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7 Jun

La marca ‘España’ tiene poco valor en Alemania

Lo que publican los Medios se toma por verdad incuestionable. La acusación de Alemania a España tardará tiempo en borrarse, aunque paguen perjuicios

 

La fama de soñolientos, que tenemos por el Norte europeo, se ha venido consolidando desde que los viajeros del romanticismo se paseaban por aquella España anclada en el tiempo. La evolución de este Sur, de solecito alegre, cachondeo y relajo permanente, no se ha vendido bien a los rubios. No es que nos hayamos convertidos en arios puros por una transición genético-política, pero el avance en el sector agropecuario y hortifrutícula, única industria de exportación tecnificada, potente y próspera que tenemos, ha dejado atrás las fumigaciones químicas para adentrarse en los cultivos biológicos, cumpliendo más que bien con las exigencias de los compradores asépticos de la Germania europea. En esta ocasión el prejuicio ha llevado a un perjuicio de grandes proporciones. La marca España está devaluada.
      Puede que tengamos parte de culpa. El sector empresarial andaluz tiene poca cultura del marketing actual, donde la comunicación en los ámbitos exteriores es fundamental. La información como herramienta de desarrollo empresarial está ausente o escasamente presente en este tipo de empresas agrícolas. Tampoco el gobierno nacional maneja criterios firmes en cuanto a mantener lobbies de influencia en nuestros mercados naturales y, por supuesto, en el centro del poder europeo: Bruselas. Invertir en campañas informativas, no sólo al consumidor final, sino sobre toda la cadena de comercialización hay que mirarlo como lo que es: una inversión y no un gasto.
      Cuando se llega a establecer que los pepinos o pimientos o frutas españoles están libres de contaminación, ya es tarde. El daño está hecho, las pérdidas se cuentan por millones de euros, por miles de toneladas de productos que hay que tirar para que se los coman las cabras, en el mejor de los casos. Con estos alimentos no se puede arriesgar ni un día, porque son perecederos. No son tornillos o recambios que se pueden guardar hasta que pase el temporal.
      Tras obligar a los responsables alemanes a que paguen sus falsas acusaciones y cubran las pérdidas dinerarias, los productores españoles tienen que ir pensando en crear sus lobbies y contratar a expertos en comunicación global, incluidas las redes sociales, para que tracen una campaña de información permanente, que enseñe al resto de los europeos, sean consumidores finales o autoridades, a que tenemos la mayor superficie agrícola ecológica de Europa, a que nuestras hortalizas y frutas son de alta calidad, que se la pueden comer con toda confianza y que nuestros controles sanitarios cumplen con creces toda la normativa de la UE.
      Esto, desde luego, tendrá más fuerza y fluidez, si nuestras propias autoridades políticas se dedican a defender este sector exportador sin dudas, ni demoras. El momento económico no está para tibieces o retardos, hay que actuar con la rapidez que marca la gravedad de la situación. Exportar en grande significa poder incrementar los números del PIB, crecer en credibilidad y comenzar a salir de este marasmo que nos tiene aletargados, como nos vieron Irving, Mérimée, Andersen y tantos otros en el siglo XIX. Los españoles de esta hora son los mejores preparados de toda la historia hispana, es el momento de crecerse ante tanta adversidad y cantarle a los alemanes, tan dueños de esta Europa de hoy, que se coman nuestros pepinos porque son mejores, más grandes y más sabrosos que los suyos.
      No estaría de más buscar nuevos mercados. Tal vez China esté muy lejos, pero tiene 1.600 millones de bocas que alimentar. Los alemanes les venden ya, en grandes cantidades, todas las marcas de sus automóviles. En Shangai, la ciudad más poblada de China, con más de 20 millones de habitantes, todos los taxis son Volkswagen. El pepino español tiene futuro.

Una respuesta a «Imagen de marca»

  1. Y aparte de la cuantiosa pérdida económica que sabemos tristemente repercute ya en nuestros mercados, y al margen de quién o quiénes son los causantes (cosa que por supuesto hay que analizar y llegar hasta el final) encontrándose el origen, dejando de crear falsas alarmas sanitarias aquí y allí. ¿No debería dársele un poco más de cobertura mediática a la enfermedad en sí? Más información sobre la enfermedad, posibles contagios entre personas enfermas y sanas, cómo evitarla en la medida de lo posible, etc. Porque a mi me aterroriza pensar que esta bacteria, tan resistente a los fármacos que ha logrado cobrarse la vida de hasta el momento creo 22 personas y afectando a más de otras 2.000 esté ‘purulando’ mortalmente por ahí. Hasta donde yo sé como sanitaria, esta cepa del E.coli enterohemorrágico (EHEC) es mucho más resistente ante los antibióticos que las otras, permanece más tiempo en el intestino humano y produce un mayor número de toxinas. No quiero ni imaginarme que estaría pasando si esta enfermedad hubiera brotado en otro/s país/es con menor infraestructura sanitaria.
    Estos hechos me hacen pensar en lo vulnerables y frágiles que somos en realidad.
    Al final, ‘el mal’ siempre tiene su entrada y salida por la boca; somos lo que comemos y somos lo que decimos parece ser también.

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