Con la cercanía del 4 de diciembre, el personal enriquece su conversación con la temática andaluza. Son días de analizar, buscar errores, recordar, sensibilizar o simplemente momentos para usar el nombre de la diosa verdiblanca en vano. El día del andalucismo nos convoca a todos para reivindicarnos como andaluces.
Y es normal que ahora aumente la verborrea andalucista en las fechas señaladas. Nadie habla de mantecados dobles de limón en abril ni se recuerda a tu tía la del bigote que pinchaba al darte un beso si no es en el aniversario de su desgraciado fallecimiento. Pero quizá, al menos en el sur, ese tipo de recordatorios semi forzados no son sino una prueba inequívoca de lo igual que le da todo a una parte del personal. Porque, otra cosa no, pero densos y monotemáticos somos aquí un rato largo si el contenido de lo parlamentado es del gusto del conversador. De Semana Santa, Carnavales o Manuel Ruiz de Lopera siempre se está dispuesto a hablar. Ya sea con frío, calor o mezcla, siempre siempre se consigue entablar conversación con cosas que son motivo de interés para muchos conciudadanos.
Pero no solo de pan Padilla vive el hombre. Y nuestra tierra está ávida y huérfana de personalidades que no aguarden una fecha para elevar la voz sobre el desacato y la protección autóctona. Andalucía precisa de referentes para los nuevos pues los viejos ya tienen muchos. Y cuesta trabajo encontrarse con un futuro culto que sea capaz de animar a los que arengaban con el “Manifiesto canción del sur”. Y resulta del todo lejano imaginar un nuevo “Manifiesto de lo borde” con un Smash. Y es que por haber no hay ni quien copie. Se han perdido hasta los versionadores de versos. Los repetidores de lo antiguo que, con suerte, son capaces de repetir lo brillante pasado para hacerlo en lustroso moderno.
Nos faltan voces críticas de las que no tienen problemas en el cuello para vociferar a izquierda o derecha según se tercie. Nos faltan. Pero las hay. Y una de ellas resulta ser alguien que, con suerte, se convertirá en pancarta perpetua de la Andalucía viva y fresca que no se ahoga en la copla y Juan y Medio aunque las pueda consumir con alegría.
Manuel Sánchez Vázquez, de Dos Hermanas y con treinta y dos primaveras está consiguiendo elevarse en un púlpito propio que él mismo ha creado con su cordura y sensatez. Manu Sánchez. De Andalucía. Y con un perfil que me recuerda mucho a aquellos que siempre han sabido poner el codo al cruzarse con un estúpido vista del modo que vista. Y eso lo hace librepensador. Porque sin espejos a ambos lados se puede pensar pero jamás ser libre. Y él lo consigue. Y la evolución es enorme.
Pero la inteligencia de una persona se vislumbra contando un chiste, hablando o meneando el café. Da igual. Y a Sánchez se le nota muchísimo lo adelantado que está.
Y siempre con Andalucía en la retina. Y aquí viene el truco. Porque esa frase es un recurso fácil para muchos. Para bastantes. Para demasiados. Para los proclamados adalides de Andalucía por decir “Y que viva mi tierra” en un concierto o una entrevista. Y está muy bien oye. Un aplauso por acordarse de mi madre pero además de guiños hace falta preocuparse por allí.
Y ahí entra Manuel. Quien está construyendo un foro para opinar, razonar y criticar sobre todo lo que sea necesario desde aquí. Desde Andalucía. Y con criterio. Por eso triunfa al tener la capacidad de entenderse con todos: chicos, grandes y medianos. Con todos: Rojos, azules, naranjas o morados. Con todos: Eruditos, súbditos o mostrencos. Y ahí no llegan muchos. Porque es inalcanzable la capacidad del andaluz para ser sin querer ser nada. Y me recuerda mucho a un exponente de la profesión de contar las cosas que era andaluz y que pudo reflejar nuestra tierra de la manera más certera a la vez que se cagaba en los muertos de todos los que fuera necesario. Manuel Chaves Nogales. El de La Andalucía la roja y La Blanca Paloma. Ese. El transfigurador de la imagen manipulada y pre establecida de la tierra sureña anárquica y cerril. Y se parecen los dos. El de Sevilla y el de Dos Hermanas. Con sus diferencias y sus paralelismos. Pero se acaban encontrando cuando escriben y especialmente si de lo que se trata es de Andalucía.
No se quiere con una flor. Se quiere con el respeto y la crítica constructiva y justa. Y después que venga el ramo más grande que haya. Y por ahí está yendo la historia de Manuel –el que está vivo-. Y se le está poniendo cara de más serio. Parece que va a romper a cosas nuevas. Como el niño de los ojos rojos el día en que rompió a leer. Pues igual.
Y aquí estamos presenciándolo y celebrando su existencia. Y ahora con un libro que lleva en el insulto la guasa real y la existencia de un mundo poco subterráneo aunque sí recóndito de gente que apellidándose Sánchez en vez de Évole han sabido constatar que la próxima parada del metro de Andalucía está llena de gente buena preparada para montarse. “Surnormal profundo”. Así se llama el libro que edita Aguilar y que recoge la visión de Manuel el de Summers.
Manu Sánchez Nogales. La versión beta de la nueva cultura inquieta de Andalucía.
Viva Málaga.