Entre la crisis, la alarma y la compresión lectora se nos va la vida, y mientras acumulamos datos sobre la ciudad del Paraíso perdido, la verja sigue en pie
Entre la muchas cosas sabias que ha dicho en estos días Mario Vargas Llosa, lo de que ‘aprender a leer ha sido lo más importante que me pasado en mi vida…’, no quería decir saber leer y escribir, como quien pela un gamba, sino en comprender lo que se lee. Las aulas de nuestra muy querida y sufriente Universidad de Málaga están llenas de analfabetos funcionales, que leen sin mirar, que pasan por encima de las palabras como si fueran mierda de perro, las esquivan porque no conocen su significado en el contexto en las que están colocadas. Se pierden el mundo y, sin ese aprendizaje a la edad universitaria, la cosa se vuelve cuesta arriba. Entendemos que la culpa principalmente es del sistema de la educación básica y media, pero estos estudiantes superiores van a descubrir, muy tarde ya, que aprender a leer ha debido ser lo más importante de sus vidas. Porque si no lo hacen tampoco aprenderán a pensar, cosa muy grave para quienes, se supone, serán los dirigentes de un mundo complejo y complicado, que es en el que ya estamos.
Mientras tanto seguimos en un estado de alerta al que no deberíamos haber llegado. Invocar a los uniformados en este país remueve demasiado la memoria histórica. Cuando salen de los cuarteles para ‘hacerse cargo’ de espacios civiles, en esta aún ‘España invertebrada’, pone los pelos de punta. La última vez se quedaron casi cuatro décadas. Aunque sepamos que éstos no son los de antes, que son demócratas, que viajan en misiones de paz y concordia, que no disparan a menos que les disparen primero y todo eso, pero si se les da beligerancia, ¿quién sabe? El próximo sábado 18 se cumplen los quince días preceptivos del estado alterado, se espera y desea que acabe antes de ese día. Prolongarlo, aunque sea legal y decisión del Congreso de los Diputados, no parece que sea el camino para solucionar el conflicto con los controladores del espacio aéreo nacional. La vía judicial se creó para eso, las mesas de negociaciones, los sindicatos, los contratos laborales. La manu militari ha sido una voz de firmes, si ya lo están, acabar con la alarma parece ser lo más conveniente a este país de sobresaltos, de inundaciones, de parados y de bancos sólidos como rocas.
Parque Benítez, Astoria, Auditorio, Bulevar. Son los puntos negros del estado de la ciudad, otros pasos perdidos en el fragor del combate general. Las pequeñas batallas que se estancan, que no se ganan ni se pierden, sino que permanecen en la tierra de nadie, mientras los malagueños esperan y se les ilumina el rostro con los colores de las luces de la Navidad. Son algunos nombres propios que dan títulos a proyectos que la ciudad necesita para colocarse en mejor lugar de su ya quinta o sexta posición general.
Un gran parque urbano, que esta ciudad no tiene. Una extensa zona verde protegida, ahora que el ladrillo descansa en paz. Un pulmón verde para pasear, jugar y leer o ver a los saltimbanquis del teatro de la calle. Un rescate de un espacio que ha estado cerrado quince años, no puede seguir esperando por la discusión interminable de los políticos responsables de firmar el asunto. El Astoria y el Auditorio encajan en los equipamientos culturales que esta ciudad necesita con urgencia, sólo faltan nuevas ideas. También se dilatan más allá de cualquier paciencia ciudadana. El año cierra con este déficit en su debe. El Bulevar, al que se llega a un acuerdo in extremis, parece que verá un 2011 de obras. Pero aquí, los malagueños somos devotos de Santo Tomás, ver para creer, es un lema más apropiado que el de su escudo. Ya queda menos.
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