La Caravana Electoral Malacitana

7 Oct

Ya va oliendo a elecciones municipales y eso se traduce en que, de un momento a otro, la ciudad empieza a modificarse de manera extraordinaria para lucir, supuestamente, sus mejores galas. Este sistema, más viejo que el hilo negro, es una herramienta usada por los políticos en el poder para hacer ver a los ciudadanos que trabajan muchísimo por la ciudad.

En el caso de Málaga, tuvimos -hace relativamente poco tiempo- un pequeño leve destello que nos hacía pensar que ya arrancaban los motores del engaño pues empezaron a reparar y re pintar algunas calles y avenidas de la ciudad. Desgraciadamente, poco después supimos que se trataba de un parche para que, al paso de la vuelta ciclista -y su consiguiente muestra por la televisión-, la ciudad pareciera una moderna urbe perfectamente cuidada y para entrar a vivir.

Nuestro gozo en un pozo y es que somos muchos los que nos lamentamos del estado de nuestra Málaga más allá del tour turístico que ven los extranjeros cuando aparcan por aquí. Y resulta un truco evidente al que todos nos hemos acostumbrado y que, incluso, esperamos con ciertas ganas pues lo hemos asumido como una mejora de calidad local con el mal menor que son las elecciones.

Pero ahora parece que sí. Que todo empieza a rular de verdad y comienzan las grandes obras para que Málaga luzca como uno de los grandes jueves del año. Aunque hay algo que quizá se haya ido un poco de las manos. Y es que la parálisis absoluta durante tres años combinada con una traca final de constructoras acaba convirtiendo la ciudad en una verdadera urbe desagradable, imposible y manifiestamente inútil. Y eso es Málaga ahora mismo. Lo que en Córdoba se conoce como un pego. Un desastre. Un caos. Un lío. Un incordio. Un atasco con patas. Y eso, queridos dirigentes, no es de ninguna de las maneras positivo para nadie.

A día de hoy, haciendo un pequeño análisis del estado de la ciudad, resulta del todo imposible encontrar un punto en el que Málaga se encuentre en buen estado o donde, aún estando viejo, resulte ágil y fácil de transitar para el ciudadano. Y eso es, en gran medida, fruto de la irresponsabilidad y de la falta de tacto de quienes mandan con los ciudadanos.

Importamos tres pepinos y la prueba de ello es que, siendo nosotros los tutores y el gobierno municipal nuestros alumnos, se dedican a hacer pellas durante el curso y se ponen a trabajar en el último minuto para cubrir el expediente. Y es patético. Porque parece que nos hacen un favor por arreglar las cosas cuando nos fríen a impuestos -muchos de ellos injustos y más que reprobables- y además los empiezan al filo del pitido final para que nos quedemos con el saborcillo de boca para después pedir más.

Pero en esta ocasión no ha salido bien la jugada. Y Málaga ha colapsado. Y han creado, sin saberlo, un nuevo concepto de la caravana electoral. Porque hasta ahora dicho término nos hacía pensar en una furgoneta llena de políticos por las carreteras de nuestra patria verde y morada. Pero no. Ahora la caravana electoral es la que te comes en el Paseo del Parque, de los Curas o Muelle Heredia. Eso sí que es una caravana electoral. Un atasco mental de los políticos que nos deja atrapados a diario por sus ansias de poder y de los cuales nos acordamos mientras gastamos embrague y perdemos el tiempo.

No hay que ser un lumbreras para saber que los regalos agradan al cliente. Pero criaturas, no me regales un pico y una pala. Dame las cosas poco a poco. Que así se agradecen más. Y se disfrutan de otra manera. Porque de lo contrario todo se acaba convirtiendo en un desastre entre excavadoras y ladrillos.

El metro eterno, la plaza de la Marina, el despropósito con el Marqués de Larios de Benlliure, la peatonalización de la Alameda, las obras en el parque y el Ayuntamiento y los chapús varios alrededor han convertido la famosa almendra del centro histórico en una nuez con cáscara dura de hormigón y cemento para intentar rascar algún voto ante las últimas elecciones de nuestro querido alcalde.

Quizá este modo de trabajar con el electorado es cosa del pasado. Quizá vaya tocando dosificar el cariño para que uno se lo llegue a creer o para que, al menos, no acaben saliendo chapuzas demenciales como la obra de la plaza de la Merced cuyo pavimento tiene más en común con las zamburguesas de Humor Amarillo que con la calzada de una ciudad potente.

Las prisas son malas consejeras. Y toda la que ellos tienen por hacer obrillas son las que nos roban a nosotros pues somos incapaces de movernos por nuestra ciudad con un mínimo de agilidad y nos hacen vivir en un atasco continuo.

Piensen bien en lo que están haciendo. Porque si “por mejor” nos lo hacen pasar mucho peor, no sé hasta qué punto les va a salir bien la jugada. Mientras tanto, seguiremos padeciendo las calamidades horarias que nos obligan a ir a paso lento y observar con detenimiento el césped artificial de las medianas, los baches en el suelo y lo sucio que está todo.

Aunque se ve que eso no corre prisa. Mejor ladrillos. Y que continúe la caravana electoral. Esa que nos lleva por Málaga más lentos que Falete yendo a contracorriente.

Pero seguid así. Que la reforma importante, la de verdad, la que puede cambiar todo, es la que dan las urnas. Y ahí sí que puede quedar atascado más de uno. Y acordarse del caos ajeno al que nos llevaron sus intereses.

Viva Málaga

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