No hay nada que pase a día de hoy por las manos del dueño del Málaga CF que no genere controversia, dudas y malos ratos.
Lo último, que no será lo último desgraciadamente, está siendo el asunto de los terrenos destinados a la ciudad deportiva del Málaga. Algo que es necesario, bueno y positivo para la generalidad.
Un equipo de primera división -o segunda si no hay más remedio-, debe contar con unas instalaciones dignas para el buen desarrollo de sus categorías inferiores y así trabajar para que florezca una cantera buena. De igual forma, sin pensar tanto en el deporte mercantilizado, las academias de los clubes son, en muchos casos, pequeños espacios deportivos para que los chiquillos hagan ejercicio y ganen en aptitudes sanas y saludables.
En ese sentido, la ciudad debe trabajar constantemente para dotar a Málaga de instalaciones deportivas dignas puesto que, a día de hoy, las carencias son enormes en estos planos y sigue teniendo una falta significativa de espacios para las prácticas deportivas sin tener que dar el salto a las instalaciones privadas.
En el caso de la ciudad deportiva malaguista, el proyecto y las ideas son cosa del pasado. Y es que desde hace muchos años se habla de la necesidad de mejorar o sustituir las viejunas instalaciones que hay junto a la Universidad.
Nuestra ciudad, por sus características geográficas, tiene limitado el crecimiento a lo ancho si nos fijamos en el litoral. Málaga no se separa por el peñón del cuervo y tampoco lo hace ya por Guadalmar. Todo es uno en pack y solamente el mediterráneo acompaña en ese trío de fronteras visuales. No hay por dónde crecer. Salvo por un lugar. Por la continuación de Teatinos hasta llegar al cementerio. Un espacio construido, por cierto, a sabiendas de que, en algún momento la ciudad llegaría al camposanto.
Todo lo que la ciudad crece lo hace por ahí. Nuevas urbanizaciones, nuevos espacios de trabajo, la continuación de la Universidad o la recuperación de terrenos como los de Intelhorce son los únicos lugares que tiene Málaga para solventar sus problemas de espacio.
Pero hay un lugar “Virgen” -aunque aquello si de algo tiene poco es de virgen teniendo en cuenta el punto de encuentro que es- en el que, casualmente, se ha decidido asentar “La Academia” del Málaga Club de Fútbol.
Arrajainal es lo que tú quieras que sea. Puede ser un estercolero. Un lugar donde cambiar el aceite a tu coche de manera casera y soltar allí todo el desperdicio. Es un lugar de cruising. Un sitio en el que sacar a tu perro sin la correa. El lugar donde aparcar fácil si vas a ir a la playa o ese llano que ves cuando cruzas el puentecito que te conecta con el parque comercial.
Pero Arrajainal también puede ser otras cosas. Puede ser un espacio natural único. Un lugar con historia pues se datan en esa zona los primeros asentamientos fenicios. Puede ser un espacio reservado para los ciudadanos con un hipotético gran parque municipal con una playa magnifica y natural a su lado. O simplemente puede ser el único espacio libre de ladrillo que queda en el litoral malagueño. Un sitio que bien pudiera cubrirse con un fanal y colocarle un cartel que rezara: “Así era Málaga antes de todo”.
Esta disparidad de visiones convierten a este lugar en un terreno de operaciones y guerras que, a destiempo -como todo lo que rodea al equipo de fútbol- que enfrenta a diversos colectivos. Los partidos clásicos apoyan la operación con la boca pequeña. Los más radicales luchan y denuncian para que aquello no se convierta en un regalo al Jeque del Málaga y los fans de éste lo defienden a capa y espada al estilo más cutre de los hooligans de los partidos en redes sociales.
Esta situación tan compleja debería convertir a los mandatarios en meros jueces en un ambiente de calma y reposo mental para llegar a la decisión más propia.
¿Hay sitios más normales y sin problemas en los que construir estos campos de fútbol? Sí. Por ejemplo en cualquier lugar entre Soliva y el Cementerio. ¿Es este gesto de cesión a una fundación propiedad de la familia del Jeque un negocio encubierto? En principio no. Pero nunca se sabe cuando tenemos delante a un empresario poco serio. ¿Hay alguien en contra? Sí. Ecologistas, ciudadanos y personalidades que, también a destiempo, están contando qué se está haciendo en un lugar tan especial como es todo el entorno de la desembocadura del Guadalhorce y Guadalmar.
¿Hay que premiar a Málaga con esas instalaciones? Por supuesto. La ciudad merece que se avance y enriquezca su plano deportivo. ¿Se merece el Jeque este tipo de guiños? De ninguna de las maneras. Un gestor con esa falta de seriedad y respeto a las administraciones -sin entrar en valorar el que le tiene a la ciudad en general- no merece de ninguna de las maneras que se le dé trato de favor alguno.
Pero aquí primero se han puesto las rotondas, se han dado los aplausos y se han regalado los abrazos. Y ahora cuesta trabajo dar marcha atrás. Pero no pasaría nada. Porque cuesta lo mismo construir en un sitio que en otro. Porque todos saldrían ganando. Porque al chiquillo le da igual que su padre coja la salida de Soliva o la de Plaza Mayor por la autovía. Y todos estaríamos contentos. Y Arrajainal seguiría ahí. Muerta o viva. Pero de la ciudad. Sin Jeques. Sin familias del Jeque. Sin fundeishons. Sin Arraijanal-Thani. Y sin miedos.
Viva Málaga.