Cagarse en nuestros muertos

29 Jul

LVMM
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La lengua castellana es riquísima. Tiene una y mil fórmulas para transmitir mensajes. Ya sea de manera directa como indirecta o delicada.

Es común toparse con expresiones que precisan de una investigación etimológica.

¿Oye de dónde viene lo de llegar y besar el santo? ¿Y lo de ir pisando huevos? Y así hasta el infinito.

Son muchísimas las formas y los caminos en el lenguaje para llegar a un punto determinado.

Sin embargo hay cuestiones que tiene poco recorrido y que dejan bajo mínimos la capacidad de interpretación. Entre esas acepciones hoy destaco una: cagarse en los muertos.

Se trata de una frase de las duras. Una expresión fuerte que, en algunos lugares de Andalucía no solamente gira el sentido sino que, bien dicha, acaba siendo hasta un halago.

Con el asunto del móvil robado a los líderes de Podemos y el enfado y denuncia pública de la presentadora de las mañanas se ha abierto un debate absurdo pero que hila muy bien con algo sucedido en Málaga.

Uno puede escuchar o leer expresiones coloquiales que bien son sabidas como eso, expresiones vulgares, que no llegan consigo el hecho mencionado.

Nadie suele matar a palos a nadie. No es común que si pillas a alguien lo mates. No se ven escenas de gente cogiendo de los pelos y revoleando a otros. Quedan en lo dicho. En la palabra. En lo escrito. En la frase.

Pero qué curioso que en nuestra ciudad se acaba de dar el caso de que se cumpla a raja tabla el asunto del que se habla. Y volvemos a la frase en cuestión. Volvemos a los muertos y a las cacas. Porque, como ya es de todos conocido, justo encima del lugar en el que reposan injustamente decenas de cientos de personas asesinadas, se ha instalado desde hace ya bastantes semanas un espacio indicado para el esparcimiento canino. Esparcimiento de tiempo. Esparcimiento de energía. Y esparcimiento de mierda.

Siendo quisquillosos con el lenguaje, la expresión correcta no es “me cago en tus muertos” sino “me cago sobre tus muertos enterraos” que es lo que realmente ha estado sucediendo.

El resumen es que el hecho ha ocurrido y que el resultado ha sido de lo más grotesco e insensato.

A la vista de la situación actual y tras el perdón correctísimo del señor Alcalde no queda sino lamentar la carambola institucional regada con un poco de mala suerte.

Dudo  muy mucho que nadie en su sano juicio, aunque sea nieto de Millán-Astray tenga entre sus prioridades poner a cagar a los perros sobre los restos de ajusticiados rojos.

Pero más allá del titular –que ya de por si es penoso y duro- queda una vez más en evidencia la falta de interés en mostrar o conservar un espacio que, a todas luces, constituye un libro de historia y aprendizaje para todas las generaciones.

De igual manera que lo es el camino de la carretera de Almería pues supone un eje accidental del mayor asesinado en masa ocurrido en esta guerra, el cementerio de San Rafael debería ser un espacio para la interpretación de nuestra historia. Y nada más.

¿Qué significa y nada más? Pues literal: Nada más que no sea eso.

No todos los lugares deben ser reciclados siempre. Hay que plantear que algunos espacios fueron lo que fueron y ahora no deben cambiar de registro sin motivo aparente si el nuevo uso nada tiene que ver con el pasado.

Suena poético y tétrico que unos niños jueguen en unos columpios en unos terrenos en los que anteriormente se depositaban cadáveres acompañados de penas, llantos y amarguras de los que lo acompañaban. Pero no siempre manda la ley del sentido común y lo que era un campo santo ahora es un campo de futbol.

La vida. Pero San Rafael es distinto. La historia cambia. Sus tapias son coladores de balas. Sus fosas fueron buzones de tiros de gracia. Allí hay esqueletos abrazados. Se sigue respirando el miedo con poco conocimiento que se tenga del asunto. Y eso también hay que contarlo. Y eso no se hace con una pirámide cutre recibiendo los balonazos de los niños.

No se puede cerrar algo que nunca se debió abrir pero que jamás se cerrará.

No hay mayor discrepancia que en el sentido literal de fosa común puesto que la de San Rafael si de algo carece es de eso.

La mayor de España. De las mayores de Europa. Y con el sello de la injusticia puesto con lacre hecho con cuajarones de sangre inocente.

Málaga no se ha opuesto a la lógica y con la Ley de memoria histórica –denostada y maltratada por el Partido Popular- se han visto cambios significativos en la ciudad aún estando la cosa aún sin terminar.

Pero mal vamos si el hecho en si de no oponerse a que se abran las fosas o de que se quiten nombres de calles a gente que no las merecen constituya algo que deba ser aplaudido.

¿Acaso hay otra opción sensata y humana? ¿Tenemos que dar las gracias porque en Málaga se haya dado permiso para ver cuánta gente hay muerta en mitad de una calle?

Queda mucho por hacer. Y seguramente no se hará porque llegado el momento se habrá borrado todo. Desde el monolito injusto de los vencedores hasta la zanja de la vergüenza de los vencidos.

Nuestra ciudad no puede permitirse el lujo de borrar de un plumazo algo que nos tiene que hacer crecer como ciudadanos. No es bueno eliminar los vestigios pues ellos son los responsables de los recuerdos. Esta ciudad tiene un pedazo enorme de su historia en San Rafael. Y San Rafael merece más que un monolito infame.

Es un error, se ha pedido perdón y no queda otra que resolver la equivocación.

Pero da pistas del interés por algo que debería estar bien cuidado y con contenido.

Debería hacerse algo para dignificar una de las mayores vergüenzas de nuestro país.

Ahora se han cagado sobre ellos. Hace décadas ellos los mataron.

Los mismos animales. Perros.

Viva Málaga.

2 respuestas a «Cagarse en nuestros muertos»

  1. Pásate por el grupo de viviendas «25 años de paz» y aún verás una placa cerámica donde se mantiene el nombre «Generalísimo Franco»….Hay que decir que este municipio ha sido gobernado por otra gente, en estos últimos 30 años, a los que también se les ha pasado por alto ese tema

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