El Episcopal de Málaga

8 Dic

Resulta difícil valorar el cambio de Málaga en estos últimos años. Sí. Y puede resultar una reflexión extraña pues son miles los elementos de la ciudad que vemos y percibimos con una vida extraordinariamente corta. Pero es, por ese mismo cambio pasmoso, que llega incluso a suceder que no seamos capaces de saber de cuándo es la Málaga que ahora vivimos ni cuánto perdurará en el tiempo.

El cambio del cambio cambiante. En eso y de eso vive nuestra ciudad que se colapsa ya con un suspiro y  tiene en lo efímero el oxigeno que da vida a su pulmón: el turismo.

En este escenario de ciudad take away, todo aquello que sucede más allá del visitante y que suscita el mínimo interés por el ciudadano medio malagueño o andaluz, adquiere de inmediato un valor superlativo.

Son pocos los espacios dedicados al malagueño y sus gustos. Son mínimos los lugares en los que se cocinen elementos pensados antes para el paladar autóctono que para el foráneo. Y menos aún, siendo éstos iconos singulares de nuestra ciudad.

Raro es toparse en la ciudad de Málaga con algo que tenga el más mínimo atisbo monumental sin que esté exprimido, explotado –y en según qué casos ultrajado- para convencer al turista antes que para sorprender al vecino.

Pero siempre existen excepciones que provocan una extraña sensación de orgullo que, en Málaga, pocas veces tiene la suerte de aparecer. Una de esas excepciones es uno de los grandes monumentos de la ciudad. Lugar de culto. Y de cultos. El Palacio Episcopal de Málaga.

Los ingredientes son contundentes: Un enclave superlativo –no existe ninguno mejor en la ciudad-, un edificio que es monumento y a través del cual puedes conocer un pedazo importante de la historia contemporánea de Málaga y un proyecto que impacta al visitante porque no siempre se encuentra lo que de primeras pudiera creer que alberga su interior.

La sociedad, los medios y un tráiler de arquetipos predefinidos por la vulgaridad de pensamiento llevan a gran parte de las sociedades a relacionar la Iglesia y sus proyectos con un modelo único de actividad.

Craso error –aunque común- pues tras las muros de muchos de los proyectos del Clero se encuentran los mejores –y en algunos casos únicos- proyectos potentes relacionados con el arte y la cultura promovidos en su totalidad con capital privado.

Se suele decir que la cultura es deficitaria. Pero se asume pues es un bien común y necesario. Pero fíjense si esa cultura del déficit se sustenta con esfuerzo privado. La cosa cambia y el esfuerzo resulta sobremanera extraordinario.

Y eso, sucede en el Episcopal. Uno de los lugares de creación, promoción y divulgación de la cultura que lo siembra una entidad privada. Mire a su alrededor. Piense en los museos y salas culturales. Y haga un listado. Y comience a analizar. ¿Cuántos le salen independientes? Pocos. Por no decir ninguno. Por eso, si cabe, el proyecto cultural de la Iglesia en Málaga tiene más valor.

Casi un lustro de culturas. Y artes. Entrelazadas y con distintas versiones. Desde las muestras más clásicas con potentes salas cuajadas con los valiosísimos fondos artísticos y patrimoniales de la Diócesis de Málaga hasta temporales de arte contemporáneo con colecciones de proyección internacional como la de Roberto Polo con Bárbara Rose.

Mezclas que convencen porque dan credibilidad a un proyecto hecho sin boatos. Sin personajes extraños de altas nóminas y poco esfuerzo de los que pululan por el mundo de la cultura y los museos. Con referencias claras a la hora de dar pasos y con proyectos honestos, claros y sin confetis.

El Palacio Episcopal es genial. Y su movimiento también. Por eso se disfruta siempre. Ya sea apreciándolo como monumento, escuchando a Málaga a lo lejos desde sus patios aún estando en el mismo corazón de la ciudad o respirando su alegría en las grandes citas como la pasada intervención del gran Ernesto Artillo en la noche en blanco.

Es un gusto ver cosas así salir de la Iglesia. Esa que se mira con lupa para infinidad de cosas y que en este caso sale airosa en todas las ocasiones. Aún cuando se aprieta el gatillo del dardo envenenado de mensajes trillados pero desaparecen ante el sentido común y los criterios artísticos y profesionales que disipan cualquier duda o movimiento sospechoso.

Debemos estar de enhorabuena pues Málaga cuenta con un espacio único. Abierto a todo. Y a todos. Y con las miras puestas en su quinto aniversario con algo extraordinario. Pues Pedro de Mena regresará a Málaga mientras roza los cuatrocientos años de historia y legado artístico mundial.

El diecinueve será el año de Mena en nuestra ciudad gracias al Palacio Episcopal.

El diecinueve será el año del Palacio Episcopal gracias a nuestra ciudad pues son sus gentes quienes lo mantienen vivo.

¡Qué arte el de los Curas!

Viva Málaga.

Una respuesta a «El Episcopal de Málaga»

  1. Al fin un artículo bueno, equilibrado y justo sobre la labor, enorme, y la presencia de este Palacio-Museo en el panorama cultural y artístico de nuestra ciudad. Además de la antológica preparada para el 2019, lleva años en la vanguardia museística de Málaga y sin ninguna subvención oficial, más que ayudas de distintas entidades y el trabajo incesante y responsable de una magnífico y joven equipo directivo que encabeza D. Miguel Angel Gamero
    Enhorabuena y ánimo

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