A las personas que brillan, destacan y son ejemplo positivo de muchas cosas buenas le suelen suceder innumerables chismes –reales o no- en torno a su persona. Este tipo de marujeos se crean generalmente en el entorno local en el que reside o del cual es natural la persona en cuestión.
En el caso de Málaga y Antonio Banderas resulta habitual escuchar rumores en torno a su persona y su vida o actividad en la ciudad. “Por lo visto este edificio es entero de Antonio Banderas…”, “Dicen que Antonio Banderas Pagó el trono entero y en un año estaba hecho…”, “Por lo visto lo del Soho es porque Antonio Bandera ha comprado muchos pisos y han creado un barrio nuevo…”, “Según dicen, Antonio Bandera está intentado comprar el Málaga”, “Este restaurante es de Antonio Banderas…”, “Es que resulta que Antonio Banderas es accionista del SUR…”, “Yo he estado con él en su balcón de calle Larios en Semana Santa..bueno…Al lado vaya. Pero lo veía…”.
Sí. Un infinito cúmulo de historias –en su mayoría sin pies ni cabeza- pero que acaban creando un personaje del personaje del propio personaje pero que puede convertirse en algo incómodo para la propia figura así como para aquellos que celebramos tener cerca alguien que de manera tan victoriosa lleva Málaga a innumerables estratos en los que, de otra forma, difícilmente llegaría.
Hoy Málaga está de enhorabuena gracias al actor de la collación de San Juan pues, por fin, se ha publicitado un acuerdo mediante el cual se podrá llevar a cabo el proyecto altruista para la promoción teatral, artística y por ende cultural en la ciudad con el que soñaba Banderas.
Se trata de algo ya escuchado, leído y hablado. Se trata de un conjunto que albergará salas de teatro, formación y un apartado de ocio –que será el que dé liquidez en parte al asunto- de tal forma que pueda sobrevivir sin problemas.
Es evidente que se trata de algo espectacularmente positivo y que, es de sobra seguro, que supondrá una gasto importante para el actor a fondo perdido con el color verde y morado en el talonario personal del actor. Dar cosas a Málaga sin recibir nada a cambio es un hecho que pocas veces se pueden presenciar en la ciudad y estamos visualizando uno de ellos.
Esta historia es buena; parece ser que tendrá un final muy feliz y no enturbiado pero sí con un prólogo ya famoso situado en la plaza de la Merced con muchos actores intervinientes y con la salida certera de Antonio Banderas en el momento idóneo no sin dejar más de una boca abierta en la ciudad.
El proyecto actual es en su totalidad de financiación y proyección privada -y andaluza- tras el acuerdo publicado con la familia cordobesa Sánchez-Ramade. Y con él se cierra un episodio desagradable en el que hemos podido observar a una persona ejemplar rodeado de chismes –inertes y con vida- haciendo carantoñas y tretas ante algo que ha podido llevarse parte del sentido y la lógica que alguien con poder puede realizar cegado por su cariño a Málaga.
Celebremos pues que vuelve Banderas y ya se marchó el Banderas Fútbol Club. Ese equipo que con sus aplausos de manos sudadas desprendía un vapor que cegaba al ciudadano normal a la hora de disfrutar de la mirada ejemplar del único malagueño universal vivo que tenemos.
Qué alegría la de todos por disfrutar de un proyecto así de rico en una ciudad de cultura a cañonazos. Y es de admirar y de reconocer la labor de aquellos que, según sus posibilidades, trabajan para que esto siga adelante. Es hora de mencionar a quienes, con su esfuerzo, consiguen que Málaga tenga una ruta de viaje en el mundo de la cultura inquieta y activa. Como la que nació hace pocos años con la Cochera Cabaret de la mano de Salva Reina quien, con evidentes limitaciones de recursos en comparación con Banderas, supo realizar algo que, en parte, puede guardar similitud con lo que nos espera en un año en calle Córdoba.
Gracias infinitas a Antonio Banderas por hacer realidad un sueño personal que viene cargado de riqueza moral y cultural a nuestra ciudad. Gracias igualmente por salir de algo que parecía raro e impropio de su figura –al menos pública-. Gracias por hacer sabido su deseo de trabajar sin erarios públicos así como por exponer su pensamiento certero sobre cómo se tratan las cosas a nivel municipal y el descaro descorazonador con el que se tratan los temas con la mirada puesta en el rédito político antes que en el interés común.
Con el convencimiento de que la mayoría no estábamos equivocados en que aquello no iba a funcionar, que no pegaba ni con cola y que el futuro de Málaga pasa en parte por él, solamente podemos brindar por la buena nueva de algo personal, privado, propio y fructífero para el común de los malacitanos.
Se acabó el palmeo. Comienza el espectáculo.
Viva Málaga.