Al plantear unas palabras sobre la Navidad, asaltan sin piedad muchos elementos que distan millas de la esencia real de esta festividad Cristiana. Lo que es no era. Lo que era se ha escondido y lo que perdura se resume para la inmensidad en una palabra: pasividad. –por no llamarlo flojera-.
La Pascua Navideña, como la mayoría de las fiestas Cristianas, tiene las bondades propias de nuestra religión que, para bien y para mal, usa la manga más ancha posible de tal manera que, cada uno, se arrima según su interés, ganas y necesidad.
Esto hace que, de manera común, se tome en vano un concepto religioso para mercantilizar hasta los evangelios si fuera necesario.
Sin ir más lejos, en pleno centro histórico, nos encontramos con una bóveda con luces de frigorífico flanqueada por vidrieras inspiradas en las propias de nuestra Catedral. A simple vista parece algo positivo pues se le encuentra sentido el identificar la Navidad con la religiosidad pues son en definitiva lo mismo.
Pero hay que tener cuidado con el uso indiscriminado que se hace de nuestras tradiciones pues corremos el riesgo innecesario de acabar pervirtiendo algo fácil, sano y sencillo.
Observando el mercantilismo más desgarrador con el que cohabitamos a día de hoy, resulta imposible dejar de pensar en la posibilidad de que, en el futuro, la Navidad se convierta en un escenario de mercaderes disfrazados con zurrón y pandereta.
Solamente de imaginar en lo que puede pasar con esta hermosa tradición hace que nos tiemble el alma a todos aquellos que anhelamos una Navidad clásica, próspera y basada en los pilares fundamentales de cualquier Cristiano de grado medio.
¿Qué será lo que nos depara el futuro? ¿Os imagináis la Navidad dando comienzo según manden las tiendas y no el calendario? ¿Pensáis que puede llegar el día en el que la Navidad no aparezca al montar el nacimiento en el puente de la inmaculada sino con algo llamado Black Friday? ¿Presenciaremos en el futuro una fiesta en la que Papa Noel sea más fácil y barato de montar que un pesebre con un niño de Dios con los dos deditos hacia arriba?
Quién sabe si el futuro ya es presente y el pasado una anécdota. Lo que sí sabemos con total certeza es que en esa calle Larios lo que hay es una gran superficie con vidrieras catedralicias escoltando tiendas de bolsos de plástico y bragas a mitad de precio en honor a la nada revestida de Navidad.
Y es por eso que, quizá, debamos crear conciencia para no dejarnos llevar por el empuje duro y errático del capitalismo más voraz o para, al menos, saber proteger de él esas tradiciones que nos hacen diferentes y en la mayoría de los casos mejores personas.
La Pascua de la Navidad se sustenta en una serie de valores que son reflejo perfecto de la bienaventuranza anhelada e idónea de cualquier cristiano: El nacimiento humilde de alguien basado en la donación hasta el extremo. Con padre mortal. Con padre celestial. Con entrega completa de la muerte en vida para darle caza a la propia muerte y poder vencerla.
¿Qué más quieres? ¿Te parece poco que te pongan una fecha en el año para ser bueno y que tú la dediques a todo lo contrario? Pues hay que trabajar en ello.
Para recuperar un poco de la cordura perdida y poder mirar al nacimiento con la cabeza al menos medio alta.
Andalucía es riquísima en valores y tradiciones. Y en Málaga somos pecadores de primera pues nuestro cedazo viene roto desde hace décadas y dejamos pasar demasiada morralla que acaba conquistando nuestro mundo.
Y no es éste un anuncio de vuelta al pasado ni anhelo de lo viejo. Al contrario. No es abrir una vía para volver a la navidad de Alberto Closas y Chencho perdido entre los puestos Navideños de la plaza mayor de Madrid. No. Se trata de asimilar que ha llegado la sociedad a un punto en el que trabajar por conseguir que perdure una tradición es sinónimo de modernidad y progresía. Y es que sucede que, a día de hoy, que gente joven se interese por montar un nacimiento, la misa del gallo o cantar un villancico en castellano y salido de Málaga, Sevilla o Jerez resulta del todo extraño.
Es por eso que de lo que se trata es de acudir a la llamada de alerta que nuestra ciudad nos hace a través de señales de SOS que son destellos deslumbrantes de calle Larios.
Pero debemos estar tranquilos. Todo no está perdido. Y lo importante lo tenemos y manejamos. Tenemos la ciudad; esa que adoramos. Tenemos la conciencia, esa que entrenamos. Y tenemos Puerta Oscura, que lo visitamos y respetamos.
Y es que no hay negocio en Málaga en el que se respeten y cuiden las tradiciones como en esa casa. Y eso es de agradecer desde hace 25 primaveras y ahora, con la Navidad llamando y celebrando el montaje de un estupendo belén clásico en un negocio de la ciudad, solamente podemos congratularnos por la existencia de un lugar así. Por un espacio donde Miguel Ángel y José María consiguen poner verdad en un centro de mentira. Puerta Oscura es arte frente al calco. Lienzo frente a la fotocopia. Es el lugar donde papá no el. Es San José.
Bastión de la ilustración, lugar de culto, de oración heterodoxa y de buenas costumbres católicas limpias, puras y sin caspa.
Y eso es fruto de ellos dos: Blanco . Discretos y callados. Pero haciendo de un rincón de la ciudad una esperanza para el malagueño ante el desapego de quien nos vende por un forastero.
Feliz Navidad. Porque hoy es el día de la Inmaculada Concepción y ya se corta oficialmente la cinta de inauguración de las Pascuas. Igual es cosa del cambio climático que todo se adelanta. Pero lo único que os puedo desear es que seáis buena gente.
Que busquéis la santidad en el esfuerzo más mundano pues el efecto en el prójimo es inmediato y será ahí, en la bondad fundada, donde veréis de verdad la gloria creada en el portal de Belén.
Feliz y venturosa Navidad a todos. Que Dios os bendiga y que Puerta Oscura os resguarde.
Viva Málaga