XXI. Les llamará la atención las de un primitivo medio de transporte urbano, llamado Metro, que empezó soterrado y terminó planeado para rodar por la superficie de la ciudad, aunque tampoco podrán establecer si, finalmente, fue puesto en práctica. No han encontrado restos de raíles, de vagones o de estaciones.
En este presente sabemos ya que el Metro subterráneo se desinfló antes de llegar a La Alameda. Ahora sólo hay dinero para un tranvía al aire libre. Por si ya fuera poco esta maléfica noticia, en la empresa responsable de limpiar la ciudad, Limasa, amenazan con colgar las escobas de una huelga. No hay prensa para tantas pésimas noticias locales.
Mientras el Metro de Málaga está detenido desde hace meses. La Junta de Andalucía no ha sido capaz de concluir ni siquiera el primer tramo de la Línea 1, que anunció para el 11/11/11 a las 11:00 horas, va a hacer un año. Mueca publicitaria, que después tuvieron que deshacer con el argumento de que no sería rentable una inauguración parcial. Ahora, tras caer la Consejería de Fomento en manos de IU, Elena Cortés, socios gubernamentales de la Junta de Andalucía, plantean, sin que aún se conozcan los planos de su nuevo trazado, seguir por superficie, atravesando el centro de la ciudad (Alameda y Parque) para continuar hasta Playa Virginia, en el extremo Este.
El alcalde malagueño ha dicho que se opone, que ‘no lo ve factible’, que quiere hablar con José Griñán, el jefe, y asoma paralizar todo hasta que haya dinero para retomar el plan original del subterráneo. Ninguna de las dos opciones parece apropiada. ¿Qué hacer si no hay más dinero para el Metro? La polémica está planteada para rellenar titulares durante las próximas semanas. Los políticos siguen dando alegrías.
El Metro repite el síndrome malagueño de las obras inconclusas. Como la Catedral, que se quedó para siempre sin una torre, el Metro va a quedar aplazado, transfigurado en tranvía superficial. Hace diez años que el proyecto del subterráneo se consensuó y comenzaron las obras. Entonces la polémica absurda rodeó el método de construcción: tuneladora o muro pantalla. Finalmente, el proyecto está por llegar al Guadalmedina, serio obstáculo a salvar, y penetrar La Alameda y el Parque para completar la Línea Uno hasta La Malagueta. Ahora, se cambia la señal y, bajo el paraguas de la crisis, la Junta plantea que los rieles sigan al aire libre; Centro a través, e incluso hasta El Palo.
De tirar el Metro por el medio de La Alameda/El Parque, el tránsito de automóviles quedaría desplazado. ¿Adónde? Este diario calculaba un volumen automotor de 67.000 vehículos/día, por esa arteria vial que es la conexión principal, casi única, entre el Centro y el Este de la ciudad. El viaje sería bonito, sombreado por esas inmensas copas de árboles centenarios, pero el atasco monumental. Para eso, precisamente, se inventó el Subterráneo para aligerar el tráfico en la superficie. Ahora, lo que intenta la Junta es que, con el mismo dinero que queda para esta obra, llegar hasta El Palo (extremo Este de la ciudad), pero por encima de las calles, ya que de seguir el plan original, todo soterrado, sólo se concluiría la fase hasta la Malagueta, dejando la Línea 3 en suspensión temporal hasta mejor ocasión. No hay que ser ingeniero para entender que esa solución tiene sus inconvenientes urbanísticos. Este Metro llamado Tranvía no es el deseo de la autoridad municipal, que es bueno recordar es socio capitalista en esta obra. Los arqueólogos del futuro se van a divertir.