La velocidad de la administración malacitana –venga del organismo que venga- tiene más velocidades que un tráiler. Nos estamos acostumbrando a observar cómo, según los intereses, un asunto se puede solucionar en un periquete o por el contrario dilatarse hasta que caiga en el olvido más extremo.
Hace unos días, observábamos con estupor cómo el Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Málaga demolía sin compasión la casa y el Tablao del cantaor Emi Bonilla en el Camino Nuevo. Emi era el último bastión de la New Age artística que Málaga tuvo hace cuarenta años y que puso color a una etapa más que gris en nuestra ciudad.
Tras un sinfín de imprudencias de sensibilidad, se procedió al derribo del tablao –que había vencido por las inclemencias del tiempo- y se “intentó” mantener la casa en pie. “Desgraciadamente”, no hubo más remedio que tirar todo porque se había acordado un proceso de ruina inminente que ponía en peligro la integridad física del artista de ochenta años.
Era una estampa digna de admirar, observar cómo se presentaba la responsable de urbanismo con sombrero veraniego ante la puerta de la casa de este señor para insistir en su demolición. Supongo que haría mucho sol o que requeriría cuidados especiales pues, de lo contrario, era del todo patético presentarse de esa guisa ante un escenario tan doloroso para un señor de ochenta años que debe presenciar cómo van a derribar en horas su casa, su vida, sus pertenencias y el único sueño de descansar en paz en su camino nuevo.
Dicho y hecho. No queda nada. La trituradora municipal acabó con un icono de la ciudad y con la vida de un anciano “por su bien y el de Málaga” dejándolo con una mano atrás y otra delante. Y entre los escombros perecen ya las máquinas de proyección antiguas del cine Albeniz, las latas con todas las películas allí proyectadas y el mobiliario y recuerdos de un tablao genuino que hizo de la ciudad un lugar más entretenido. Y todo aderezado con las caras chulescas de más de una que, con su atuendo ridículo y su demostración de fuerza y poder junto a su lacayo de turno no hace sino evidenciar la podredumbre moral y la falta de nivel que hay en las administraciones públicas y en especial en puestos y estamentos que son básicos para el devenir de una ciudad. Suerte que, por lo general, nadie se escapa de sus gestos y antes o después acaba recibiendo lo mismo que otorga. Allí estaremos con sombrero para presenciarlo.
Pero qué curiosa Málaga. Cómo da esos giros tan esplendidos pues, unos metros más abajo de la ya extinta casa de Bonilla observamos un ejemplo de ausencia de premura por detener un atropello público y descarado.
La burla hecha contrato y los pases bajos de muleta a toda una ciudad. Eso sucede con el CAT, el centro de arte de la tauromaquia -lo que siempre ha sido el museo taurino pero venido a más-.
Hace unos años, ya protestábamos por ello, se medio regalaba a Juan Barco –un coleccionista de arte taurino con obras valiosísimas- uno de los mejores edificios públicos que hay en Málaga. Se le regalaba porque se cobraba por un edificio nuevo en pleno centro un “alquiler” de poco más de cincuenta mil euros al año.
Para darse cuenta del asunto solamente hay que preguntar por un localito de medio pelo por la zona y echar cuentas.
La ciudadanía en según qué círculos ponía el grito en el cielo. Se estaba dando algo a un privado por muy poco de manera escandalosa. Y la respuesta no se hizo esperar con el argumentario clásico que en los últimos tiempos se ha repetido por otros menesteres: “No se puede cerrar uno a la cultura”, “Ya están los de siempre protestando”, “Genera puestos de trabajo y merece la pena”, etc.
Y ahí quedó el asunto. Una gran inauguración de mucho postín, muchas caras, mucha foto, descorche de botellas burbujeantes y un porvenir incierto. Pero la cosa no ha fracasado solamente –las entradas al museo eran ridículas-, sino que el que pone nombre y apellidos a la colección ha resultado ser un personaje peculiar.
Las noticias corren como la pólvora y se empezaba a oír eso del que deja a deber agua en Loja. Dificultades de pagos a privados y administración, apertura de tienda y restaurante arriba –contraviniendo cualquier acuerdo- y un silencio sepulcral han acabado con un proyecto de nefasta gestión.
¿Y qué queda? ¿Lo han echado? Sobre el papel parece que sí. Los plenos de Diputación así lo aprobaban pero…¿Ven ustedes aquello cerrado? Para nada. De ahí se ha ido el que ha podido y de la peor manera posible… pero aquello sigue abierto de par en par. Con una tienda abierta de un tercero. Con un restaurante abierto de otro tercero. ¿Estás en una casa que no pagas pero la subarriendas y cobras? Qué follón más enorme ¿No?.
Pues eso parece que sucede allí. Pero nadie hace nada. Todo sigue rodando y las obras en el mismo lugar. ¿Quién está toreando a quién? ¿Juan Barco a Diputación? ¿Diputación a los malagueños? ¿Los dos a Málaga entera? No lo sabemos. Pero lo que queda claro es que no se está haciendo bien y la burla se ejecuta a diario provocando la vergüenza y el bochorno de todos.
Pero hay más. Suban de nuevo en el artículo. Recuerden la historia del principio. Y piensen en lo justo, lo sensato y lo normal. A Juan Barco le están dando unos privilegios y una cancha inaudita. No ha pagado y ahí siguen sus bártulos. Es verdad que la casa no está en ruinas pero el negocio y la gestión lo es. Y seguirá un tiempo. Dudo que aparezcan por allí policías para desalojar el asunto. Allí hay licencias al momento. Allí no hay un señor mayor que ya no interesa. Ahí está Juan Barco. Hombre por favor. ¿Una fotito con usted, señor Barco?
Y así le va a esta ciudad. Recibiendo capotazos de impresentables que nos torean a diario.
Pero la culpa es nuestra. Porque olemos a corralón. Claro que sí.
Viva Málaga.
Está meridianamente claro que Emi Bonilla no es «un personaje de proyección internacional» de los que tanto le gustan a De la Torre, y que a la hora de «tirar por la calle de enmedio» no hay Tirios ni Troyanos. Al parecer -y siempre presuntamente- Ayuntamiento y Diputación están echando un pulso a ver quién favorece más y mejor a arribistas, cofradías, peñas y engañabobos en general.