La ciudad lleva a raja tabla lo de ser hospitalaria. Aquí están las puertas abiertas siempre a todo el mundo y eso, en principio, resulta algo bastante positivo.
No tenemos problemas en conceder el título de buena gente y ser humano bienvenido a cualquiera que pise nuestra tierra, busque lo que busque.
Artistas, empresarios, turistas o ciudadanos variados aparecen por Málaga y suelen llegar a la conclusión de que contamos con un encanto singular y nuestro acogimiento es digno de mención.
Los servicios propios de la ciudad están enfocados en su mayoría al forastero lo que nuestras calles sean un escaparate de ofertas para el ajeno en detrimento absoluto del malagueño. No pasa nada. El turismo es una industria y Málaga vive de ello en gran parte.
Aquí tenemos como polígonos industriales, San Luis, Guadalhorce, pero también La plaza del Obispo, Calle Larios o La Merced. Todo correcto. Positivo en líneas generales aun acarreando severas desventajas para el oriundo.
Yendo un paso más, nos encontramos con la gentileza del que, desde fuera, acude a Málaga -no siempre de manera presencial-, para hacer negocios. Un éxito. La inyección de capital externo en la ciudad es el sueño de cualquier responsable municipal pues, en principio, eso debe traducirse en bonanza y riqueza para Málaga.
Lo mismo aparece un señor que construye pisos que lo hace alguien con ganas de promover espacios culturales, museos, centros comerciales o franquicias de hamburguesas. Es lo mismo. Todo es bienvenido y por parte del Ayuntamiento no existen muchas limitaciones al respecto.
Y tanto es así que, si el rico en cuestión, además toca alguna parcela que puede ser sensible para el malagueño o simplemente pone un mínimo de interés, se puede acabar convirtiendo en un héroe nacional.
Como ejemplo de ello tenemos al famosísimo “Jeque” del Málaga que aterrizaba hace unos años en nuestras vidas pues había adquirido el equipo de fútbol de la capital. Qué decir ni contar de “la primera era” en la que la ciudad vibraba con los éxitos deportivos y prácticamente todo el mundo quería hacerse una fotografía con el personaje en cuestión.
Igualmente, desde el principio, eran destacadas las voces que avisaban de la posible Cara B de esta historia y del hombre llegado de Oriente pues no quedaban del todo claras sus intenciones. Y es que llegó un momento en el que parecía que la ciudad iba a presentar un cambio radical pues, pasando por las manos de este señor, mil y una infraestructuras se revestirían de oro y diamantes.
Ante esta circunstancia y con el estilo propio de Berlanga en “Bienvenido Mr. Marshall”, todo sabía a poco cuando de agasajar al Jeque se trataba. Hasta una rotonda se llegó a poner con su nombre en la ciudad. ¡Una rotonda! Sí. Lo que no tienen decenas de malagueños ilustres contemporáneos que han ofrecido y engordado nuestra cultura y el caché propio de Málaga y su nombre pero que no han pisado la parcela futbolística ni de los intereses de las masas.
Conforme iba pasando el tiempo, el personaje iba asomando la patita. Bajaba el listón, las cuentas salían perfectamente y se empezaba a vislumbrar que el negocio no llevaba de la mano un mínimo de decoro con la ciudad. Ausencias, impertinencias y una imagen pública y una actuación frente a proyectos paralelos supuestamente acometidos por este señor nos llevaban a pensar que algo no pintaba del todo bien.
Ante esta situación y con la duda cada vez más latente en el criterio y opinión de voces respetadas de la ciudad, este señor y una gran parte de los aficionados respondían con una dureza importante.
Ataques, insultos, desprecios, mofas, burlas y el uso indiscriminado de la clásica manipulación zafia para jugar a la justificación de las actuaciones de este caballero eran el día a día en la prensa, las redes sociales y la opinión más llana.
Sin ir más lejos, en mi caso, han sido varias las veces en las que he opinado en estas páginas sobre dicho asunto recibiendo siempre un sinfín de ataques, acusaciones de racismo por llamar “moro” al “Jeque” o simplemente la incapacidad de tratar por igual a quien, para mucho de nosotros lo es.
¿Y qué hacía la ciudad acogedora conforme iba desplegando sus alas el inversor? Nada. Al contrario. Continuaban las olas, aunque más discretas. Seguían los premios, los reconocimientos y los aplausos por parte de un sinfín de instituciones sin saber bien el motivo. Quizá alguien pensaba que, tocándole las palmas a este hombre, le recompensarían con un fuerte abrazo y un fajo de euros. Pero nada más lejos de la realidad.
Pero seguían los mordiscos. Y alzabas la voz por lo evidente y te apedreaban. Y un futbolista afirmaba en televisión que “de Jeque no tenía nada” y había quien ponía el grito en el cielo.
Pues aquí estamos. Con un equipo en las últimas y un pie en segunda. Con un presidente que, en lo que a dar la cara se refiere, deja a Puigdemont como una persona valiente y educada. Un señor que ha conseguido que, hasta la mayoría de los más fervorosos defensores, tomen la calle del silencio como dirección única. Y eso es culpa del dueño pero también de la ciudad por no parar de una vez esta situación.
Pero hay algo que va más allá de lo deportivo pues esa parte es siempre cuestionable. Se gana, se pierde, se sube y se baja. Es de lo más normal en el deporte y en Málaga estamos acostumbrados, pero… ¿Qué hay de la educación? ¿Dónde quedan los modales y el respeto? Y es que estamos acostumbrados en los últimos tiempos a observar cómo este señor no hace sino despotricar con total ligereza y soltura sobre aquello que le viene en gana. Le habla mal a nuestro Señor Alcalde. Raja de nuestro Ayuntamiento, de nuestra Diputación o del gobierno autonómico. Llama corrupto por twitter a quien considera. ¿Es necesario mantener a esta persona en la esfera de nuestra ciudad? ¿Málaga tiene que tener a un empresario de ese nivel tan bajo en una de las empresas con mayor impacto social de la ciudad? ¿Es ejemplo para jóvenes y niños ver a un señor diciendo tonterías por internet?
Málaga puede tener un equipo en tercera si hace falta. Pero que esté llevado por gente con un mínimo de categoría. Y es que en los antecesores a esta criatura hay de todo. Desde pillos hasta grandes honrados. Pero casi siempre con la generalidad de la educación, el respeto y los modales hacia una ciudad entera.
Es la hora de acabar con este asunto. Que las autoridades competentes busquen una solución y que se encuentre acuerdo pronto para la partida de este individuo de las escrituras de nuestro equipo -porque de la ciudad no necesita irse ya que nunca está-.
Es una pena, fue bonito mientras duró, sí. Pero ha llegado la hora de decir basta y que “El Jeque” se vaya lejos. Muy lejos. Y tenga los arrestos suficientes para hablar por twitter de las injusticias que pueda haber en su país, sus políticos, el grade de corrupción o las injusticias de su cultura con la misma ligereza que lo hace de la nuestra. ¿Lo haría? Pues eso.
Lo dicho.
Jopo. (A ver cómo le traducen esto para que lo entienda).
Viva Málaga.
Ole, viva Málaga