O “El otro reino de la muerte” que así se llama originariamente el libro que escribiera Gamel Woosley sobre las primeras y duras semanas que vivió Málaga en el año 36 previas a la ocupación de la ciudad por parte del bando nacional –para seguir siendo una vida dura-.
Esta inglesa era la esposa de Gerald Brenan y ambos dejaron este mundo para acabar reposando en el Cementerio Inglés.
Málaga en llamas es un gran historia y tras ella, al menos eso se comenta, estuvo durante mucho tiempo el actor Antonio Banderas para llevarla al cine. Ojalá algún día se cumple su deseo pues tendremos en la gran pantalla una historia magnífica sobre lo grotesco. Sobre una ciudad dividida. Ultrajada por unos y por otros. Fechas de mentiras, de dimes, de diretes, de acusaciones falsas, de dedos señalando al que nada había hecho más que generar envidias en sus vecinos.
Esta ciudad ha tenido la desgracia de presenciar el acoso de aquellos que simplemente pensaban distinto que el prójimo. Un acoso que iba desde las altas esferas, pasando por las élites y los intelectuales que –con su pluma- generaban opinión hasta la gente más limitada que, cogiendo lo que le llegaba y transformándolo a placer, formaban verdaderas piras en las plazas públicas para apalear al que fuera necesario.
Un día era en el bando de los ricos, al día siguiente en el de los pobres y así hasta que las ganas aguantaran.
Pero parece que ha pasado dos días solamente. Porque al final Málaga sigue teniendo a veces esas ansias de pelear sin construir. De enfrentarse sin motivo con el único sentido de la avidez de sangre y pelea. Parece que fuera hace unas semanas, cuando nos encontrábamos con el veneno metido dentro de la propia prensa malacitana que induce al error comunitario. O simplemente no ayuda a crear un criterio propio personal sino a adoptar el ya dado.
Málaga lleva en llamas unos días desde que el bueno de Antonio Banderas decidía marcharse del desgraciado proyecto del Astoria. Salen nombres mil para poder calificar este proceso en el que ninguno lo mató pero él solo se murió.
Hay quien dice que es un error buscar culpables pero que en casos como éste resulta necesario para poder aprender. ¿Quién tiene la culpa? Probablemente todos. Desde el Alcalde hasta el aplaudidor de turno pasando por el quisquilloso libertario.
Se veía venir. Y así lo escribía un servidor hace medio mes. Hasta donde sabemos, Antonio Banderas es un señor que favorece a Málaga hasta con los ojos y la boca cerrada. Y eso en el mundo social, de empresa, de la cultura o del ámbito que se quiera, hay que cuidarlo y protegerlo.
¿Cómo? Tratando bien, siendo escrupuloso en todo aquello que se trabaje apareciendo su nombre y asumiendo que, cualquier privilegio será poco si de lo que se trata es de que la ciudad avance siempre que se haga con normalidad y la discreción propia que se tiene con El Corte inglés o una ONG.
¿Cómo no se protege? Dando palmadas descaradas. Gritando en la plaza pública que aquí se pone oro a su paso -oro que no paga el que lo dice- y haciendo el lila para acercarse dos mijitas más a la vera del protagonista.
Tampoco se consigue con la pesadilla de aquellos que, aún llevando el nombre de la izquierda por bandera, no son sino el lastre mismo de todos aquellos que, pensando en rojo, acabamos aligerando el tono por no ser confundidos con ellos.
Que hay tontos de todos los colores políticos es algo patente. Pero que los apoderados de la progresía en esta ciudad estén tan lejos del mundo real resulta escalofriante pues dan la visión inequívoca de que no tienen los pies en el suelo. En ese suelo que se modifica una y mil veces por el mercado. Ese suelo que nos da la posibilidad de trabajar a muchos y del que acabamos sintiéndonos orgullosos.
Es ridículo e impensable creer a día de hoy que hay que aferrarse a un papel una y mil veces para justificar ciertos avances comunitarios. Hay mil formas de construir proyectos con la mano izquierda que, para algunos, solamente sirve para decir que son Trotskistas.
A mí no me gusta un gran edificio en la Merced. Nunca. Siempre me gustó la idea de abrir la plaza. Pero igualmente, me gustó también que en esta ciudad se crearan espacios vivos de cultura más allá de los contenedores de cuadros –maravillosos- que han hecho florecer la ciudad desde el punto de vista económico.
Ahora la mayoría echa el culo atrás porque se ha asustado. Y ahora, también, está sucediendo que todos dan palos de ciego para echar al contrario las culpas. Es de una irresponsabilidad enorme decir a los cuatro vientos que la culpa es de fulanito o menganito cuando está la ciudad en boca de todo el país gracias a la basura mediática que nos acecha cada día en busca de una buena pedrada a los rojos malos.
Qué aburrimiento y decepción para muchos ya que, lo que podía haber sido un debate sano y constructivo sobre un proyecto para la ciudad se ha convertido en una parrilla televisiva donde, sin duda alguna, la gran perdedora es nuestra ciudad.
Málaga en llamas. Así está ahora mismo esta tierra que, mientras velaba con una mano el cuerpo sin vida de su gran artista Miguel de los Reyes, aprovechaba la otra para robarle todo lo que tenía en su casa.
Es agotador vivir una y mil veces esta situación en la que, por intereses de partido, se da al ciudadano de base unas cartas que no tiene que jugar parar después usarlo como excusa en la guerra de trincheras posterior.
La irresponsabilidad de los poderosos a la ahora de jalear al pueblo para enfrentarlo y manipularlo solamente es equiparable a la ineptitud de los pseudo representantes del pueblo a la hora de seguir pensando como si viviéramos en 1942. Catetos. Los dos.
Ahora no hay bombas ni balas. Pero las puñaladas están a la orden del día.
Viva Málaga.
Tanto para no decir nada… querías soltar el tema de los rojos para aplaudir al hermano rojo y capillita… tanto para no decir nada. Nada del amaño, nada de la ilegalidad que se iba a perpetrar, nada de la tienda de Banderas, nada de más bares y cafeterías…tanto para decir nada. En eso ha quedado Gonsalito (seseando, como en Sevilla)