Uno de los sellos clásicos para identificar a Málaga es que hay una distancia mínima entre aquellos edificios que están en perfectas condiciones y aquellos que, sin embargo, tienen menos estabilidad que un ludópata en Las Vegas.
Es común observar la actuación de los bomberos para apuntalar, tirar o controlar las cornisas o balcones de esos inmuebles que, por equis razones, son pasto del olvido forzado o real hasta que mueren entre derribos.
Málaga, solar del paraíso. Definición certera y perfecta de Trinidad Cobos para su libro sobre el porvenir del patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad. Solar. Un ejemplo vivo y eterno de la falta de conciencia sobre la protección que precisan los inmuebles con sentido que deben ser salvados para que la ciudad tenga un mínimo de personalidad. Algo de patria material que sirva de guía espiritual para los religiosos de lo identitario.
Y es bueno y necesario que se hagan esfuerzos por evitar derribos. Porque son muchas Las Mundiales en el corredor de la muerte malacitano. Pero también hay porquerías que piden piqueta como el comer y que, sin embargo no siempre encuentran el auxilio pertinente de la muerte.
Ahora, tiempo ha, se vuelve a mover el asunto del cine Astoria. Ese mamotreto clásico de Málaga que pone sobre la mesa las carnicerías urbanísticas que en esta ciudad se han perpetrado.
En este caso, la historia es aún más compleja puesto que el cacharro ese ha costado a las arcas municipales un dineral horrible. Se hablaba de veinte millones de euros en una porquería sin valor en pleno centro.
No pasa nada. No siempre hay que hacer sangre y si se reconoce el error todo está sanado. Lo importante es el futuro. El devenir del mamotreto y la zona. Y ahí viene el percal bueno. El giro inesperado. La gestión regulera. Porque el ayuntamiento ha asomado la patita pero ha sido para prácticamente nada.
Para decir cosas muy obvias y con menos compromiso que un sindicalista de Corea del norte.
Me imagino la conversación:
-Oye ¿Qué hacemos con el Astoria que se cae a trozos?
-No hay dinero.
-Ya pero las cornisas hacen daño si caen desde alto…
-Vale. Di que vamos a hacer un concurso.
-¿Concurso?
-Sí. Pon: Concurso.
-¿Algo más?
-mmm…Sí. De ideas. Eso. Concurso de ideas.
-Pero y el que gane ¿Qué?
-Pues el que gane…ah no espera. Que no hay dinero.
-¿Y si hacemos…?
-Calla. No, no. Ya está. Concurso de ideas con obligatoriedad de plan de viabilidad económica.
-¿Qué?
-Claro. Tú lo imaginas, tú lo diseñas, tú lo creas y además me pones en un papel las cuentas para yo saber que eso se puede llevar a cabo. Ah y que tenga bares.
-¿No dijo que sería cultural?
-Sí. Pero cultural con bares o tiendas que eso es cultura. Cultura malacitana.
Y así ha salido lo que ha salido. Una idea peregrina sin sentido y falta por completo de lógica, compromiso y rigor.
Yo entiendo los concursos para definir ideas urbanísticas. Para el diseño de edificios, de carteles o de farolas. Pero no lo veo para algo que cambiará por completo una de las estampas más importantes de la ciudad: La plaza de la Merced. Y todo apunta a que lo que se acabará haciendo es un cubo raro al que nadie accederá y que debajo tendrá bares con terraza. Lo hará un privado que pondrá el dinero y que acabará peleado con el ayuntamiento y éste estará feliz porque sin mover un dedo le han saneado una zona que no sabe cómo poner en condiciones y tiene a la gente feliz con un TGB y dos sitios de esos de cerveza en cubitos.
¿Es que es? Eso es dos cosas. Es una porquería y es la realidad de esta ciudad.
Pero estamos a tiempo de controlarlo.
¿Cómo? Proponiendo algo sencillo como sanear la plaza.
La Merced no necesita un edificio en esa manzana. No precisa de un inmueble de uso cultural ahí. Carece de sentido. Es algo similar a si mañana decidieran derribar el Málaga Palacio para horas después plantear un nuevo edificio igual de grande.
¿Con qué interés? Vaya usted a saber. Pero es lo que proponen.
Un espacio como ese precisa de aire, luz y frescura de miras. Yo imagino salir del túnel de la alcazaba y toparme visualmente con la gran plaza de la Merced. Con su monolito, la luz y los árboles. Yo propongo que el dinero gastado sirve para devolver a Málaga la luz. El sol robado por un ladrillo innecesario. Es hora de que la ciudad se desprenda de una de esas pantallas que paraliza por completo la vista con cosas indecentes del pasado.
Que derriben el antiguo cine Astoria. Que pongan el suelo y unos bancos. Y que dejen a Málaga respirar. Que se abra la plaza a la gente y no a más edificios y obras. Que no hace falta construir nada. Y además así la gente podrá decir algo que sucede mucho por aquí y es comentar: “Aquí en mi época había un cine”.
Si se consigue que no se construya nada, se abra la plaza a la gente, se cree una estampa clásica y se oreen los estupendos edificios de la plaza de la Merced, serán los veinte millones de euros mejor invertidos por el Ayuntamiento. Porque la luz de esta ciudad no tiene precio. Como no lo tienen sus vistas abiertas y sus estampas de lo que fuimos y hemos escondido.
Se lo he puesto facilísimo a los responsables puesto que el coste ya será poquísimo. Que lo tiren. Que desaparezca de nuestra vista lo que nos tapó un trozo de ciudad. Que se vaya el escombro y que se refleje el sol en los cristales.
Abajo los muros y arriba la ciudad escondida.
Astoria va.
Viva Málaga
Quizás deberías leer lo que dice la gente que sabe, y en un concreto UN MAESTRO como Luis Ruiz Padrón.
http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2016/10/08/be-water-my-friend/881370.html