En el mundo de las Cofradías se suceden los chismes y las polémicas temáticas con una frecuencia preocupante.
Los asuntos sobre los que debatir suelen ser de índole similar y muy repetitivos. Por lo general, la mayoría de los temas no revisten gravedad e importancia real más allá del mundo fantástico en el que viven muchas personas con los cocos absorbidos por la Semana Santa.
Mientras tanto, en el mundo efectivo y práctico, son muchos los avances y saneamientos de los que disfrutan y a los que se ven sometidos las Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad.
Gracias al Señor, poco a poco se cuidan más los detalles y disminuyen los casos en los que llega a dar vergüenza ajena este mundo.
Uno de los aspectos más significativos y populosos de las Cofradías es su puesta en escena en la calle. La procesión. Y en especial el trono. Eso lo es todo para muchos. El punto de mira definitivo para el cofrade medio pensionista. Y es en este ámbito en uno en los que más terreno se ha ganado en los últimos tiempos.
Es más, sería falso hablar de fechas pretéritas sobre situaciones cutres y comprometidas en el mundo de los tronos y procesiones puesto que a día de hoy podemos ver en la calle ciertas situaciones que rozan lo ridículo y que tienen pendiente una revisión.
En cualquier caso, la mejora en todos los ingredientes del plato principal cofrade es significativa y el resultado final logra convencer a la mayoría.
Uno de los asuntos claves para que los tronos funcionen es la tracción del mismo. Es ya sabido por todos que este proceso histórico tiene distintos momentos pasando de la profesionalización inicial con hombres pagados del puerto –no parecía fácil bregar con ese perfil de personas- pasando por la transición para eliminar a los pagados y que sean los propios hermanos quienes llevaran las andas procesionales sobre sus hombros.
Pasado el tiempo, el hermano hombre de trono ha ido cayendo en picado o, dicho de otra forma, el nivel de exigencia ha subido sin elevarse el nivel de compromiso de quien carga los kilos. Sigue habiendo un poco de tracción animal.
Esto ha hecho que, llegado el caso, algunos tronos tuvieran serias dificultades para llenar sus varales puesto que se hacía poco atractivo para las nuevas hornadas de hombres compartir varal con personas que no compartían en nada su filosofía y forma de entender la semana santa.
Por suerte, hace no muchos años se ha generado a través de ciertos grupos, hermandades y la asociación de hombres de trono “Daffari” una línea de trabajo y formación para recuperar y dignificar la figura del hombre de trono, su papel en la procesión y por consiguiente su reciclaje en algo más que un bulto acarreador de kilos.
Gracias a ellos se ha logrado que los tronos en Málaga anden bien. Lo hagan con soltura, dignidad y solvencia. Están consiguiendo que las grandes moles lleven debajo personas con cierto compromiso que firman un contrato virtual por obra y servicios con el o la de arriba: llegar bien, ser formal y conseguir un resultado mucho mejor que el que ningún trono ha tenido hasta ahora.
Esta corriente de unión y asociacionismo casi gremial de los hombres de trono es algo nuevo en Málaga aunque más que cuajado en otras provincias andaluzas.
Como cualquier grupo o corriente, siempre hay miembros que juegan al patinaje artístico y acaban derrapando en continuadas ocasiones. Siempre está quien sabe más que el resto de la humanidad y lleva al extremo todo y en el caso de los hombres de trono sucede de manera idéntica. Si hay que ir recto hay quien va ultra recto. Si hay que ir serio hay quien pone cara de duelo y si hay que esforzarse hay quien transmite su dolor y esfuerzo de manera multimedia en dolby surround.
En cualquier caso no deja de ser un mal menor. Siempre tiene que haber un empollón que haga los deberes de toda la semana el lunes y acabe comprometiendo a toda la clase porque el maestro ponga más. No pasa nada. Es la vida. Pero no muere nadie. Es un arancel muy fácil de pagar si a cambio disfrutamos de un camino abierto por ellos de mejora continua con grandes resultados en los tronos.
Bueno pues el público de la quisquilla cofrade se mosquea. No le gusta. Lo critica. No lo ve bien. «¿Qué se han creído esas personas que cargan los tronos?» «¿Acaso se piensan que van a ser iguales que yo?» Pues quien sabe. A lo mejor sí. Y eso que la figura del nazareno en nuestra ciudad está del todo muerta y derruida pero resulta francamente incompatible trazar líneas rojas diferenciadoras entre capirote y faraona sin tener despachadas las filas nazarenas.
Ojalá una asociación de nazarenos. Ojalá movimiento y preparación durante la Cuaresma. Ojalá zapatos con hebilla Ojalá nazarenos adultos más allá de Dolores de San Juan. Ojalá seriedad en las velas. Ojalá listas de espera para ser penitente. Ojalá todo. Y por no tenerlo no anda uno a la que salta con ellos. Al contrario. La idea es animar y crecer entre todos.
Y por eso no logro entender los ataques y las críticas ante lo banal de aquél que entiende que ser hombre de trono es algo más que llegar y encajarse el hombro en el palo de aluminio.
¿Y qué pasa si lo entienden así? ¿Dónde pone que hay que eliminar eso? ¿Dónde dice que es malo que se unan o auto complazcan por hacer bien la labor de llevar a su Virgen en su trono de manera decente y buena?
Como reír, nos podemos reír de eso y de mil cosas más. Porque si nos ceñimos al sentido común no deja de estar en la misma quimera el que sueña con el varal como el que lo hace con unos bordados o un encaje. Solamente que unos juegan a ser hombretones y otras a vestir Santos. Pero no vale coger la regla para convertirla en escalímetro y medir según los intereses de cada uno. La idolatría a los vestidos y las joyas a una Virgen no están en superior escalón que la de los sentimientos que alguien pueda generar cuando lleva sobre sus hombros un trono.
Las cosas están mejor ahora que antes y es de celebrar y animar para que sigan. ¿Qué hay quién hace el tonto? Por supuesto. Y hay que trabajar para que dejen de hacerlo o se vayan. Pero jamás eclipsará la estupidez de diez el trabajo que hacen cien.
A ver si hemos conseguido cargarnos a la mayoría de los tangaos de los tronos para aguantar ahora a los tangaos mentales.
Oído: arriba.
Viva Málaga.
No tenia ni idea de que este periódico tuviese espacio para que la gente hiciese publicidad barata de algo que tanta controversía esta generando en el mundo cofrade. Ya sabíamos de que pie cojeaba usted Sr. Leon, pero aunque le parezca sorprendente, muchas de las actitudes de los Daffari HdT generan estupor y vergüenza ajena, aunque la idea de la asociación cofrade sea magnífica. En muchas Cofradías, sus miembros están vetados, mientras que de otras salen por la puerta de atrás, hasta que en aquellas que usted nombra donde faltan hombros para cargar kilos, estos miembros se asientan mientras pueden. En algunas hasta toman poderes, pero son las menos. Ensayos, serruchos, guetos dentro de los tronos, sevillanizar nuestra SS… Sumen, queridos cofrades. Todos somos bienvenidos para sumar. No intenten cambiarla tanto ni salvarla, que no está tan herida de muerte como algunos creen.
Ojo que llegan los dinosaurios! Cuando algun detractor de los ensayos, reuniones, asociaciones, etc. de algun argumento sin acabar por nombrar a Sevilla, empezaré a escucharlos.
Conclusión: Los extremos son malos, ni superfriki consentido del varal ni despreocuparse del portador y tratarlo como una mierda que sólo sirve como mulo de carga que no tiene derecho a opinar. No olvidemos que los tronos van y vuelven gracias a gente que literalmente se esloma debajo del varal. Que cuando sale bien todo el mundo se cuelga la medallita si los tronos vuelven enteros al encierro. No se trata de restar derechos al portador sino de potenciar los de resto de integrantes de la procesión, empezando por el más importante: El Nazareno.
«Esta corriente de unión y asociacionismo casi gremial de los hombres de trono es algo nuevo en Málaga aunque más que cuajado en otras provincias andaluzas»
ains ains… que te has mordido la lengua para no mencionar Sevilla, complejos fuera!