Con la resaca de la feria aún haciendo estragos en la ciudad, se suelen hacer balances locales del impacto de los días festivos en Málaga en ciertos círculos de opinión. La suciedad, el impacto del turismo y el doble rasero municipal a la hora de tratar a la gente, según si tenga un bar o no, son algunos de los temas más tratados en estos días. Pero hay algo que sucede cada año en feria pero de lo que se habla poco: Los toros y La Malagueta.
Málaga siempre ha sido una ciudad de aficionados. ¿O no? Y La Malagueta es una plaza con criterio. ¿O no? Y aquí se vive la fiesta nacional de manera muy especial. ¿O no?
Esas dudas sobrevuelan constantemente sobre una fiesta que está cogida con alfileres y cada vez con mayor peligro de caída. Pero nadie dice nada. Nadie quiere ver, mirar ni entrometerse en el asunto. No se sabe si por miedo. Por pocas ganas de meterse en una berenjenal o simplemente por apatía local. Pero la realidad es una muy distinta a la que vemos en los periódicos.
Empezando por lo delicado del asunto de la tauromaquia, todo se convierte en un empedrado descascarillado que plantea bastantes dificultades.
Huelga decir que, conforme la sociedad avanza y el mundo evoluciona, lo de los toros va teniendo cada vez menos sentido. Somos muchos lo que en multitud de ocasiones hemos acudido o seguimos acudiendo a ver las corridas de todos pero con cierta alarma interna sobre si lo que presenciamos se corresponde con el mundo actual.
Ante esta reflexión animalista, siempre suele perdurar la cordura, el entendimiento y la necesidad de una evolución desarrollada del producto para ir actualizándolo a los nuevos tiempos. ¿Toros? Sí. O al menos eso creo. Pero seguro que no en el formato y forma actuales.
No tiene mucho sentido que nuestros mandatarios no se pongan a trabajar sobre ello en una ciudad que cuenta con la enorme contradicción de plantarse y proyectarse como ciudad que, por ejemplo, no permite los circos con animales por ser algo malo, negativo e injusto pero sin embargo que plantee una feria en torno a una plaza con corridas de toros con la sangre y estoconazos a animales que eso conlleva.
¿Tradición? Seguro. La misma que pudiera tener Ángel Cristo cuando jaleaba con el látigo para que el león, el tigre o la mezcla de ambos -el ligre- su subiera al pedestal. Y con esto no quiero comparar la tauromaquia con el circo de los leones pero sí pudiera servir para plantear la necesidad de que la ciudad se forme un criterio firme, estable y con cierta lógica sobre los animales pues de lo contrario tendría un sentido bastante destartalado.
Quizá por ello, desde las instituciones públicas, que se prestan a esto de los toros y el meneo de las plazas -con sus buenos dineros de por medio-, podrían comenzar por sentarse y organizar el asunto de una manera más actual.
De esta manera, bien pudiera convertirse la tauromaquia en Málaga en algo un poco más especializado, sintetizado y con ciertas garantías.
¿Para qué tener una feria con ocho corridas de toros que suelen pasar sin pena ni gloria en la mayoría de los casos pudiendo centrarse en la mitad o menos pero con cierto nivel y aumento de la probabilidad de fortuna?
¿Tanto dinero ganan como para poner ocho corridas? Pues no lo sé. Y parece ser que nadie lo sabe. Porque no existe un empresario taurino que diga que ganan mucho dinero con esto de los toros. Ellos siempre están tristes. Taciturnos y enfadados. Pero después sacan las espadas -y en algunos casos las navajas- cuando se trata de hacerse con el poder en una plaza de toros sea donde sea.
Raro raro raro. ¿O no? Pero partiendo de ahí, de controlar al empresariado taurino, podría comenzar a crearse en Málaga un concepto nuevo de la tauromaquia. Algo similar a los hoteles céntricos, pequeños pero con mucha calidad. La Malagueta Boutique. Un espacio para muchas cosas útiles para la ciudad y su cultura así como para las corridas de toros.
¿Y no quedará el aficionado ansioso de más? Pues no lo sé. Pero lo que sí es comprobable y casi demostrable es que la gente no va a los toros desde hace varios años. El público va cayendo y son cada vez más grandes los huecos en los tendidos. “Pues yo tal día vi la plaza llena…”. Frase común utilizada por muchos para justificar la defensa de los toros. ¿Cuándo, dónde y de qué manera se llena La Malagueta? Pues es fácil de explicar. Y es que esta misma feria no ha habido ni un día de no hay billetes. Algo por cierto ya bastante difícil de ver en cualquier corrida salvo que sucedan cosas muy especiales. Y es que en Málaga la plaza solamente se ve generosa de público cuando las puertas se abren de par en par y se ven asuntos de cuernos de forma gratuita. Y aún así… nada. Pero es que tampoco sucede con las grandes tardes de la feria y es que solamente en la última -y casualmente exitosa corrida de Ponce, Manzanares y Roca Rey del segundo sábado de feria hemos podido encontrarnos con una Malagueta bien rellena de personas.
Es por tanto ésta una prueba evidente de que esto ya no vende como antes. Será por el sistema. Será porque es algo duro y crudo. Será porque no llama tanto la atención. Será por la falta de toreros con pellizco y personalidad. Sí. De esos toreros que hacen coas buenas cuando les cuadran las cosas y no siempre. Pero el público taurino muchas veces se convierte en el propio culpable y responsable de esta debacle que poco a poco vamos presenciando por quedarse parado ante algo que no cuadra y se nos acabará volviendo en nuestra contra.
Mejor tener una plaza menos veces abierta pero siempre llena. Mejor tener mucho lustre y poca morralla. Porque sucede además que, en esto de los toros, cuando se trabaja con buen material animal y con los mejores profesionales, luce todo mucho más y se suelen ausentar los demonios de lo grotesco. Pero de igual manera pasa que, cuando se baja el listón, lo que podía ser plástico y hermoso pasa a ser una carnicería sin sentido y cargada de sopor sanguinolento.
¿Cómo lo podemos solucionar? Cambiando el chip. Desde dentro y fuera. Sin contar con los empresarios pues, a ellos, solamente se les podrá cambiar a base de normativas y pliegos de los dueños de las plazas pues de lo contrario seguirán pensando -como es normal- en hacer el negocio más rentable.
La Malagueta debe cambiar. Conseguir de una vez -tras cincuenta mil millones de presentaciones de proyectos de rehabilitación- que se convierta en un espacio abierto a la cultura y si es posible para el conocimiento y difusión de la tauromaquia. No hay lugar mejor para crear un museo taurino que allí. Intentar protegerla de bares cutres que sigan destrozando su historia. Y lo más importante, trabajando e implantando un nuevo sistema de la fiesta en Málaga. Poco de calidad antes que mucho de mediocridad. Y si es posible, por el camino, levantar algunas alfombras que aún dan coletazos en esto de los toros. Los unos contra los otros y los otros contra los unos. Y el aficionado y las administraciones como testigos inmóviles del asunto. Poco futuro le espera a esto si siguen apareciendo brechas supurando porquería entre empresarios, toreros, ganaderos, presidentes y gente de la fiesta. Pues al final, serán ellos y no los anti taurinos los que acaben con esta tradición histórica que bien gestionada puede seguir durando bastantes décadas.
Que acaben los toros. Que empiece la fiesta. Y consigamos que Málaga sea pionera y coherente. La Malagueta. En formato boutique. Con los tendidos llenos y siendo referencia en ganaderías y toreros. De lo contrario continuará la decadencia. El bajón y el descenso a los tiernos. Entonces todos, aficionados y la propia plaza, le verán de verdad desaparecer.
Y Málaga seguirá con el pan. Pero dejarán de acompañarle los toros. Y lo hará el circo.
Viva Málaga.