Hace diez días que terminó la feria. Las turbas planetarias ha abandonado ya nuestra ciudad y son éstos los días en los que Málaga respira y supura el veneno infeccioso tras el castigo al que se ha visto sometida.
Aún permanecen sudores pegajosos por los rincones, solerías trampa que al pisarlas sueltan un chicate de sopa de urea y se atisban en las tiendas los últimos botellines de plástico rellenos de vinillo de ese que ya no se ve más hasta el año que viene. La ciudad se está curando.
Por lo general, un servidor acostumbraba a escribir sobre la feria durante la misma pero en esta ocasión ha resultado más interesante observar cómo mutan las opiniones según el momento y la situación de tal manera que el balance se haga con el asiento que dan los días.
Sin ir más lejos, este año para algunas orquestas mediáticas la feria ha sido una verdadera maravilla. Parecía que todo era distinto. Que el cambio ha resultado exageradamente bueno y que la feria se ha convertido en un sueño.
Mentira absoluta. No solo no ha cambiado nada sino que, encima, la cosa va aún a peor. En cualquier caso, los colores básicos son difícilmente cuestionables de la misma manera que lo es el mal olor o el destrozo de las calles. ¿O sí? Porque a tenor de algunos titulares durante la feria parece que hemos pasado de los sanfermines clase B a las carreras de Ascot.
¿Qué me he perdido? ¿Qué no he visto? Pues creo que nada. Que más o menos he podido ver, oír, oler y escuchar todo o al menos lo mismo que el resto.
He observado cómo se promociona la incongruencia que resulta de poner música en directo en las calles pero prohibir la ingesta de alcohol en las mismas –evidentemente el incumplimiento ha sido voraz puesto que nadie va a presenciar un conciertillo de música sin tomar absolutamente nada y aplaudiendo como si de una ópera se tratara-.
El centro sigue mal. La plaza de la Constitución es el núcleo de lo grotesco y el colapso de gente borracha hace que, por probabilidad sucedan altercados propios de la unión de gente, bebidas y una ciudad sin ley.
A la mala calidad de la feria y la ausencia total de estilo hay que sumarle la agonía de comerciantes y vecinos que tiemblan cuando llegan esas fechas. En el caso de los vecinos hay que lamentar la situación si bien es cierto que, siendo justos, si la fiesta fuera una maravilla pues se tendrían que asumir de alguna manera los inconvenientes como sucede en el resto de ciudades.
En el caso de los comerciantes resultaría interesante que se hablara con ellos de manera sensata y veraz para analizar el impacto económico de la feria. ¿Saben cuántos son los negocios que en feria cierran sus puertas o solamente lo hacen hasta el mediodía? ¿Saben cuántos hosteleros no quieren llenar sus barras de Cartojal y tortilla de plástico para asumir la feria porque de lo contrario el perfil del feriante no entra en su local?
Muchos. Pero también son algunos –pocos- los que babean cuando se acerca agosto. Son los que tiemblan al ver la feria cerca. Y de esos sí se habla. Porque son los que pagan parte del asunto y se llevan mucho. Sus voces son las de los titulares. Sus palabras la ley y su alegría compartida con unos pocos la materia que hace que cada año se repita el cataclismo.
La feria de Málaga actual está diseñada para ganar dinero y no para que los ciudadanos disfruten de ella. No tiene nada de especial ni de propio. Es una fiesta grande hecha para que los de las botellitas de plástico y las discotecas ganen dinero a espuertas con el centro de Málaga como escenario gratuito.
Es una cadena enorme que va desde la cerveza murciana hasta la filipina pasando por el liquido con botella con tapón rosa chicle. Ahí se junta todo y con eso se paga mucho. Y toca callar. Y aplaudir al personal por lo bien que se ha hecho cuando el resultado sensato sabemos que es nefasto.
Todo no vale como negocio. Todo no se puede vender. Hay cosas que conviene dejar reservadas para el disfrute de la sociedad malagueña sin pensar en los de los bares ni en los cuatro negocios de fuera.
El real existe. Y en él hay cosas buenas aunque precise de un cambio estructural y organizativo. Y en ese formato de real los bares de la ciudad pueden seguir trabajando con la explotación de las casetas. Y si quieren perder cualquier tipo de personalidad que lo hagan y monten macro casetas discoteca –ah no que ya se hace- y que se convierta en lo que sea. Pero allí. En el llano aquel. No en calle Larios y la Plaza de la Constitución. No convirtiendo calle Granada en el aquapark del pipí.
Y los que alquilan apartamentos a las turbas con trolley que a diario surcaban el centro en las mañanas de feria no les importará porque la fiesta la seguirán teniendo y el beneficio se mantendrá. Pero poco más. Porque resulta feo ver cómo arrancan pedazos de la fuente de la plaza del Obispo una mañana de feria. Porque parece una pesadilla ver como los negocios de solera del centro cierran por no querer asumir ese público que se aglutina en su entorno. Porque Málaga no lo merece y porque saldremos ganando todos.
Unos en mejora para la ciudad. Otros en dinero, que es lo único que importa para todo y para muchos. Pero esta fiesta no puede seguir así. Porque es un desastre.
Porque oro parece pero feria no es.
Viva Málaga.
No estoy de acuerdo, como se dicen, no es una feria propia, si recordamos, la feria empezó en el centro y no en un desierto como es el Real, si todo se hiciese en el Real, también los comerciantes se quedarían ya que el centro se quedaría vacío. ¿o es que como todo algunos quieren copiar de Sevilla? Recordemos que para que se parezca a Sevilla, esta Sevilla y esto es Málaga, no Sevilla y así debe de ser para todo, que eso es lo bueno, que podemos disfrutar de cosas con estilos diferentes en las 2 ciudades y no todo igual porque sino no tendría estilo, ni sería propio ni tendría esencia.
Ya en su día se dijo de quitar la feria del centro y los primeros en quejarse fueron los comerciantes del centro, así que no queramos decir lo que una minoría quiere por el simple hecho de poder quejarse y poder rellenar artículos, que parece que es único que se sabe hacer, quejarse. Esta claro que habrá que mejorar pero con nuestra esencia, las 2 ferias, abiertas a todo el mundo. Y si hay incivilizados, también los hay el resto del año, lo que habrá es que ser más duros y estar más pendientes. ¡VIVA MÁLAGA!
¡biba la feria!… gruagggg…prrrffff