Acabamos la semana con esa modorra que nos asalta en esta difícil crisis. Todo va mal. Porque vamos a mejor. Pero dentro de lo malo. Y es que hemos sido capaces de inmunizarnos de todo lo que provoca el coronavirus. Hasta tal punto que, ahora mismo, hay personas celebrando que solamente hayan muerto doscientas o trescientas personas por un virus en nuestro país. Y es la noticia positiva del día. Como también lo es que solamente ingresen a pacientes en las ucis sin saber si saldrán. Y parece que hay cosas que celebrar.
No mucho. Y es desolador observar la respuesta de una parte de la ciudadanía. Sería injusto localizarla únicamente en Málaga. Pero es el lugar en el que vivimos. Y no logro comprender cómo pueden llevar meses -literal- diciendo que te quedes en casa, que cumplas con las normas o que evites las aglomeraciones. Y es esto último, las muchedumbres en ciertos lugares de la ciudad, lo que atormenta a gran parte de la población. El primer día te puede pillar sin saberlo. Ir al paseo marítimo y llevarte la sorpresa de que está al nivel de una noche de San Juan. Con no ir más, todo solucionado.
Pero no está siendo así. La poca vergüenza, falta de escrúpulos y especialmente la nula capacidad para el esfuerzo de nuestra generación, brotan en momentos críticos y están quedando en evidencia.
Hay muchísima gente sin vergüenza. Carente de valores y sin haber asimilado en su vida conceptos como la obediencia o la sumisión. Es lo que tenemos. Gente amoral, alimentada por piensos baratos para construir una catadura inválida. Y ojo. No vayan a pensar que solamente me refiero al cretino que se está yendo a la playa con su toalla a tomar el sol. También entran en el saco esas personas tóxicas que están apestando e infectando las redes, sus entornos y todo lo que está a su alcance con estupideces, bulos y basura. Y esa gente también vota.
Pero la cuestión es que la situación es muy dura. Calamitosa. Familias sin ingresos. Gente muy enferma. Otras muy asustadas porque se saben infectadas, pero con sintomatologías leves y en casa para no colapsar los centros o simplemente por no contagiar a nadie. Vidas acabadas. Duelos sin celebrarse y despedidas sin llegar. Un drama interminable donde no hay clientes para los empresarios ni empresarios para los trabajadores. La cascada de la calamidad elevada a la máxima potencia.
¿Y qué te encuentras? A personas cercanas y completos desconocidos en la luna de Valencia. Sin mascarillas. Sin separación alguna. Cogiéndote la mano bromeando. Mientras el duelo sobrevuela y los sanitarios que te tendrán que curar cayendo como chinches.
Resulta absurdo convertirse en policía de balcón como resulta poco inteligente generar miedos irreales para no salir nunca más del hogar. Término medio. Sensatez y sentido común. Pero nos falta mucho. Y difícilmente consigamos una sociedad digna si seguimos pasando la mano de esta manera. Por eso, me paro a pensar en qué se le ha pasado por la cabeza a esos papás que han visto a su hijo salir de casa con una tabla de surf para irse a la playa mientras hay personas con un erte sin cobrar porque un virus está esquilmando a la población mundial. No dejo de darle vueltas a qué razonamiento sostienen aquellos que politizan a diario desde los medios de comunicación estos asuntos para polemizar, vender periódicos o simplemente mantener la simpatía de algunos.
¿Qué tienen estas personas en la cabeza? Yo diría que excrementos. Porque decir mierda queda muy soez. Pero eso no escribo mierda. Si me diera igual habría escrito mierda. Mierda. Pero no lo hago. Como tampoco puedo entender cómo se permiten tantos bulos y “noticias” malintencionadas en medios serios para sostener el negocio. Nos están haciendo mucho daño a todos. Por un lado, a los torpes que pican y siguen con su cruzada. Y por otro al resto de personas que tenemos que aguantar a esas criaturitas a diario y resulta agotador.
Málaga necesita crecer y avanzar. El sur es espabilado para muchas cosas y sacaremos los dientes en cuanto se pueda para recoger lo sembrado durante décadas. Y las pasaremos canutas, y aún así el barco reflotará. Pero resulta arriesgado que, siendo los que peores datos tenemos, sigamos con esta actitud tan peligrosa a la par que propia de inútiles. Personas que por la mañana guardan una cola de veinte minutos para entrar en el supermercado con aforo limitado para evitar aglomeraciones pero que, por la tarde, se enfunda su disfraz de deportista y sale a sudar y ser sudado por un carril atestado de personas en su misma situación.
El mundo está de luto -aún no oficial pues por desgracia quedan miles de muertos por llegar y resulta raro dejárselos atrás si ya sabemos que están por venir- pero es frustrante que la insensibilidad de la gente esté expandiéndose de manera tan extrema. Por eso, deberías empezar a plantearte si es necesario salir todos los días -dos veces muchos de ellos- a pasear o a correr. Pregúntate si en tu balanza sale vencedor darte un paseo o contagiar o ser contagiado. Piensa en que puedes ser asintomático. Y pegárselo a tu amigo con el que quedas a diario para pasear jugando con las trampas como si tuvieras doce años. Y puede que tu amigo enferme y muera. O se salve, pero lo contagie a su madre que es mayor y asmática. Y acabe falleciendo ¿Eres consciente de ello? ¿Sabes que hay personas como tú que han dejado de cobrar desde febrero y están acudiendo a comedores sociales a que les den paquetes de macarrones y tomate o pidiendo a un amigo que le pague la luz o el agua porque no tienen nada? ¿Sabes que esas personas, en enero, estaban tan felices como tú lo estás mientras te saltas el confinamiento? ¿No te da vergüenza permitir la actitud de tus hijos adolescentes? ¿No te da reparo hacer el ridículo de esta manera?
Hay mucha gente sin escrúpulos. Capaces de todo por su propio egoísmo. Por él. Para él. Y solamente él. Pase lo que pase. A pesar de todo. Y de todos. Lo vemos a diario. En su vida. En su modelo de comportamiento. En la educación y valores. En su consumo de medios de comunicación. En su actitud en la vida. Y ahora, están quedando retratados.
Del coronavirus saldremos si Dios quiere con una buena vacuna. Del virus de la indecencia será difícil escapar. Pero nos está lastrando. Y, si nadie lo remedia, nos acabará matando a todos.
Viva Málaga.