La historia se repite con idéntico guión. Ayudar a los amigos o familiares desde los presupuestos públicos da dolor de cabeza. ¡Las formas, son las formas!
Carlos Pérez Ariza
No es tanto, sino lo seguido. Al alcalde se la cuelan entre las piernas. Y su lugar en el campo no es la de portero, sino la de central. Pero eso son las consecuencias de jugar con un equipo poco entrenado en estas lides. Las ayudas a parientes o Asociaciones amigas generan sospechas evidentes, aunque no haya habido intención de dolo. Un jugador fue ya retirado, la siguiente espera su turno.
Con la Armada socialista emplazada frente a la Casona, buscando ubicación y ángulo de tiro, estos malos jugadores le hacen un flaquísimo favor al alcalde, cada vez que por sus faltas le sacan una roja directa. Parece que es hora ya de que el capitán reorganice su equipo, que juega con otros lesionados y agotados por la larga marcha hacia el 2016 o por deficientes gestiones en algunos servicios cotidianos de la ciudad.
Las batallas externas son suficientemente complejas, arduas y dilatadas, como para tener una casa sin barrer. Da la impresión, y ahí está el último Pleno, que cuando las cosas se ponen tensas y peligran los votos, es el capitán quien tiene que cuidar la puerta propia y arremeter contra la contraria. Pero sólo ante el peligro no se ganan los partidos. Sin equipo cohesionado no se marcan goles eficientes.
Nadie duda que cuando este capitán es acorralado, incluso por sus propios partidarios, juega aún mejor, pero tanta carrera cansa y el desgaste pasa factura, sobretodo porque el adversario sigue fresco y planifica el próximo ataque sin prisas, pero sin pausas. No va a dar descanso, y el que tiene que arriesgar es el que manda en la Casona del Parque. El primer tiempo y el descanso han concluido, comienza el segundo y definitivo.
Mientras tanto nos enteramos del paro abrumador de Málaga, casi del veinte por ciento del total andaluz, que supera el millón de desempleados, tras el derrumbamiento del salvaje boom inmobiliario. De la pérdida de un millón de turistas durante el año pasado. Gravísimo si recordamos que es la única industria fuerte que queda en pie en este hermoso patio que llamamos Andalucía. Y de que 15.000 jóvenes malagueños, cuya preocupación principal es no trabajar, nunca se han formado suficientemente, pese a que poseen el sistema educativo más accesible que nunca haya tenido España. Sin esfuerzo no hay paraíso.
No todo es malo. El Metro sigue avanzando por los lados de El Perchel, que ha convertido la zona en un paisaje bélico. Las instalaciones del nuevo aeropuerto están siendo probadas por cientos de figurantes. El mercado de Atarazanas está a punto de recuperar su tradicional espacio para el bullicio de la compra ciudadana y las instalaciones de Limasa (la empresa que intenta limpiar a esta ciudad a diario) amplia sus infraestructura.
Sin embargo, los buenos boquerones, alimento del mar que ha dado fama a Málaga, empiezan a escasear. Los vaticinios mayas no tienen nada que ver con esto, suponemos, pero esa otra industria, familiar muchas de las veces, mira al fondo de la mar con preocupación y nostalgia de aquellas 2.700 toneladas pescadas en 2001 a las de este año que comienza, que no sobrepasarán las 280. Y es que la crisis no respeta ni a los tranquilos y sabrosos pececillos.
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