Qué raros movimientos se ven últimamente en el panorama local. Las sillas parece que tienen mucho calor en el respaldo. Hay ganas de salir en la foto. De hablar más alto que el resto. Son fechas de señalarse y señalar. La actividad es frenética porque no se tiene claro si el gran hombre va a marchar o aún reposará un poco más sus asuntos profesionales y políticos.
Desde fuera y desde dentro llegan mensajes contradictorios. Hay una mesa enorme, muchos comensales, pero solamente queda un canapé. Nadie lo quiere. Todos lo rechazan públicamente –uy qué va, yo no quiero, Estoy lleno-.
Pero es mentira cochina. Están todos enmallados y con ganas de sentarse a la mesa y degustar el rico manjar del poder. Pero no lo hacen. Deben respeto a quien durante años se lo ha ganado. O quizá simplemente necesitan estarse quietecitos para no tener que dar marcha atrás y enfangar el camino.
Sea como fuere, a día de hoy nos topamos con gestos insólitos en personas con aportaciones notables a nuestra ciudad y su provincia que bien pudieran parecer aspavientos algo improvisados sin el sentido común al que nos tenían acostumbrados.
Uno de esos fuegos artificiales que parecen vislumbrarse en el horizonte tiene su origen en la Diputación de Málaga y es que el equipo capitaneado por Elías Bendodo pretende construir algo bautizado como “Centro de Estudios Americanos Bernardo de Gálvez”. A simple vista, al leer el nombre uno se queda en la misma situación que una vaca cuando ve pasar un tren. Igual. Con la mirada perdida ante el abismo del desconocimiento. Algo así como el pan sin sal. Una mezcla especial de sinsabores en la ciudad de la cultura y el arte a base de talonario y con un consumo directo.
En principio no se ve mal el asunto. Al fin y al cabo, una vez metidos en faena, no hay inconveniente en promocionar la figura de uno de esos “Malagueños High Class” que no pisaron la ciudad ni para dar un recado pero que, a efectos prácticos, pueden ser muy rentables económica y socialmente. En el caso de Bernardo, quizá sería más interesante agrupar el asunto en base a la familia, Los Gálvez, pues fueron en su conjunto los que, de una manera u otra y en una posición u otra, los que hicieron carrera en las Américas.
En cualquier caso, es evidente que el desconocimiento sobre este señor en la sociedad malagueña es importante y no vendría mal tener algo al respecto más allá de las estupendas esculturas que se sitúan frente a las Hermanitas de los pobres.
Aun así, son varias las voces reconocidas y con propiedad para emitir opinión detallada sobre el tema los que avisan, comentan y advierten de que tampoco hay mucha chicha para tanta pompa y quizá se esté yendo de las manos el asunto hasta llegar a parecer un padre sin regalos y con una Visa un cinco de enero a las 22:50 en El Corte inglés.
Dicho lo cual y estando siempre a favor de la cultura, la promoción de la historia propia y este tipo de asuntos, el proyecto tiene algunos aspectos que rezuman sinsentido.
Y es que, los creadores de la idea, la han planteado en los jardines de lo que ahora se denomina La Térmica. Sí. El extinto Centro Cívico. Un edificio histórico de la ciudad construido a principios del siglo pasado y que fue, entre otros, hospital de guerra, centro de acogida de las Hijas de la Caridad o lugar de exposiciones –allí vi yo de chico el coche de Batman. Qué día tan hermoso-.
La cuestión es que se trata de un edificio de gran calidad y valor, con una seña de identidad propia y que, aún tratándose de un proyecto poco agresivo, va a tener en breve un picotazo dado para colocar esta historia justo en su puerta.
¿Y es eso necesario? Pues no lo sé. Pero todo apunta a que no pues, al conocer el proyecto, el edificio que se pretende levantar no aporta nada que ya no exista justo a diez pasos.
¿Una biblioteca junto a una bibilioteca? ¿Salas de usos culturales dentro de un centro enorme de uso cultural? Es un viaje de raro. Pero quizá no se haya explicado bien el asunto. A lo mejor se trata de otra cosa y aún está por contar. Pero en principio no parece tener mucho sentido montar algo así en un lugar tan concreto, ubicado dentro de algo similar y con el atrevimiento de llevarlo a cabo quitando la estampa actual de un edificio histórico que tendría desde ahora un triángulo de obra en mitad del jardín.
Pero hay una segunda cuestión y es que, el proyecto, lo promueve la Diputación de Málaga cuyo objetivo es la promoción y desarrollo de los municipios de la provincia. Y da la casualidad que esta familia era natural de Macharaviaya. Pero el proyecto se queda en Málaga capital. ¿Por qué? Pues no lo sé. Quizá sea por facilitar la evidente cercanía de Málaga en comparación con Macharaviaya. Pero no deja de ser curioso que sean los defensores de los pueblos los que emitan esta idea poryectada en la capital.
¿Qué será todo esto? No lo sé. Pero resulta extraño salido de la casa de La Térmica –con idea y proyecto venido de la era del gobierno socialista de Salvador Pendón-, La senda litoral o el Caminito del Rey. Proyectos perfectos con ejecuciones buenas y de sentido común.
Un dineral para algo que suscita poco interés, pegado a un edificio histórico que ya tiene los usos del nuevo y encima poniendo un parche en su fachada.
A mí solamente me cuadran dos teorías. La primera es que sea una apuesta local de cara a las elecciones municipales para que el malagueño vea movimientos buenos de la mano de Bendodo. La segunda es que el Señor Elías y los Gálvez sean familia y por eso quiera hacer un homenaje a su gente. Pero me extraña. He estado buscando y no encuentro a ningún Bernardo de Galvendodo.
Estáis a tiempo de dejar el asunto en un cajón. Nadie se va a enterar y nadie lo va a echar en falta.
Si aquí Gálvez es un Sanatorio…
Viva Málaga.
¿Será por derrochar dinero y comprar votos y voluntades?