La ordenanza de convivencia ciudadana es un saco enorme de cositas que, se supone, crean, actualizan y mantienen los políticos al mando de Málaga para el mejor funcionamiento de la urbe y la mejora de la calidad de vida del ciudadano. Una cosa idílica y preciosa que, a veces, suele funcionar regular.
En breve, en el Ayuntamiento, se celebrará la comisión de pleno de economía y será en ella en la que se debatan las alegaciones presentadas, siendo éstas del Partido Socialista y Málaga ahora.
La enmienda planteada por los socialistas, con Daniel Pérez a la cabeza, pretende incluir de manera tajante y directa la prohibición de la prostitución. El artículo propuesto dice así: «Queda terminantemente prohibida la prostitución, entendiéndose esta como solicitud, negociación o aceptación, directa o indirectamente, de servicios sexuales retribuidos, en cualquier espacio de la ciudad. Estos servicios deberán ser sancionados en la figura de clientes y proxenetas».
Tras leer varias veces el artículo, no se encuentra fisura alguna. No aparecen fugas de sentido común ni falta de coherencia. La prostitución es algo complejo y el primero paso para darle solución pasa por eliminarla de los lugares públicos.
Pero cuál es la sorpresa cuando nos topamos con la respuesta municipal que viene a decir que, no se está tratando ese asunto ahora mismo y por lo tanto la cosa quedará como está. Curiosa respuesta para un ejercito de personas que, se supone, trabajan sin descanso para que todo funcione bien con los mecanismos de mejora de la convivencia de la ciudad.
Bien pudiera parecer que, en principio, no interesa dicho asunto y por lo tanto no se va a tratar por ahora. Sin embargo, sí que se hace especial hincapié desde los que parten el bacalao para controlar los teje manejes que se forman en las puertas de los negocios de compra y venta de artículos usados pues, al parecer, molesta sobremanera a los vecinos.
Es decir, vender una tele en la puerta de Cash Converter nanai de la china. ¿Prostitutas? Sin problemas. Y lo afirmo de tal manera pues, aunque la normativa al respecto indica que queda prohibida la prostitución “no puede ejercerse a menos de doscientos metros de colegios, parques infantiles, zonas residenciales o zonas en las que se ejerzan actividades comerciales o residenciales”, es por todos sabido que se sigue “haciendo la calle” en numerosos puntos de la ciudad incluido un clásico: El “Soho”. Ese barrio de las artes que fue una ruina y que sigue manteniendo a las prostitutas paseando tranquilamente por concurridas calles como San Lorenzo o Trinidad Grund. ¿No las ve el Ayuntamiento? ¿Nadie de la Policía Local discurre por la zona cualquier día a eso de las once de la noche? ¿Quizá suceda que no se dan cuenta que son prostitutas y se piensa que son turistas buscando un museo o artistas del malabarismo con bolso en busca del teatro en el que van a actuar?
Todo apunta a que no. A que se sigue permitiendo de manera no escrita la prostitución en Málaga. Y lo sabe cualquiera. Y lo saben ellos. Pero por alguna razón que se desconoce, no se toman las riendas de un asunto que proyecta lo peor de una ciudad, su cultura y nivel educativo -sin entrar en la ambigua y personal moralidad-.
Y es por eso que resulta ridículo que se esquiven de mala manera situaciones de este tipo con la mano derecha cuando, con la izquierda, se está vendiendo una moto del todo incoherente. Málaga, ciudad genial, maravillosa, culta, abierta, que promociona los museos participativos, que es ciudad amiga de la infancia según UNICEF, que es muy noble y benéfica… pero que permite que mujeres, en su gran mayoría padeciendo la explotación más cruel dentro de círculos de mercadeo de personas, sigan vendiendo su carne en las calles de la ciudad. Porque existe. Porque lo siguen haciendo. Porque los polígonos industriales al caer la noche son verdaderos mercados públicos de la venta de personas. Y todo sucede mientras se dan premios y palmadas desde las concejalías con la igualdad y el apoyo a la mujer como banderas pero con la vista puesta en la red social de turno y no en el verdadero problema latente. Y es que así están permitiendo que nuestras calles sean cada noche un pequeño prostíbulo bajo el amparo de todos.
Por eso, hay que lamentar la pasividad de nuestro ayuntamiento ante una situación real del todo improcedente. No será Málaga quien cambie el rumbo y designios de la sociedad mundial al respecto de la prostitución. Pero sí que puede posicionarse de manera directa y clara ante algo que es del todo negativo. Que la prohíba ya. Que sea sancionable la prostitución en cualquier calle de Málaga, ya sea en el quinto infierno o en calle Córdoba. Que se multe a quienes la ejercen. Que se sancione a quienes la consumen de esa manera. Que se coloquen cámaras, focos e incluso señales. Que se sepa quién sigue haciendo la salvajada de bajar la ventanilla para alquilarse a una persona y profanarla a cambio de dos pesetas asquerosas.
Seguirá existiendo. Qué duda cabe. Pero será de otro modo. Con las aplicaciones móviles. Con esos “hoteles” que dan tanto colorido a las carreteras y que son la vergüenza nacional. Pero mientras, que sea Málaga la que tome las riendas de algo que está en su mano. Y se prohíba en sus calles la prostitución. Pues, de lo contrario, será un actor más de esa película repugnante.
Y su complicidad seguirá teniendo a muchísimas mujeres en las cárceles que conforman nuestras travesías. Y seguiremos pasando y viéndolas. Y continuaremos la marcha sin darnos cuenta que acabamos de cruzarnos con una esclava de nuestro siglo que, bajo amenazas y calamidades, vende su cuerpo ante la pasividad de todos nosotros.
Y se acaba de intentar dan un gran paso. Pero no se va a poder. Porque ese tema no toca ahora. Ya si eso otro día… Porque hay asuntos más importantes que tratar. Como, no sé, organizar una feria de la tapa o una pasarela o algo… Que eso da caché. Y se puede una hacer fotos en la primera fila con sus colegas…
Pero algún día pasará algo malo. Y todo serán lamentos. Y saldrán muchos políticos con un lacito para aparecer en la tele. Como si les importara el asunto.
Y aquí, en nuestra ciudad, los políticos siguen culpando a otros sin saber que, con ello, están renunciando a su poder para cambiar.
Hagan algo. Y acaben con esta infamia.
Viva Málaga.