Cuando en Málaga se hace algo, es muy probable que conlleve que, un nutrido grupo de personas proteste de manera sistemática. Se protesta siempre. Por todo. Sea bueno, malo o regular. Pero se protesta. Hasta tal punto que se ha desarrollado un nuevo perfil: el protestador de los que protestan. Sí. Un tipo de persona que se dedica a indignarse por la indignación ajena. Protesta porque protestan. En una especie de juego de léxicos con un atoro mental importante que difícilmente llegue a cualquier sitio.
Y está sucediendo en la ciudad que, uno de los hitos claves para salir a rajar son las luces de Navidad. Málaga, como sabe cualquiera con ojos en la cara, ha desarrollado en los últimos años un despliegue con un dispendio importante en estos asuntos de la iluminación de la mano de los mejores –los de Puente Genil-. La cuestión es que el asunto está cogiendo un cariz que quizá roce lo extraño. Málaga con el tema de la Navidad se está cegando de la misma manera con la que lo hace en infinidad de fiestas para disfrazarse de todo menos de lo que realmente es: Málaga. Y es que la ciudad deja de ser tal cosa para convertirse en un teatrillo festivo.
Será una opinión rara la mía pues es evidente que lo de las luces de calle Larios es un éxito absoluto que atrae el interés de cientos de personas todos los santos días hasta que pase esta fiesta, pero encuentro excesivamente teatralizadas nuestras calles y demasiado pervertida la ciudad con esta fiesta sin mucha necesidad.
Y es que da la sensación que Málaga es a la Navidad lo mismo que esa familia hortera que se disfraza con jerseys de renos, zapatillas de abetos y gorros de Papa Noel y a los que expulsarías del territorio nacional sin opción a regresar. Pues algo así hacen con nuestro centro y creo que, quizá, sea el momento de parar un poquito pues de seguir así, el asunto puede llevarnos al hastío supremo.
Sin entrar a valorar la difícil tarea de relacionar la decoración actual con la Navidad y su sentido, resultaría interesante que, al menos de manera alterna, también podamos disfrutar de la ciudad con una decoración navideña menos estridente, lumínica y sonora.
Aún se recuerdan aquellos años maravillosos de guirnaldas, lazos rojos y discretos luceros que componían una calle Larios de una elegancia y sencillez extraordinaria. Y ojo. Que también estará bien que haya navidades en las que calle Larios parezca la casa de Ned Flanders en Pascua pero últimamente no nos dan un respiro.
Ojalá una calle Larios donde la propia calle sea el escenario y no la tramoya. Ojalá menos luces, más discretas y menos protagonismo al led. Ojalá una decoración fundamentada en estilos propiamente tradicionales y con un mínimo de consonancia con la festividad que es y representa. Ajolá una Navidad sin música. Es horroroso toparse con la disco Larios todos los días a unas horas especificas. Resulta atronador, insoportable y harto cansino.
Y es que no comprenden que hay personas que pasan de lunes a viernes por ese enclave y pueden escuchar a Mariah Carey diez veces a la semana. ¿Con qué cabeza llega uno a su hogar si ha escuchado dos veces por la tarde all i want for Christmas is you? Después pasan las cosas que pasan y no nos damos cuenta de que los culpables somos nosotros mismos con esta auto flagelación constante a la que nos sometemos.
El problema quizá esté en que, como siempre, a la hora de la verdad no existe en la ciudad un ente respetable y crítico que pueda tener cierta voz a la hora de permitir estos follones estéticos en nuestro centro pues todo acaba resumido a chuminadas semi invisibles que no aportan absolutamente nada salvo un buen carro de frutos recogidos del cerro de la demagogia. La sanidad, el paro o la limpieza de las calles como armas arrojadizas en contra del alumbrado no son sino un impulso más para que Málaga puede seguir teniendo este cortilandia xtream año tras año pues no resulta efectivo en modo alguno.
Yo entiendo a la perfección la justificación de que el show de las luces de Málaga se haya convertido en un espectáculo que atraiga a personas de fuera pero ¿A qué precio? Y sobre todo ¿A beneficio de quién? Y es que no existe en modo alguno un elemento que justifique dicho éxito para sostenerlo año tras años. ¿A mí qué me aporta que calle Larios se llene de gente para ver las luces día tras día? Nada. Salvo que el centro se convierte en lugar intransitable hasta que pasen sus majestades.
Con un comercio tradicional casi aniquilado, con una calle Larios en la que, casi en su totalidad, son franquicias y negocios que tributan en Irlanda y con una restauración que, menos cuatro sitios contados de solera, son también elementos del expolio franquiciado, no tengo bien claro a quién beneficia lo de las luces.
Y es que resulta igual de absurdo echar por tierra las luces porque hay mucho paro como justificarlas porque mueven la economía. Y si la mueven. ¿La de quién? Porque la mayoría de las personas ni tiene acciones de Inditex ni es vendedor ambulante de globos de helio. Por lo tanto no recibimos mucho.
Quizá se pueda intentar alternar. Años tranquilitos para que la gente pueda conocer Málaga en Navidad sin deslumbrarse. Para que no tengan que cortar la Alameda los fines de semana. Y para que la gente de aquí disfrute de un centro elegante. Y ya otros años se dedica la almendra al disfrute de los demás. A la algarabía de los de fuera y a convertirlo en una feria pascuera que si dijeran que es de carnaval o de fiestas populares también cuadraría.
Y es que, al ver el mapping tan hermoso que se proyecta en la Alcazaba y lamentar que tenga que llevar patrocinadores, uno piensa y echa la cuenta. Y quizá, con una calle Larios menos estridente y ostentosa podríamos tener de todo, mapping incluido, sin tener que colocar anuncios en nuestra Alcazaba.
Todos es ponerse. Todo es verlo. Pero tanta luz, por desgracia, deslumbra y ciega a la mayoría.
Viva Málaga.