En las innumerables ocasiones en las que se hace necesario justificar la existencia de la Semana Santa y las cofradías en nuestros días, suele usarse como elemento potente la cantidad de puestos de trabajo que produce ésta de manera indirecta.
Es algo muy trillado y que, aún siendo verdad, pudiera llegar a padecer perdidas en un conducto de presión tan sensible como el de nuestra sociedad sobre aquello que le chirríe. Ese combo de metales preciosos y pompa sostenidos por personas medianamente pobres nunca ha tenido una difícil defensa y en ocasiones podría haber sido más sencillo no contestar que tener que hacer rocallas lingüísticas para explicar que se gastaba más en bordados que en ayuda para los demás porque eso hacía mover la economía.
Las cofradías no son bancos ni ministerios de trabajo. No es su función promover economías, ni sostener profesiones que sin ellos desaparecerían. No es obligación del cofrade encargar un diseño ni aumentar el ajuar de una Virgen. Sin embargo, sí que lo es desarrollar una obra asistencial para los más necesitados. Está en su listado de obligaciones en el primer lugar. Y es que ahí, en la caridad, encuentras el origen de estas formaciones y agrupaciones religiosas. Ayudar y dar muestra pública de fe mediante la disciplina auto infringida. No hay más. Y con el paso de los siglos, la última de las cuestiones se ha ido actualizando. Pero cuidado. Porque sería un error considerar la caridad como algo exclusivo de los cristianos. Cualquiera tiene la fortuna de poder ayudar a los demás si quiere. Sin embargo, en el caso de los Cristianos, es obligación.
Por eso, no pueden existir corporaciones sin tener la obra social como pilar prioritario pues, de lo contrario, el camelo sería de traca. Dijo el Papa Francisco en una audiencia con jóvenes que los corruptos eran cristianos fingidos. Que los mafiosos, aunque lo finjan, no son cristianos. Y algo parecido sucede con los cofrades. Podrán aparentarlo. Pero si no haces nada por los demás, si no ayudas o participas de las acciones sociales que promueve tu hermandad, jamás podrás considerarte miembro de una Cofradía. Lo pone en el manual de instrucciones.
Y tanto es así que, en situaciones como las que estamos viviendo en esta etapa histórica de calamidades producidas por la pandemia mundial, nos enfrentamos a un mundo en el que todos, de una manera u otra, necesitamos de ayuda. Y tal es la gravedad que estamos presenciando de manera extraordinaria la puesta en marcha de decenas de proyectos sociales y asistenciales de urgencia elaborados por las cofradías de Málaga. Y ahí, han solventado de un plumazo cualquier genero de dudas al respecto del resto de cosas que hacen.
Toneladas de alimentos. Decenas de miles de euros. Voluntariado. Tutela de familias en alto riesgo de exclusión. Todo un cerro de adversidades que los cofrades se están echando a las espaldas para cumplir con su labor. Por eso, a partir de ahora, cuando pienses en lo de vender el oro para dar de comer a los pobres -razonamiento aplastante-, piensa una cuestión: Qué haces tú. Y ahí encontrarás la respuesta. Y es que no existe en Málaga una organización, grupo, institución o movimiento social que haga una labor social equiparable a la que realizan las cofradías y la Iglesia Católica. No hay otro igual. Ni de lejos. Por eso, debiera ser motivo de orgullo y reflexión todo lo que estamos presenciando por parte de los cofrades malagueños. Orgullo por saber que merece la pena. Que el músculo de nuestras hermandades es enorme y su capacidad de ayuda resulta extraordinaria. Pero también de reflexión. Porque hay velocidades y capacidades. Y el tanto por ciento de esfuerzo debería ser el mismo por parte de todas y quizá no siempre sea así. O dicho de otra manera: algunas deben espabilar o acabarán como dice el papa. Cofrades y cristianos fingidos.
Y es que vestir la túnica nazarena o sostener el peso bajo el varal bien debiera ser penitencia exclusiva para aquellos que se la ganen. Y entonces, sobrarían cirios y metros de varal.
Por eso, ahora más que nunca, resulta necesario dar testimonio de nuestra posición en la sociedad. Y quedará meridianamente claro qué somos y el porqué de nuestro peso en la sociedad.
Málaga está minada de asociaciones, entidades, nichos y grupúsculos que llevan tomando el nombre de la ayuda, la cooperación y la caridad en vano durante toda su existencia. Y ahora, en su mayoría, no se ven por ningún sitio. Por eso, al final, siempre quedan los mismos, y entre ellos están los cofrades con sus hermandades y la Agrupación de Cofradías como eje vertebrador.
Queda un calvario por recorrer y ahí estarán más que nunca las hermandades. No solamente con el propósito de asistir al más extremo. Sino para aprovechar su condición social y hacer que confluyan las necesidades de todos para sacar rédito. Los cofrades malagueños conforman un tejido único de contactos que ya lo quisiera LinkedIn o Jobandtalent. Y eso hay que usarlo a partir de ahora como nunca. Y aprovechar la fuerza común para sacar adelante proyectos de caridad. Pero también prestar nuestros contactos para encargar a un pintor de la cofradía en la que sales un trabajo en tu casa. Y el fontanero que precisas lo encontrarás en el grupo de whatsapp de tu trono. Comprarás en la pescadería de tu capataz e irás el dentista que controla tu fila de nazarenos. Pídele ayuda a tus hermanos cofrades y encontrarás la solución seguro. Ante cualquier necesidad, verás la luz. Y de paso estarás aumentando el movimiento económico que tan falta hace. Así también estamos ayudando como lo hacían antes las hermandades gracias a los gremios en los que nacieron las corporaciones.
Dicen que lo del “lobby cofrade” es una realidad porque condicionan trazados urbanos y tienen poder social y político. Y fíjate que cosas que, cuando se presenta el camino más negro para el procesionismo tal y como lo conocemos, resulta que es el momento en el que más estamos viendo a los cofrades. Se cuentan a diario las acciones sociales y caritativas que realizan y los encuentras en los sitios más duros echando una mano como nadie está realizando.
Los tienes en los asperones, en el Comedor Santo Domingo, preparando cajas de alimento en Corinto, con los hombres de trono de Daffari recaudando dinero o en la puerta de un supermercado sacándole lo máximos a quienes pueden ayudar. Hemos salido a la calle sin salir. Y estamos dando testimonio de fe cristiana. Verdadera. Sin atavíos de oro ni mascarillas bordadas. Con preocupación y miedo como todos los demás. Pero con la obligación intrínseca que todo buen cofrade tiene. La de ayudar al más necesitado.
Escribía hace años que me encantaría ver un altar en torno a una Virgen rodeada de paquetes de arroz y lentejas en vez de flores. Seguramente a Ella le parecería mejor ofrenda. Miren la foto que ilustra este artículo. Pues eso.
Viva Málaga.