En la época de la carestía de criterios personales y la escasez de políticos con personalidad, resulta agradable toparse con personas que, más allá de sus ideas, sean capaces de afirmar de su propia cosecha y sin filtros.
Con la llegada de los ¿nuevos? partidos políticos, Málaga ha rebajado el nivel de su clase gubernamental a niveles nunca vistos. De repente han entrado en escena personas que hace pocos años estaban nadie sabe dónde y ahora participan en el cortejo del Santo Sepulcro cada Viernes Santo. Regeneración lo llaman. Aunque yo sustituiría la erre por una letra “de” y me quedaba bastante más conforme.
Entre los nuevos y los adláteres de los nuevos -que son aún peores-, la sociedad política malacitana ha mostrado su cara más cutre. Nubes cargadas de poco criterio y, lo que es más grave, un desconocimiento abrumador sobre Málaga, se han posado sobre Malaka y nos ofrecen un clima bastante triste.
¿Se puede pretender ser alcalde de una ciudad sin ser de aquí y llevando en Málaga viviendo muy poquísimos años? Pues se ve que se puede. Y tan tranquilo se queda más de uno al pregonar a voces lo positivo que sería para nuestra ciudad algo así. Y así, precisamente, nos va a día de hoy.
Pero no es conditio sine qua non que en el carnet de identidad ponga Barcenillas para poder ser un buen político local. Ejemplos miles de personas válidas que, por diferentes vínculos, acaban en la ciudad en la que acaban desempeñando su labor política, teniendo cerca siempre el perfil brillante de Soledad Becerril en su etapa sevillana.
¿Pero qué sucede en Málaga? Que faltan políticos eficaces y carismáticos. Aunque haya que tener cuidado con ellos. Porque hay quien se sube por las nubes. Pero en el equilibrio está la perfección. Esa perfección de quien está formado académicamente, o no, pero vale para gestionar asuntos municipales. Y ahí está ella. Teresa. “La Porras”. “Terepó”. Una concejala potente que destaca del resto de personalidades de su partido y del ayuntamiento por tener de sobra aquello de que lo que la mayoría adolece: Cojo… Agallas.
Y esa capacidad ha vuelto a quedar de manifiesta horas atrás cuando, en un movimiento de ajedrez del bueno, el Alcalde de la ciudad movía y adelantaba la posición de Porras para otorgarle una misión casi imposible: Poner derechos a los de Limasa.
El gran galimatías local lleva años dando bandazos y nadie ha podido meterle mano. Los de fuera porque están fuera y los de dentro porque, ante algo más que salir en una foto, se quedaban perdidos en la selva que es la empresa de limpieza municipal.
Y es que daba muchísima lástima ver al pobrecito de turno recién salido de Nueva Generaciones sentado en una mesa de reuniones con los representantes de los trabajadores con más tiros dados que una escopeta de feria. Y pasaba lo que pasaba. Que se los merendaban.
Pero todo apunta a que, aún quedando poco tiempo -puesto que en un año se convocarán elecciones-, Teresa tendrá margen suficiente para mejorar en parte el entuerto. Lo hará pregonando a la gente por ser tan incívica. Lo hará poniendo firme a más de uno en Los Ruices y calando por encima a todo aquél que pinche algo en esa república independiente.
Y habrá quien se rasgue las vestiduras. Y habrá a quien se le haya indigestado el bocadillo desde que supo que ahora llega Teresa Porras. Y de eso nos alegramos la mayoría de los malagueños. Porque pasamos de mandar a dos muchachos voluntarios de Protección Civil a enviar a las tropas legionarias en misión de guerra.
Pero si a alguien debe asustar el nuevo papel de Teresa es al resto de políticos. Especialmente de dentro del Partido Popular, incluyendo su marca blanca con el asturiano Cassá a la cabeza. Porque todo apunta a que, aunque haya sustos y presiones al principio, Teresa Porras va a mejorar aquello. O por lo menos se pondrá a la altura de los que manejan Limasa y los mirará cara a cara. Y sabrá qué decir. Y qué hacer. Porque está curtida en sus feudos. Y se alimenta de calle. De gente. De meneos sociales. Y sabe manejar a todos. A su votante. A su no votante. A los nuevos. A los antiguos. Y le sale bien la maniobra.
Porque saca votos. Porque arrasa cuando quiere. Y nadie le pregunta cómo lo consigue porque el resultado es bueno. Y todos sabemos que tener a una Porras es algo positivo. Y cualquier partido se la rifaría por su efectividad.
Y ahí está ella. Metiendo el dedo en Limasa para ver qué está pasando allí. Menudilla. Con su peinado perfecto a la hora que sea. Y su sonrisa amable con la que, lo mismo te quiere transmitir que le caes bien como que te quiere matar. Pero tiene personalidad. Y criterio. Y eso a día de hoy vale un potosí. A pesar de los pesares. Aún con los errores cometidos y aquellos que pueda cometer. Y a pesar por supuesto de su personalidad. Esa que le lleva al éxito y también a algún sonrojo. Pero qué le vamos a hacer… si es Teresa Power.
Qué mala suerte que sea del pepé…
Viva Málaga.
Usted no tiene edad para hablar de estas cosas, y ni idea.
Eso sí, el testo es «simpático».