Las prisas son malas consejeras. Eso se sabe de siempre. Y en el contexto electoral en el que Málaga –como el resto- se encuentra sumido en estos momentos resulta muy sencillo pegar un tropezón si se abusa de manera descarada de las acciones de mejora urbana con intereses meramente electoralistas.
Y nuestra ciudad, por desgracia, está dejando al resto a la altura de una babucha. Calles asfaltadas sin parar –y no siempre con sentido y criterio de utilidad-, mejoras en los ajardinamientos, ¿limpieza?, y sobre todo mucha publicidad a lo que se realiza.
Huelga decir que las mejoras de la ciudad son necesarias, útiles y aplaudibles aunque no debiera pues es la obligación del que manda el tener la ciudad bien lustrosa. Partiendo de ahí, resulta un poco ofensivo a la inteligencia del ciudadano que el gobierno municipal haga mil millones de mejoras a poco tiempo de las elecciones para que se vote al partido equis. Un insulto a nuestra capacidad de raciocinio pues nos dejan clarinete que vamos a ser tan tontos de creernos que todo está genial aunque se haga dos segundos antes de precintar la urna para que votes.
Pero hay algo más. Un paso siguiente en esta historia y la que hoy tratamos de explicarnos en Málaga y es la mezcla de prisas electorales con cosas mal hechas. Y de ahí sale como protagonista de excepción la Plaza de la Merced. Ejemplo único de lo mal hecho.
Hace unos pocos años el Ayuntamiento decidía que era muy necesario y urgente arreglar la Plaza de la Merced (¿?). Y gran parte de la ciudadanía lo cuestionaba. ¿Era necesario tocar una plaza que estaba bien, iba cogiendo cierto encanto –perdido con una acción similar del pasado que borró su impronta original- y que no pedía mucho pan? Muchos pensábamos que no. Que era innecesario y que, viendo el percal del entorno, parecía que gran parte de esa inversión iría destinada a agrandar terrazas de bares más que otra cosa, aún teniendo verdaderos esperpentos por solucionar como eran y siguen siendo los cines.
Dicho y hecho. Como siempre. Obra al canto y modificación innecesaria de una plaza para convertirla aún más en un espacio árido de por si y con la personalidad que te da una obra nueva sin ningún criterio: cero.
A eso había que sumarle algo espantoso y era la eliminación por parte de los responsables de los adoquines de la plaza. Algo pasa en Málaga con los adoquines. Al Ayuntamiento no les gusta. No los quieren. Odian los adoquines. Y por eso los quitaron de allí como han hecho con calle Ancha del Carmen, robándoles todo el encanto que este pavimento les otorgaba.
Pero a cambio lo que nos ponían era un suelo extraño. Una especie de adoquín del futuro que planteaba muchas dudas como, por ejemplo, una franja blanca resbaladiza usada para la vía por la que circulan cientos de coches y motos a diario.
Cualquiera podría pensar que hay que tener pocas luces para colocar ese tipo de materiales en el suelo. Y así es. Pero además sucedía que nadie estaba pidiendo tal cosa. No existía una petición unánime de la ciudadanía con respecto a la Plaza de la Merced. No gracias. Hagan otra cosa. Pero ni con esas nos hacen caso. Pides lechuga y te traen albóndigas. Y así pasó con la Merced.
Por eso en innumerables ocasiones muchos pudieran llegar a pensar que podrían existir otras motivaciones para hacer obras que no hacen falta. Pero aún con esas, en la de la Merced sucedió que, poco tiempo después, la plaza se hundió quedando patente que estaba mal hecha. El suelo no pudo con el peso del trafico rodado y era más peligroso ir en moto por la Merced que por el caminito del Rey haciendo el caballito.
¿Solución? Ninguna. Tiempos de espera y protesta ciudadana y política con respuesta de oídos sordos. Tiempo después se reconoció el error. La mala praxis de quienes lo construyeron y responsabilidades publicas y empresariales. Y cuando se acerca el voto se pusieron manos a la obra. Al inicio de Alcazabilla se vieron unas losetas adhesivas puestas sobre el asfalto que hacían pensar que sería el chapú que iban a usar pero cuál ha sido la sorpresa de todos cuando lo que han hecho es asfaltar a secas el carril. Como una calle más. Sin sentido. Sin necesidad de hacer tan magna chapuza en un lugar tan singular. Pero aún así dudo mucho que esa sea la solución final.
Quizá algo temporal para salir del paso pero ¿Para qué esta historia y estos cortes pudiendo hacerlo del tirón? Se entiende mal. Y es raro. Como también lo es que, en la era de las comunicaciones y la inmediatez, nadie salga a comunicar a los ciudadanos este tipo de acciones de igual forma que se contó cuando se quería vender como un hito urbanístico. Si cuentas con pelos y señales y por todo slos canales imaginables tu proyecto para la Merced, ¿Por qué no cuentas ahora qué plan hay para adecentar una plaza hundida y fea por vuestro error?
Nunca lo sabremos. Pero vivimos tiempos malos para el urbanismo de Málaga. Y este asunto de la plaza es solamente un ejemplo. Vivimos sin vivir por el urbanismo extraño que padece Málaga. Vivimos a merced de la Merced, como alegoría perfecta al desdén perenne hacia el ciudadano.
La ciudad que pudo ser y nunca lo consiguió.
Viva Málaga.
¿De verdad no existen «otros motivos» tras las obras (innecesarias) y los ataques a los BIC por parte del Equipo de Jodierno -mayormente, Urbanismo- de la Casona del Parque? La opinión ciudadana sólo es tenida en cuenta cuando favorece a los inescrutables designios de la cosa municipal, sin que sirva para nada la labor de una oposición que, a veces, da la impresión de que actúa «según en qué casos». Las obras de Málaga le han arrebatado el Guinness de duración a las de El Escorial.