Lo bueno si breve dos veces bueno. Este artículo va a ser breve aunque seguramente no tendrá nada bueno.
La Mundial, lo dije en uno de los catorce mil novecientos artículos escritos al respecto, está prácticamente muerta.
Es probable que por una carambola del destino se salve pero es complicado.
La dificultad principal reside en que, los que mandan y manejan el dinero quieren tirarla. Y eso hace que se cumplan los objetivos sí o sí.
Partiendo de esa base penosa y desalentadora no queda otra que resignarse e intentar de alguna manera aprovechar los filones y brechas mínimas que el corrompido sistema nos deja para intentar soñar con que somos capaces de proteger algo de nuestra propia ciudad.
Tras los últimos jaleos y los movimientos extraños de Cassá y su Siudadans nos hemos quedado con la misma cara que tienen los gatos de las autovías: pasmados a la par que cuajados.
Por unos instantes parecía que Ciudadanos se aliaba con los que les dan nombre a su partido. Era hermosísimo los agradecimientos por internet. Y es que el malagueño está tan falto de atenciones y cariño que a la mínima se viene arriba y besa al paso del político de turno.
Falsa alarma. No era bonito ni bueno. Los gestos se quedaron en eso y se sigue dando cancha y pie al promotor del edificio envenenado. En fin, un pisto.
Hay que mantener la calma y partir de la base de que el partido está perdido. En un partido de tiesos contra ricos nunca ganaron los primeros.
Pero hablando de tiesos hay que pararse y reflexionar al respecto de la calidad y valía de algunos de los políticos que maltienen –mantienen mal- nuestra ciudad.
Y es que en los últimos días nos hemos topado con una actuación muy extraña del concejal de urbanismo: Francisco Pomares.
A tenor de los últimos acontecimientos al respecto de La Mundial, el responsable de algo tan sensible y valioso como el urbanismo de una ciudad como Málaga calificó de manera extremadamente torpe el edificio en cuestión así como su autor: Eduardo Strachan.
Se entiende que uno tiene que comer y apoyar las decisiones que vienen de arriba. Se entiende los esfuerzos que todos hacemos en alguna ocasión por participar de algo que no nos gusta o no compartimos si viene dada por un superior. Se comprende en definitiva que haya que tener un mínimo de dirección ajena en la vida. Pero de ahí a llegar al espanto hay un trecho enorme.
Málaga no puede permitirse un responsable de urbanismo que desconozca o elimine la historia de la ciudad a conveniencia para justificar el derribo de un edificio. Málaga no puede asumir el coste de un concejal de urbanismo que desprecie la figura de “un jefe de obra” como Eduardo Strachan que fue, sin dudarlo, uno de los artífices de algunos ejes claves de nuestro centro histórico.
No tiene sentido que se hable mal desde el Ayuntamiento de alguien que fue alma de la revolución de calle Larios y que es el padre de una saga de arquitectos que siguen haciendo de la construcción un arte en esta ciudad.
Es ridículo tener a un servidor público en actitud chulesca pues se ve que no entiende ni lo de servidor ni lo de público.
El Alcalde de Málaga, al margen de mil y una opiniones opuestas, es un señor –lo que en Málaga se conoce como “un ceñor que ce viste por los pie”.
Podrá hacer barbaridades. Podrá estar empeñado en cargarse piezas claves de la historia urbanística de Málaga. Le podrán sacar la foto dando la mano a Franco. Vale. ¿Y qué?. Aún así sigue siendo un caballero educado y presentable.
Pero del actual reponsable de urbanismo parece que no se puede decir lo mismo. Y no es la primera vez. Y es que los mentideros muchas veces son de todos menos mentira. Y es un clásico escuchar de tal y de cual sus formas y gestos. Y en este caso la chulería parece ser que viene en la tarjeta de visita pero no tras el cargo sino tras el nombre.
Yo no soy arquitecto. Pero sobre arquitectura y urbanismo me fío mucho más de Francisco Rodríguez Marín, la académica Estrella Arcos von Haartman, Eva Ramos Frendo, Juan María Montijano García, María Teresa Méndez Baiges, Belén Ruiz Garrido y Francisco García Gómez, autor de la obra «La vivienda malagueña del Siglo XIX. Arquitectura y Sociedad» que de Francisco Pomares.
Los primeros son profesores de la Universidad de Málaga que crearon un manifiesto en defensa de La Mundial y su protección. El último es un concejal que dice que no se protegerá algo que, parece que no recuerda, ya estaba protegido y se eliminó para poder hacer el show que aún presenciamos.
Basta ya de cuentos de avances y progreso como justificación para derribar un edificio. Se puede crecer y mejorar sin tirar La Mundial. Y eso no tiene más historias. Suficientes bodrios y porquerías se hacen en Málaga como para tener que seguir aguantando los desprecios del que piensa distinto.
Pero si al menos fuera con criterio y sujeto a respuestas formadas podría darse por válido el debate. El drama está en que no hay contenido. No hay más allá que el no porque no. Y así no hay quien avance de verdad en esta maravillosa tierra.
Y es que parece que con aquello de los Pokemon se le ha cruzado la historia al señor de urbanismo y en vez de capturar bichos lo que se pretende es coger edificios históricos y guardarlos para siempre en su UrbaBall.
En tal caso habría que cambiar el nombre. Ahora sería “Pomares Go! Hazte con todos”.
Qué lástima lo que hacen contigo. Tierra de la infernal algarabía.
Viva Málaga.