Ya está todo el pescado vendido. El jueves se hizo la cuenta públicamente de algo que se venía calculando y oliendo desde hace semanas. El nuevo recorrido oficial de la Semana Santa de Málaga ya es una realidad. Una abrumadora mayoría de Hermandades respaldaron el gran proyecto de esta Junta de Gobierno de la Agrupación de Cofradías y se dio el pistoletazo de salido públicamente a un nuevo sistema que cambiará por completo todo lo que podamos haber retenido en nuestra memoria colectiva y personal durante toda nuestra vida.
La Semana Santa ni vive ni se sustenta de los forasteros. Ellos únicamente soportan parte de pesado carro que usamos para defenderla en muchos casos pues son ellos los que vienen y dejan sus cuartos para vernos procesionar. Pero es Málaga y sus ciudadanos los que llevan la cruz y testigo de esta tradición que tiene en sus raíces su elemento fundamental. Religiosidad apellidada de popular para convertirse en el fenómeno más popular en Andalucía y Málaga.
Y por eso, ante cualquier cambio sobre algo que lleva marcado a fuego los sentimientos personales de cada uno, retumban de manera extraordinaria los corazones alborotados de muchos. Atrás queda desde ya una vida entera de un sistema que nos trae anualmente un alborozo personal por ser de las pocas cosas que Málaga mantiene en su esencia y protege a duras penas. Es emocionante la transformación del centro cuando se acerca la Semana Santa. Conforma un goteo de sensaciones que nos hace entrar en materia por mil y una razones. Desde la más clásica como era la crítica a la horripilante tribuna principal hasta la más sencilla como puede ser ver sillas apiladas en la Alameda Principal.
Pero es evidente que no iba bien la cosa pues, el proyecto presentado para cambiar radicalmente el sistema actual ha tenido una acogida extraordinaria. Solamente cinco de cuarenta y una entidades han presentado dudas y disconformidad. Es decir que la gran mayoría de Cofradías consideran que el sistema actual es malo y que con el nuevo todo será mejor.
Dudas: Miles. Al menos yo. Pues da la sensación que muchas de estas corporaciones han condicionado su voto a aspectos que van más allá del interés individual y general. Hay quien lo apoya porque, de lo contrario, se quedará fuera del círculo de amistad actual. Hay quien lo defiende porque de esa manera tendrá preferencia y un guiño cuando se hagan los nuevos horarios. Y hubo, seguro, quien lo hizo simplemente por no señalarse.
Pero, en cualquier caso, es un cambio de tal magnitud, que bien hubiera sido oportuno que las Hermandades hubieran convocado a sus hermanos para refrendar dicho paso. ¿Por qué? Pues porque todo lo vivido ha pasado desde el jueves a mejor vida. Y si los miembros de una Hermandad son llamados a revista para temas nimios como cuentas, eventos o modificaciones de enseres… ¿No van a ser preguntados por si desean que todo cambie forever de una manera tan drástica? Discutible pues la actitud de algunas de esas corporaciones en las que seis o siete han decidido por setecientos. Discutible y torpe pues se trata de una técnica facilísima la de llamar a los hermanos y de esa manera tener asegurada la nobleza de tu decisión. Y todo sabemos que, salvo cosa extraña, una buena Junta de Gobierno lleva a sus hermanos por el camino que más interese a los primeros.
Pero no pasa nada. Cosumado queda. Con sus dimes y diretes. Con las carcajadas babosas de quienes se sienten vencedores sin saber que en el fondo son marionetas de la gente verdaderamente válidas e inteligente pero acuden a cualquier enfrentamiento como las moscas a las morterásde las vacas. No pasa nada. Consumado queda. Con el anhelo de quien no estaba conforme con el plan pero esperó y esperó a que alguien hiciera lo que él debería haber hecho. Y eso, en Málaga, ya es tradición. Nadie hace nada mientras vemos como todo desaparece. Y sigue sin pasar nada. Consumado ha quedado. Con un panorama patético de los voceros de unos y otros enfrentados en pequeñas pseudo guerras generadas en gran parte por el aburrimiento y lo ocioso de sus vidas.
Consumado. Y con la necesidad de todos para generar ilusión. Aunque cueste trabajo. Porque lo hace y da pena. Incluso duele. Porque se pierden cosas de esas que nos hacen tilín por dentro. Porque habrá escenas que jamás se volverán a repetir y que muchos no éramos conscientes de estar viviendo por última vez. Quizá sabiéndolo, hubiéramos actuado de otra forma al pasar por allí. Al arrodillarnos tras la bendición del Señor o al dar con energías extraordinarias una curva que fue doble y dejará de serlo.
Pero toca ver la cara b de la moneda para los nostálgicos. Quizá el bueno de Pablo Atencia esté haciendo historia pues vayamos a presenciar un cambio a mejor en todos los aspectos y sentidos. Y es que este gran proyecto es evidente que lleva tras él una remodelación generalizada de nuestra estampa en las calles de la ciudad. Se acabaron las tribunas horribles. Se acabaron los atascos y las quejas de muchos. Se acabó, o al menos eso parece, el Jueves Santo del peligro y la inestabilidad por el personal que arrastra la Legión. Y llega con fuerza la Catedral y su protagonismo que muchos anhelábamos. Hay que esperar. Dejar que trabajen quienes han ideado todo. Y ver con miradas de ilusión y compromiso de trabajo y esfuerzo para buscar el bien común. Porque eso, en definitiva, está dentro de las instrucciones para ser un buen Cristiano. Sin embargo, lo que nunca será ejemplar, es la postura de aquellos que esperan desde su atalaya a que proyecten la imagen del fracaso y los malos resultados.
Está en nuestras manos conseguir que este gran proyecto nos cambie para siempre y se eclipsen las penas nostálgicas de muchos. Queda esperar que el trabajo valiente y eficaz de Atencia dé sus frutos. Y deje de ser un recorrido oficial para convertirse en uno oficioso. Con el trabajo real de todos más allá de lo dictado en cualquier cabildo.
Manos a la obra. Por el bien de nuestra Semana Santa. Por nuestro bien.
Viva Málaga.