Cualquier comentario al respecto de las carencias padecidas por los Andaluces tras la entrada de VOX al gobierno autonómico parecían ser una anecdotilla de casino más que una realidad. A día de hoy, es difícil imaginar que puedan existir personas que exijan, resguardados por el concepto del respeto, un pensamiento único supurando unas carencias en cuanto a lo que significa la libertad de expresión alarmantes.
Pero acaba de suceder. Y es que, nada más abrir la puerta el nuevo gobierno andaluz, ha tenido una prueba perfecta para que todos midamos a qué nivel de temperatura está la cápsula que activaría la bomba nuclear en su interior. Y por lo visto, aún está fría fría. Pase lo que pase. Pese a quien pese.
En esto de la política, cuando llegan los nuevos y salen los perdedores, estos últimos se apresuran en buscar basura para torpedear desde el inicio al nuevo equipo. Lo vimos con los Ministros de Sánchez, lo vemos en Europa y lo acabamos de ver en Andalucía.
Algún alma caritativa ha sacado a la palestra un artículo de la nueva Consejera de Igualdad de la Junta de Andalucía, escrito hace un lustro en un diario local, en la que pone fina filipina a la Semana Santa. Dice, básicamente, lo que le parece en ese momento sobre todo lo relacionado con las Hermandades, las procesiones y esa peligrosa mezcla que acuñó el término “religiosidad popular”.
Nada extraordinario. Nada horrible. Ni para un Cristiano ni para un católico ni para un cofrade -aunque no cumpliera los primeros dos requisitos-. La llamada de alerta de muchos ante las “persecuciones” son una mentira historiada que se usa para justificar la falta de nivel en las actuaciones políticas y sociales de grupos con cotas bajas de sentido común. Y en este caso, ha quedado patente.
En principio no sorprende que suceda. Los pensamientos extremos solamente pueden traer ruina. Sea cual sea el lado hacia el que venza el cerebro. Y en este caso particular, desde el partido verdiblanco -qué paradoja cromática-, se ha alzado la voz desde Madrid -la nueva Sevilla-, para amedrentar y pedir ceses y reprobaciones para la recién llegada Consejera. Y como digo, aunque no sorprende el hecho en si, viniendo de quien viene, sí que resulta curioso que pidan tiritas por las heridas producidas por un artículo -de baja estopa literaria por cierto-, personas que consumen podredumbre mediática en canales de televisión y medios escritos que vomitan odio, ofensas e insultos a diario contra todo aquello que no le parece bien. Pero ahí no saltan. Cuando se trata a la mujer como una verdadera basura, burlándose de ministras y políticas variadas con adjetivos más que machistas nadie alza la voz. Cuando se burlan de aquellos que piensan distinto todos ríen. Si se trata de llamar asesino o cómplice de al político de turno no tiembla la voz. Pero ojo cuidad, que si a una señora se le ocurre plantear en un periódico algo sobre la Semana Santa y decir que ella se va de vacaciones porque aquello le parece un teatro… saltan las alarmas.
¿De qué estamos hablando en el año dos mil diecinueve? Es espantoso que esta o cualquier persona tenga que rendir cuentas por opinar lo que le salga del mismísimo alma. Pues, hasta la fecha, a la ciudadanía se nos ha presupuesto un mínimo de capacidad mental para saber que, aunque en tu parcela privada o pretérita tengas una opinión particular, vas a poder gestionar con total solvencia tu trabajo en el ente público.
Pero quizá ese aspecto haya gente que no lo entienda. Básicamente porque no lo pone en práctica. Y es que hay personas que, a quien piensa distinto, escupe al pasar. Y eso acaban de hacer ahora mismo algunos con Rocío Ruiz. La política naranja se ha llevado un rapapolvo gratuito, innecesario y sobre todo bastante pobre. El otro lado de la triple entente ha quedado en un leve silencio. Nadie ha querido alzar la voz para decir un sencillo “Más tranquilos con las exigencias chavales que no estamos en el 53”. Pero no ha sido así. Hemos tenido que presenciar cómo la señora escribía un tuit a modo de niña de doce años pidiendo perdón a sus papis por si ha ofendido.
Y he de decir que, en mi caso, cumpliendo con los requisitos básicos del Voxtante ejemplar, no me ha ofendido lo más mínimo el artículo de esta señora. De hecho no es la primera ni la última vez que alguien lo dice. Y seguirá sucediendo. Y no será más que una prueba evidente de que ni es oro todo lo que reluce ni por fuerza a un andaluz le tiene que encantar la Macarena por calle Feria y el Cautivo cruzando el puente.
Basta de hegemonías cutres de pensamientos cuando hay tanto por hacer y mejorar en Andalucía. Pero todo apunta a que no será ni la primera ni la última vez que nos demos de bruces con estos asuntos. Ya lo comprobábamos en la charla en la que los medios preguntaban a Abascal por una serie de cuestiones básicas de cualquier proyecto de gobernante y sobre las que no tenía ni la más remota idea. Salvo en una: en decir viva España. En ese caso no había dudas. Todo quedaba claro y nítido. Y la gente aplaudía sin cesar. En eso hemos convertido parte de nuestro nuevo gobierno andaluz. En lirili sin nada de lerele. Así que seguramente nos toque capear el temporal.
Sea como sea, y ahondando en el ámbito socioreligiosoculturalmoral -pó- que supone a la Semana Santa, habría que comenzar a encender alarmas cuando la piel del cofrade medio siga siendo tan fina como el ala de una mariposa. Básicamente porque es ridículo, roza lo patético y da pistas de por dónde anda el nivelito del personal.
Pero todo ello tiene un trasfondo bastante complejo para la supervivencia de este tipo de asuntos y precisamente serán los de los golpes en el pecho los culpables de su muerte. Quizá haya que comenzar a reconsiderar que la mejor manera de proteger algo no es alzando la voz, señalando con el dedo y haciéndose el mártir. A lo mejor os deberíais comenzar a plantear que haya cosas que solucionar y mejorar. Y que si muchos apuntan hacia una dirección, difícilmente el camino esté para el otro lado.
Una crítica sobre la posibilidad de que la Semana Santa esté vacía de aquello de lo que tuviera que estar llena debe ser una llamada de alerta pues, si alguien te alerta de una mancha en la camisa, lo más probable es que tengas una mancha y no que te quieran humillar o atacar.
Ante este hecho de la Consejera, son muchos los que apuntan a nivel de confrontación y defensa, la retahíla ya clásica de: “Que diga lo mismo de Mahoma” y ante eso la respuesta es bien sencilla: No, porque me la juego. ¿Quieren los que señalan a la Consejera que la Semana Santa se ponga a ese nivel? ¿Es sagrada una Cofradía? ¿Más que la propia libertad del individuo para opinar con respeto de lo que le venga en gana? Ni loco. Lo primero es una opción. Y lo segundo un derecho. Y si esta señora -de la que no sé lo más mínimo- decidió escribir tal osa sobre su percepción de la Semana Santa pues bien por ella. Y se podrá estar a favor o en contra -yo creo que no sabe de lo que escribe aunque algo pueda ser verdad- pero jamas debemos permitir que se obligue a pedir perdón a una persona por opinar mal sobre las Cofradías.
¿Saldría Abascal and company si el artículo fuera criticando la cabalgata del Orgullo Gay o unas feministas con los pechos al aire dando volteretas por las calles? Yo me aventuraría a pensar que no. Pero creo que no debe pasar nada. Habrá cosas que nos gusten o no. A mí un concurso de Drags Queen en el centro de Málaga a las ocho de la tarde no me parece una cosa bonita ni propia. Y la puedo criticar en mi ámbito o parcela pública o privada. Y al contrario, habrá quien considere que sacar una Virgen con collares de oro resulta una aberración. ¿Y? No pasa nada. Que cada uno se ponga el disfraz que quiera, critique lo que considere y haya paz. Todo lo que salga de ahí…pan y circo.
Viva Málaga.
Más razón que todo el santoral católico; pian pianino estamos volviendo al «pensamiento único» del franquismo de nuestros pecados al tiempo que las cofradías, sobre todo en Málaga y Sevilla, están alcanzando más cuotas de poder que en los felices años de la dictadura.
Mal que les pese a algunos, estamos en el Año de Gracia de Nuestro Señor de 2019, siglo XXI de la Era Cristiana, y, tras muchos años de «ordeno y mando» -también por parte de la Iglesia Católica- hemos alcanzado un cierto derecho a llamarle al pan, pan, y al vino, agua, pero da la impresión al menos a mí) de que en los años 80 había más Democracia que ahora. Igual soy un «esnortao», pero creo que la involución es evidente.
Que el Supremo Hacedor nos pille confesaos.