Hace muchísimo tiempo, años, que aquí mismo escribía al respecto de la falta de tacto que el Partido Popular tenía y tendría con nuestro alcalde, Francisco de la Torre.
El motivo de dicho desacato giraba en torno a la falta de vergüenza de la entidad a la hora de ofrecer el mejor de los finales a alguien que, de manera sobrada, ha regalado al partido grandes réditos electorales amén de sonados grados de categoría y nivel social, cultural e intelectual en un partido plagado de bultos sospechosos con la mente puesta en la cartera y lo ajeno mucho antes que en el fin real de la carrera política.
Aún así, son dos las legislaturas en las que quedaba en cuestión su participación pues eran muchas las voces que apuntaban a que su turno había pasado. Era hora de descansar y salir entre vítores de todos -sin diferenciar colores en la mayoría de los casos- y dar por finiquitada una etapa positiva como alcalde de una gran capital europea.
Pero no. Eso se quedaba para lo idílico y no en lo real. Y es que el partido ha seguido exprimiendo al máximo la figura de Francisco hasta límites insospechados y siempre cuestionados. ¿El motivo? Seguir ganando elecciones. ¿El objetivo? Que no vayan a la calle y tengan que desalojar algunos despachos. Básicamente en eso reside todo.
Y por eso seguimos teniendo a nuestro alcalde en activo puesto que, aún siendo aceptable, cada vez se nota más la necesidad de un recambio más joven y con otro tipo de miras para gestionar una ciudad de estas características.
Pero volvamos a lo anterior. Al miedo al desalojo. Y a los motivos que hacen que siga ahí Don Francisco. Porque algo ha pasado. Y se ha abierto un tarro feísimo en los últimos días en nuestra ciudad que dan mucho que pensar. Y es que hace poco conocíamos las posibles injerencias en urbanismo por parte de agentes externos que recibían favores y tratos superiores a cambio de ciertos asuntos.
Y, qué casualidad, a nadie ha pillado de sorpresa dicha noticia.
Este primer capitulo parece ser un pequeño abrebocas de lo que está por venir sobre trasteos ilegales, inmorales y motivadores de dimisiones en el ayuntamiento en general y en la sede de urbanismo en particular. Y eso hará que, de manera irremediable, Francisco de la Torre acabe marchando o siendo expulsado ante las urnas por los ciudadanos. Y es, llegados a este punto, en el que muchos nos planteamos qué necesidad tiene este buen señor de llegar a dichos extremos a estas alturas de la película y con el currículo y el bagaje más que despachado. Yo se lo adelanto: ninguno.
Ante este tipo de situaciones con poco sustento lógico, lo natural sería comenzar pensando en la posibilidad de que pueden existir intereses ocultos en su ser para querer seguir en el cargo. Pero es ahí, cuando todo se desmorona pues, más allá de los mil millones de errores cometidos, es por todos sabido que difícilmente el señor de la Torre siga ahí por algún interés espurio y oculto.
Descartada pues esa teoría, solamente nos queda pensar que aquellos que permiten todo esto son meros tesoreros de cientos de pufos internos que prefieren mantener todo como está antes de que nadie, de dentro o de fuera de su partido, meta los hocicos en su charca.
¿Ejemplo? El que ahora nos tiene a todos consternados y recién salido del área de urbanismo. Falta surrealista de personal, dedismo profesional, actuaciones sospechosas, opacidad absoluta y en la cúspide del poder alguien que, hasta la fecha, ha dado pruebas más que sobradas de su incapacidad e insuficiencia como para dirigir realmente un departamento de tal magnitud: Francisco Pomares. El concejal.
Es por eso que, pensando de tal forma, las cuentas salen sobradas. Con el señor mayor, formal y educado como alcalde y con sus miras puestas en asuntos más peregrinos que de detalle, son muchos los que están haciendo su agosto personal y particular a espaldas del señor De la Torre. Y es ahí donde está puesto el tapón para que nada se escape, ni el propio alcalde, y siga el pozo ciego llenándose de porquería.
Pero parece ser que llegan las fugas. Y empieza a dar señales de vida un hedor que muchos imaginábamos e incluso veíamos pero del que nunca hubo quien se atreviera a hablar. Y quizá sea el momento de hablar con Don Francisco. Y que se dé cuenta que todo el mundo en su entorno no es como él. Y que hay gente con bajas capacidades ejerciendo cargos de enjundia. Y eso les lleva a acabar pecando. Y en el pecado va la penitencia de quien lo comete. Pero en política no. Y será el alcalde el que acabe tragando el cianuro ajeno que muchos están produciendo de manera imprudente a cambio de un puñado de dólares.
Somos muchos los que dudamos de Francisco de la Torre como individuo que trinque de aquí y allá aprovechando su cargo. Somos muchos los que dudamos que todo lo que está saliendo sobre el urbanismo en Málaga sea mentira. Y por eso está llegando la hora real de nuestro alcalde actual. Y quizá no haya que esperar a las elecciones para marchar. Porque no será un final justo. Y porque, de seguir desarrollándose el asunto, serán las propias ratas del partido las que acaben empujando al abismo a un buen hombre con tal de mantenerse.
Piensen. Que queda mucho por saber. Y el desenlace de De la Torre puede ser injusto y doloroso a partes iguales. Y no sería adecuado que su epílogo fuera tan cutre. Pero no deja de ser el responsable último y primero de todo lo que suceda en su casa. Por eso todo abruma ahora mismo. Porque lo que pudo haber sido, dentro de poco tiempo jamás será definitivamente. Y en el camino quedará hombre al que, no saber marcharse, le costó su reputación sin darse cuenta de que, quienes le encumbran, están tapando sus miserias. Y quienes esperan su caída, aguardan para que con ella se lleve toda la porquería que saben que no conoce ni de la que es responsable.
Es hora de partir. Todos lo agradeceremos pues a algunos de su partido les vendrá muy mal. Y su tierra le observa. Y se lo ruega.
Viva Málaga.