En unas horas veremos cómo el Ayuntamiento de Málaga aprueba la demolición definitiva de La Mundial. Y hago la apreciación de definitiva puesto que, en realidad, dicho edificio lleva siendo demolido y arruinado durante los últimos años.
El motivo de dicha dejadez extrema no es otro que el de provocar todos los daños posibles -incluidos los visuales- para poder llevar al límite la situación. No le quepa a nadie la menor duda de que si, Dios no lo quiera, un pedazo de La Mundial cayera al suelo hiriendo de gravedad a algún peatón, habría más de uno y dos que en su interior se felicitaría pues habría conseguido lo que desean: echar abajo el edificio para levantar una porquería beneficiosa para algunos.
Pero la realidad es que el edificio está soportando la paliza que le están dando sus enemigos. Aquellos que anhelan el solar pero desprecian su obra. No les interesa ni él ni Málaga. Quieren dinero. Única y exclusivamente dinero. Y son capaces de vender lo que sea necesario para justificarlo.
Y así será mañana. Desde ese momento presenciaremos cómo unas excavadoras se cargan poquito a poco algo que significa mucho más que unos ladrillos. Allá películas. Y es que aquí, en La Mundial, se va a resolver un duelo entre los que mandan, puestos por nosotros, y los ciudadanos que piden de manera exagerada que no derriben el edificio.
Muchos malagueños. Cientos. Miles. Con manifestaciones incluidas. Con peticiones populares. Con recogidas de firmas. Con todo lo posible y más. Y todo para hacer un hotel feo a morir. Un horror. Con un valor nefasto aunque sea de Moneo.
¿Y quién va ganando en la batalla? Pues por ahora el Ayuntamiento gobernado por el Partido Popular. Ellos, encabezados por el Alcalde, son los que quieren que se acabe ya con La Mundial. Pero hace algo menos de un año hubo un gesto de Cassá. El de Ciudadanos. Y votó en contra. Y la gente pensó: oye mira qué bien este señor. Pero no. Falsa alarma. Bluff. Humo -Algo muy de Ciudadanos-. Nada. Cassá quiere Derribá. Y así lo ha hecho saber. Seguramente, dicho giro inesperado responda a cariños escondidos de ambos políticos –De la Torre y Cassá-. Mientras hacían manitas bajo la mesa, uno dijo al otro que lo amaba y fue respondido con un: vale. Sí quiero. Y de esa manera Juan Cassá aceptó gentilmente cambiar de opinión aún habiendo dicho lo contrario tiempo atrás.
Esa es la opción más probable al respecto del asunto. La otra sería que, al haberle cogido el líder (¿?) de Ciudadanos el gusto a los martillos, será él quien personalmente derribe el conjunto de La Mundial con sus propias manos -Espero que por esta pequeña broma sobre Cassá y los martillos no me telefonee su guardaespaldas para regañarme como hiciera antaño-.
En cualquier caso, queda más que patente que se trata de una práctica habitual en nuestra ciudad la de arruinar lo que no gusta o conviene. Así, el resto de fueras políticas, han tomado cartas en el asunto para denunciar y recriminar el desacato absoluto de los servidores públicos a la ciudadanía que reclama sin piedad que no se derribe La Mundial. Este grito en alto ha venido incluso del líder socialista que, de manera nítida, ha mostrado su rechazo ante la actitud del alcalde aún estando implicada la Junta de Andalucía de por medio que, probablemente, bien pudiera realizar algún gesto para demostrar que no serán ellos los culpables de dicho abuso de poder.
Poder. La palabra mágica. La que hace que aún tengamos en Málaga a uno de los peores concejales de la historia de la ciudad y -además- en algo tan fundamental como es el urbanismo.
Pero puede mucho más el poder que Málaga. Puede más tener a un incompetente en las parcelas importantes para poder manejar a placer asuntos capitales o de conveniencia. Puede mucho más la simpatía personal que el bien común. Siempre podrá más el dinero que el aplauso de los pobres. Y eso está sucediendo ahora mismo por aquí.
Nos vamos a quedar con la cara partida todos en un rato. Y no podemos hacer nada. Salvo seguir gritando, pataleando y formando jaleo. Aunque no os quepa la menor duda que no sirve para nada. Antes o después se la cavarán cargando. Porque es lo que quieren y así lo harán. Pero no os engañéis. Que tenemos la llave para solucionarlo en el futuro: votando. Pero para eso tenemos que tener algo más de memoria y no aducir a la urna con pena y lástima por el señor mayor. Que sí. Que es muy bueno. Lo sabemos todos. Pero hay asuntos que no merecen más gestos que los negativos y de castigos.
Málaga no puede ser Málaga a pesar del Alcalde, el pepé y sus adláteres. Málaga tiene que ser una ciudad por encima de las tretas personales de unos y otros para hacer algo que les convenga. Pensadlo. Es fácil. Piensen en cualquier fachada de las muchas que se respetan sustentadas por andamios con la frase clásica: Esta fachada la mantienen por el valor del edificio. Bien. Pues pregúntense: ¿A quién interesa y beneficia derribar por completo un edificio para construir un hotel de unos privados? Pues a los privados. ¿Y si los políticos escuchan a la gente pero hacen lo contrario favoreciendo al privado…? ¿Lo hacen por amor al arte? ¿Por interés general para quienes le dicen que no? ¿O lo hacen por intereses espurios? No creo… je.
Nos han metido un gol. Pero aún estamos a tiempo de salvarla. Montando La Mundial.
¡A la calle!
Viva Málaga.