Abrazafarolas

14 Jun

Este artículo que pasa usted a leer no sirve de absolutamente nada. Realmente bien podría dejar de leer en este instante. Cerrar el periódico, apagar el ordenador o tirar el móvil al cubo de la basura. Porque se trata de una reflexión sobre Málaga y lo que hacen con ella. Un griito al cielo por la cantidad de barbaridades que se aplican en nuestra tierra. Por el desenfreno de la estupidez y por la soberbia surrealista del concejal de urbanismo de nuestra ciudad.

Pero da absolutamente igual. No sirve ni servirá de nada. Porque ahora es tarde -señora-. Pero desgraciadamente viene siendo tarde desde tiempos inmemoriales. Por lo tanto queda meridianamente claro que, hagas lo que hagas, no hay nada que hacer.

Y es que hace unos meses ya tratábamos en la ciudad -y aquí en este periódico también- el asunto esperpéntico que rodea a la remodelación de la Alameda Principal de Málaga. Un proyecto necesario pero cargado de lagunas, inconsistencias y poca transparencia. Todo explotaba cuando, de repente, nos dábamos cuenta que la figura del Marqués de Larios iba a ser del todo manipulada, modificada en el espacio y trastornada de la forma original en la que estaba creada y diseñada por el autor de la misma.

Aquello tuvo una gran repercusión hasta el punto que, familiares del escultor y miembros de su Fundación, tomaron la palabra para denunciar que ese movimiento era del todo improcedente e impropio. Y a tomar por saco. Pero a tomar por saco la protesta. El proyecto seguía y sigue exactamente igual, todo ello con las clásicas ya chuminadas del concejal de urbanismo de nuestra ciudad, Francisco Pomares.

Pero es ahora, en estos días, cuando nos volvemos a tropezar con la realidad del asunto cuando, de repente, aparece en las noticias que van a retirar las farolas que alumbran la alameda. Resulta que el proyecto de la nueva Alameda no contempla ese tipo de farolas -clásicas y bonitas- y las va a cambiar -por un dineral- con unas nuevas de estilo moderno, sencillo -y muy feo- sin tener muy bien claro el motivo de la acción.

¿Pero por qué? Pues por la misma razón por la que se da el martillazo a mil y una cosas en esta ciudad: la permisividad que otorgamos a los que mandan. Sí. Porque si realmente el Concejal de turno supiera que al mínimo desliz se va a la calle por la presión social y popular, aquí no se tiraba sin permiso ni una señal de tráfico.

Pero no es el caso. Y por eso todo pasa, se disuelve y se pone nuevo. Y por eso la plaza de la Merced es una verdadera porquería. Como también lo es la de Uncibay. Como lo es la del Obispo comida de bares y camiones descargando cajas de refresco. Por lo mismo que lo es La Coracha. Por lo mismo que lo es el Pasaje de Chinitas y su Café Teatro. Por el estado lamentable en el que sigue Tomás de Cózar en la que se picaban a escondidas pinturas murales para poder tirar y construir de cero que sale más barato. Por la penosa remodelación de Calle Ancha del Carmen y sus adoquines. Como lo es todo. Por siempre. En Málaga.

Y así, ahora, nos tenemos que comer con patatas una verdadera porquería de remodelación que, si lleva el sello de la Merced, se hará por una millonada, con un resultado nefasto y con el único beneficio de aquellos que salen ganando de verdad: Los de las terrazas de los bares.

Es absurdo eliminar unas farolas tan bonitas de un lugar tan especial sin existir motivo alguno para ello. Pega con los edificios y los mejora -pues la estampa de alguno es para pegarse un tiro-, va acorde con la arboleda -hasta que se caigan por las obras del metro-, son elegantes y de estilo clásico y con cierta personalidad. Pero da igual. Porque se las van a cargar. Para poner una porquería que habrá elegido vete tú a saber quien, con el precio que sea, que se las encarga a tal, que tiene una empresa de cual, y que eso al final te anima las facturas y los presupuesto que no lo sabes tú bien.

Pero no hace falta ni decirlo. Porque es de sentido común. Y todos lo sabemos. Pero lo lamentable de todo este asunto es que, además de tener que padecer este tipo de circunstancias en Málaga, hay que soportar a un empleado y responsable público que tiene en lo alto una soberbia y un estilo tan limitado a la par que bajo que solamente provoca sonrojo.

Habría que tener un mínimo para poder ser Concejal de una ciudad como Málaga y queda claro y patente que este señor no llega al mínimo exigible. No es de recibo tolerar sus declaraciones, sus tonos, sus desprecios y calificaciones ramplonas sobre cosas bastante importantes para todos aquellos que se preocupan por su ciudad -aún si no llevaran razón-.

Y no es la primera vez que Pomares se sale del tiesto. Ni la segunda. Pero da igual. Porque el Alcalde ni lo quita ni le da una voz. Al revés. Dice que bueno… que esas farolas no son tan mayores. Y lleva razón, porque para él una farola con años tiene que ser de las que funcionaban con carburo. Pero el resto de la ciudad contemporánea sabe que no van por ahí los tiros de la modernidad.

Y en esa falsa estampa es Málaga la número uno. Porque se piensan que tirando y poniendo nuevo se es mejor y más moderno -y de camino engordo prespuestos-. Pero es mentira. Porque hay ciudades más modernas y atractivas que nosotros y tienen muchos adoquines. Y hacen obras y los reemplazan. Porque se puede ser moderno con centros históricos antiguos y clásicos. Porque se puede ser moderno con las calles nombradas con azulejos y no con platas de metal con una pegatina. Porque se puede ser moderno con farolas antiguas. Y con bancos de mármol en la Merced. Y con calle ancha como siempre. Y con la plaza de Camas sin estupideces áridas. Porque la modernidad de las ciudades la dan sus ciudadanos. Pero jamás lo harán sus obras. Y menos unas tan malas, feas y catetas como las que hace este ayuntamiento con su concejal gallito a la cabeza.

Pero no queda otra que aguantar, soportar y ver esta tontería constante. Podrían cambiarle el nombre a la ciudad y ponerle uno nuevo inventado. Si total, ya no queda casi nada con personalidad en ella. Y ahora con el asunto de la Alameda se acuerda uno de José María García y los abrazafarolas. Aquí vendrían al pelo.

Pero al final pasa lo que pasa… Que se le dan alas de gusto a quien no sabe ni combinar los colores del atuendo. Y pasa lo que pasa. Y lo que pasa es lo que ya pasó. Nuestra extinta ciudad.

Viva Málaga.

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