Si los nuevos museos que ocupan y enriquecen nuestra ciudad fueran seres humanos veríamos claramente cómo su evolución se asemeja mucho a la vida de esos grandes artistas flash que encontramos en la historia contemporánea del espectáculo.
Son personalidades que crean meneo social. Gente que hace temblar la estabilidad y que produce ese placer sensorial temporal que tanto gusta en esta ciudad. Ese usar y tirar de la personalidad malaguita que le hace presumir de algo durante nanosegundos para después darle la espalda.
Con la salida del Museo Ruso o el pompi la gente iba por la calle como los palomos. Andando con grandes zancadas, el pecho muy hacia fuera y moviendo el cuello con galantería. “¿Qué paza aquí ceñore? Cuidadito cormigo que en mi siuda tenemo del orden de siene y siese de espasios muceísticos”.
Y sí. El malagueño medio se vino arriba como se vienen los más feos a altas horas en los guateques. Se podía presumir de lo que hace poco había que esconder. Y es por eso que el número de nutrientes en el ego local subió como la espuma.
Pero pasa el tiempo. Las cosas se vuelven chonías, pierden el interés y dejamos de consumir –o de decir que lo consumíamos- aquello que ofrecen.
Hace unos días se conocía que el ayuntamiento de la ciudad ha tenido que inyectar unos milloncejos a algún que otro museo y o espacio cultural y o industria artística para equilibrar los números.
Se ve que en la mayoría de los casos todo apunta a imprevistos como motivo del descuadre y por lo tanto se ha tenido que abrir el cajón de la cómoda donde se guarda el dinero de por si acaso para dar algunos chelines a quien lo necesitaba.
Es positivo saber que nuestro gobierno local tiene esa capacidad para subsanar descuadres de este tipo –en torno a los seis millones de euros apuntan– de esa manera tan inmediata. Da tranquilidad porque no deja de evidenciar la solvencia económica conseguir por nuestro alcalde, Don Francisco de la Torre –me siento muy del pepé ahora mismo pero si el caballero lo hace bien hay que decirlo-.
Pero el asunto no deja de tener algunos puntos que regalan por si mismos una reflexión sobre el boom cultural en la ciudad.
Si estas maquinas tan enormes de cultura que están muy enfocadas hacia el turismo y la generación de ingresos o al menos de no pérdidas necesitan estos cuadres de urgencia: ¿Qué está fallando?
No queda claro si se trata del calibrado de última hora para que la máquina funcione redonda para siempre o si por el contrario nos topamos con el primer asomo de la patita por debajo de la puerta del fantasma de la explosión de la burbuja cultural en la ciudad.
En este espacio de vida de los últimos museos locales ya ha dado tiempo suficiente para que los colegios de la capital, los jubilados, los que van gratis por ahorrarse dos euros, las entradas que compran ayuntamiento y Diputación para camuflar afluencias y las solteronas que van con sus amigas a tomar té sin azúcar y “de tarde de museitos” hayan visitado las pinacotecas locales.
Y de esa gran masa difícilmente vuelvan a repetir visita un tanto por ciento muy pequeño. Si bien es cierto que las solteronas siguen escuchando a “Ella baila sola” eso no quiere decir que sigan consumiendo entradas de museo pues lo entienden como un entretenimiento fácil más que como un espacio de estudio y seguimiento constante.
Es por eso que da la impresión de que lo que se acerca va a ser feo. Que habrá que re estudiar en un espacio de años la proporción de lo que ofrecemos y en qué cantidad y calidad queremos darlo.
Hace pocos días el director de la Agencia pública para la gestión de la casa natal de Pablo Ruiz Picasso y otros equipamientos museísticos y culturales –así se llama el cargo-, mi admirado José María Luna –ya no tengo más libros-, hacía una apreciación interesante en los micrófonos de la cadena SER al respecto de la importancia relativa de las visitas a un museo y las entradas vendidas a la hora de medir el éxito del trabajo cultural realizado por una entidad dedicada a dicha empresa.
Según José María no siempre se podía usar el número de entradas a una exposición para medir su calidad. Y es del todo cierto. Y por eso la cultura debe estar siempre en manos de la administración pública pues son los garantes de que esa basta ilustración pueda estar siempre al alcance del público en general.
Pero hay que girarse un poco y ver por tanto si lo que se ofrece a cambio de tanto dinero público está siendo de verdad útil. Lo bueno, de calidad y con contenido que siga. Aunque sea ignorado por la gran masa. Pero que se mantenga. Porque es necesario y útil. Pero es posible que tengamos mucho que quede en el tamiz de la coherencia de la cultura y el gasto público.
Sería de torpes hacer comparativas sobre el dinero invertido en estos asuntos y el que sale para fines sociales o de necesidades básicas de las personas sin recursos. Es de torpes e irresponsables a partes iguales puesto que es necesario que la cultura ocupe el primer lugar en el escalafón del gasto.
Pero es igual de importante no manchar el conocimiento con las sucias manos de la venta de tickets a la casa del saber sin saber. Porque al final se consiguen museos yonkis creados con fines mercantilistas que precisan de su metadona monetaria para poder sobrevivir. Y se les acaba inyectando de urgencia para que pasen el mono.
Y aquí nadie está dispuesto a mantener a enganchados con pinturas ni a camellos imprudentes.
Viva Málaga.
Sabemos que sus opiniones tienen forma de “pijo” y argumentos de “cani”. O sea, una mezcla explosiva. Pero hoy es que se ha pasado siete pueblos: Es machista metiéndose con las mujeres solteras, llama analfabetos culturales a los malagueños y drogadictos a los políticos que derrochan nuestro presupuesto en cultura. Es decir, una difamación brutal.
Este verano fui dos veces al Museo Picasso, dos domingos por la tarde, había una larga cola, la mayoría de personas españolas y malagueñas, hacía un calor insoportable; para ver la pintura del expresionista abstracto Jackson Pollock. Y usted tiene la desvergüenza de decir que las señoras van a los museos a tomar té sin azúcar. Yo he ido muchas veces al Museo del Prado un día no festivo y lo he encontrado con poco público, sobre todo si no ha habido una gran exposición temporal. El éxito de las exposiciones temporales se lo debemos a la familia Thyssen.
En fin, es usted tan “cani” que confunde un museo con un puesto de chumbos.