Hace unos días, saltaba en redes sociales un asunto muy goloso para el público ávido de masacres urbanísticas o sociales -como si no hubiera ya suficientes- para rajar a través de su móvil desde su cuarto de baño, sofá o cama.
Este tipo de situaciones son muy comunes y se dan en numerosas ocasiones. El guerrero tuitero es un espécimen cuyo papel creo que, todos los que en alguna ocasión tonteamos en esa red, hemos interpretado en cualquier ocasión.
Un muelle de un bolígrafo al desmontarlo salta más lento que un gachón en tuiter cuando alguien apunta algo que, bajo su punto de vista es indebido.
La cuestión es que saltaban las alarmas tuiteras -alarmas irreales pues las redes sociales son un mundo paralelo cargado para según que cosas de irrealidad absoluta- al publicarse una fotografía en la que una excavadora pequeña realizaba trabajos en la entrada de la alcazaba.
Sangre, fuego y destrucción desde el acomodo de las redes para todo el que se pusiera a tiros. De canallas para arriba sin llegar a cuestionarse ni por un segundo qué se estaba haciendo, por qué se realizaba y de qué manera se hacía. Poco después, salían las informaciones comunes y normales que, de paso, daban explicación al respecto y que apuntaban en todo momento a que no se estaba menoscabando el patrimonio valioso de la ciudad, del monumento ni de nada.
¿Ustedes lo han visto en redes? Yo tampoco. Porque lo que interesa es la mecha en su punta. El resto es la nada. Una vez se produce la micro explosión que hace arder el pabilo todo habrá acabado. Al menos para la mayoría. Y así sucede en Málaga con las cosas importantes: a todo el mundo le importa realmente un pimiento las cosas que aquí sucedan.
Pero las redes sociales, gracias a sus fundamentos, pueden aupar a colectivos o “influencers” a niveles aparentemente importantes pero que realmente son la nada. Y es algo bueno y malo a la vez. Bueno porque en el mundo real los parámetros son otros para el desarrollo social de los ciudadanos y no se valora el número de tuits ni el ingenio de tus 140 caracteres. Pero a la vez es malo porque, en muchas ocasiones, gracias a estas redes salen cosas verdaderamente importantes y con una nobleza en sus fines que desgraciadamente acaban quedando en la nada.
En cualquier caso es interesante recomponer las ciber situaciones antes de realizar juicios de valor puesto que, en la mayoría de los cosas, nos intentan colar bacaladas cuyo fin real y verdadero es aupar egos en las erre erre ese ese sin mucho más recorrido.
Es cierto que en Málaga nos estamos acostumbrando a que se realicen atrocidades en el patrimonio pero también hay que asumir que el sistema ordena y manda. Y que los técnicos -en la mayoría de casos independientes y profesionales- hacen una labor correcta cuando del patrimonio andaluz se refiere. Por eso aparece como atrevido asomar la cabeza por las redes para denunciar públicamente -como si fueras alguien- un atropello de primer orden contra nada más y nada menos que la Alcazaba de Málaga.
Toma del frasco, carrasco. Que resulta que todas las administraciones que allí pinchan y cortan están a favor de esquilmar el patrimonio histórico y artístico de Málaga y aquí no ha pasado nada. Y más aún en un monumento como el conjunto de la Alcazaba. -Sería estupendo preguntarle a Temboury sobre este “atropello” mientras daba fe de lo que había, no había y necesitaba reconstruir de aquel lugar cuando se le hable de la cuesta de entrada-.
Pero ya nada sirve. Ya todo es un problema. Y en el balancín de tuiter eres un fascista pero al rato un comunista malo y masón. Y pasas de anticlerical a catequistón como el que gira el pescuezo. Y lo que parecía algo serio se convierte en ridículo y absurdo.
Y quizá en muchas ocasiones llegue el momento de transformar el “quien calla otorga” en un “quien calla se sostiene de no hacer el lila”. Y es que al final la vida sigue. Y Málaga está dejando claro y patente que tiene motivos más que sobrados para tener un movimiento real y solvente para defender el destrozo patrimonial que viene padeciendo en las últimas décadas.
Pero la herramienta no es twitter. Ahí no va a ser. Pues se magnifica a seres invisibles y anónimos. Y las denuncias reales se llevan a buen puerto de las formas así dispuestas. ¿Ha ido alguien corriendo a denunciar que estaban rompiendo la Alcazaba con una excavadora? No. ¿Alguien lo ha denunciado en twitter? Un viaje apañado de personas.
Es el momento de asumir que la vida real es la vida real. Y la de las redes será tan real como quieras que sea en tanto en cuanto tu comportamiento sea fiel a tu vida. De lo contrario estaremos creando sistemas paralelos -separada la palabra en dos también vale- del todo inútiles para conseguir nada. A no ser que creas ser el Rubius del patrimonio. Entonces ya se calla uno. Pero hasta la fecha en Málaga se ha hecho cualquier barbaridad a placer y no se ha podido paralizar. Ejemplos para ello hay miles. Y la respuesta tangible de la ciudadanía ha sido siempre un desastre.
Y es que pocas veces alguna concentración ha superado en asistentes al número de retuits que ha tenido cualquiera de los estados subidos a redes para denunciar barbaridades -reales- contra el patrimonio malacitano. De hecho la foto que ilustra este artículo es de una concentración en la puerta de Urbanismo para protestar por el inminente derribo de La Mundial. -Un minuto de silencio por la foto. Y otro por La Mundial-.
Mucho ruido, pocas nueces y la ciudad sin barrer. Y yo creo, fíjate tú, que la culpa la tiene la excavadora chiquitilla de la Alcazaba.
Tuitea que algo queda.
Viva Málaga.