La Semana Santa y las Cofradías tienen numerosos aspectos negativos, mejorables o simplemente malos. Hay que mantener el equilibrio para poder disfrutar y comprender la religiosidad popular sin sobresaltos.
Sobre los prismas de la Semana Santa hablaba muy bien Manu Sánchez en su pregón apócrifo en el que entendía todo esto desde la mirada ejemplarizante del Dios bueno que ayuda, genera confianza y mantiene la esperanza y daba la espalda al Dios malo, el que mandaba plagas, pedía sacrificios inhumanos y condenaba a los infieles.
A día de hoy un trono en la calle puede ser de todo. Desde un espectáculo folclórico hasta un reclinatorio itinerante para agachar la mirada y reconocer los petardazos de todo un año. Hay mucho y más grande en la trastienda de una Virgen bajo palio que en su estampa en si.
De ese inframundo anónimo participan cada año cientos de personas que se esconden bajo los tronos y sus mantos con el anonimato como carnet de identidad y ninguna necesidad de aguantar esos pesares durante unas horas.
¿Por qué lo hacen? No lo sé. No lo sabemos. Pero incluso para la vida contemplativa de aquellos que piden por el resto ya están las vacantes cogidas. Entre los budistas y las monjas de clausura, la sociedad tiene lista de espera para aquellos que ayudan con su esfuerzo personal y sacrificado en algo que, en esta vida, no suele ofrecer frutos tangibles.
Por eso hay que dar más. Y por eso, como decía Sánchez en su apócrifo pregón, hay que asumir y defender la cara sensata de todo esto practicándola. ¿De qué sirve derramar lágrimas de emoción por “la madre” si no las derramas de sudor por los demás?
¿Para qué los ofrecimientos y sacrificios al que no ves si apartas la mirada a quien padece frente a nosotros?
Hay que saber asumir responsabilidades para estar dentro de las instituciones religiosas o de lo contrario estaremos hundiéndolas y robándoles el sentido que deben tener. ¿A qué venimos? ¿A cargar kilos como animales? Para eso te vas a Elgoibar a levantar piedras de a tonelada el pedrusco. Sudas lo miso, te aplauden igual y en tu casa en vez de tener una foto enmarcada tienes un cascajo del parque.
Hay que responder a la llamada real de la Virgen. La de la Esperanza. Y su gente de abajo lo hace a lo grande cada vez que puede y de la mejor manera posible: Con una verbena.
Suena raro lo de verbena. A cutrecillo. A mil novecientos noventa y cuatro. A sacar mil euros limpios. Pero no. No tiene nada que ver. La Esperanza no hace nada chico. Miren su trono. Miren los hombres de debajo. Miren la túnica de Salvador Oliver. ¿Chico? Solamente Banderas.
La verbena del submarino de la Esperanza se lleva a cabo cada varios años para poder aglutinar toda la fuerza posible para recaudar dinero de verdad. En condiciones. Sin desmerecer por supuesto a quien aporta su granito de arena con cualquier actividad digna. Pero ellos entienden que mejor un buen arreón que muchos pequeños. Y lo consiguen . Por eso llevan trabajando en ello meses y por ello, este sábado 24 de junio van a volver a conseguirlo.
Se trata de un gran evento multitudinario que, debido sus dimensiones, se celebra en el recinto ferial de Málaga. Sí. En la feria. Una calle entera llena de verdes ofreciendo una gran fiesta para sacar dinero. ¿Y qué se ofrece? De todo. Comida, de la buena. Bebida, de la buena. Actuaciones, de las buenas con gente de la que se paga por ver. Y todo barato. Porque se llena. Y porque quieren que vaya todo el mundo posible ya no solo a sacar dinero sino a transmitirles el mensaje.
Y es un encargo sencillo. Es la base del cristiano. Es la piedra angular de todo aquello en torno a la Virgen y a Jesús. Ayuda, ayuda a ayudar y esfuérzate por ser mejor. Aunque sea un día cada un tiempo. Pero ya habrá merecido la pena todo lo que va delante.
Echa una mano por la gente que lo pasa peor que tú y habrá merecido la pena el romero, la túnica, el empuje en el varal y la cara desencajada.
Este sábado si vas a la verbena del submarino de la Esperanza verás la Semana Santa de verdad. La real. Sin aditamentos ni florituras. La que justifica el Jueves Santo. Y la hace un grupo de gente muy pequeño con la ayuda de una Hermandad entera y el esfuerzo de muchas empresas que echan el resto para ayudar a los demás.
Son pocos en el submarino comparados con lo que consiguen. Pero merece la pena. Y así llevan meses. Pidiendo ayudar sin ofreciendo a cambio nada. Ayudar. Y aparecer en un cartel como si alguno de los dos creyera que eso sirve para mucho.
Aquí se ayuda porque se sabe que hace falta. Desde el chico hasta el grande. Desde el que regala toneladas hasta el que pone su coche a disposición del evento. Para sacar dinero del que va a dar mucha vida.
En esta ocasión lo recaudado no va a Sierra Leona –como en alguna edición anterior-. Ahora el dinero se queda aquí. En Corinto, el supermercado de mentira al que la gente va a por comida sin que se note que están recogiendo comida de la calle y sus hijos no se den cuenta. Para AVOI, la asociación que da sentido a las plantas infantiles de nuestros hospitales y que se dedica en exclusiva a ayudar a los niños con cáncer que pasan media infancia en una habitación y otras asociaciones como AIOM o Cáritas.
Ven y ayuda. Y si no tienes ganas no vengas, pero da dinero y así colaboras el doble porque no haces gasto. Échale pantalones al asunto. Como sea. Con dos duros, con diez o ayudando dentro de una semana que has cobrado el sueldo. Pero ayuda. Que te lo piden ellos. Los que mueven media ciudad para sacar adelante un proyecto solidario. Los que van debajo de la Virgen que huele a romero sin mostrar sus caras. Los que son más que los que caben. Los que se esfuerzan por dar sentido a la Semana Santa para que sea algo más. Porque hay gente que lo está pasando muy mal y de nada sirve la flagelación pudiendo convertirla en ayuda para los demás.
Vamos a ayudar. Que la idea es buena y el objetivo el mejor.
Que son la esperanza de la Esperanza.
Viva Málaga.