Antonio Burgos y la Andalucía muerta

30 Mar

LVMM
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Qué alegría volver al periódico tras las la pasión y muerte de estos días. Y también tras la Semana Santa.

Andalucía entera se viste de especial –cada uno a su manera- para celebrar la fiesta más importante del año. Todo medido y pesado. Hasta los ojales limados para coger los últimos pespuntes a la primera y que nada salga mal. Para dar buena imagen. Para retratarse. Para ser algo en definitiva.

Hace unos días, justo antes de la Semana Santa, un señor me enviaba una carta privada en la que me enlazaba un artículo de Antonio Burgos en el ABC de Sevilla. “Si me queréis irse a Málaga” (Aquí el enlace) era el título de la columna en la que, con la gracia caducada y el ingenio en cuidados intensivos se hacía un revuelto de tópicos rancios, raquíticos y viejos de la Sevilla más irreal y menos positiva de todos los tiempos.

Andalucía tiene una gran fortuna al haber afilado con el paso de los años el sentido del humor pudiendo hilar finísimo ante cualquier barbarie y sacar la gracia de lo más inoportuno yendo de la mano de la elegancia y el buen hacer.

De igual manera, los del sur de España, vivimos con una losa no poco pesada que se forma de chabacanerías variadas salidas de nuestra propia casa.

El tacón, la rama de olivo y el plato de chicharrones como forma de vida única supone una apuesta elevadísima para una comunidad autónoma que sobrevive como puede ante la voracidad del mundo germanizado donde hasta las galletas son cuadradas.

Una gota de ingenio y un guiño a lo castizo es un regalo divino en Andalucía. Las señas de identidad propias son potentes y siempre es bueno defenderlas. Pero de ahí a la realidad hay un buen trecho. Llegados a este punto, quiero destacar copiando y pegando un párrafo de la columna del señor que lleva Burgos en el apellido y parece ser que también en el intelecto: ¿Y Málaga? ¿Y lo bonita que es la Semana Santa de Málaga, con esos legionarios desembarcando en el muelle y cantando «El Novio de la Muerte» y llevando luego a hombros a su Cristo? ¿Y esa calle Larios, con las Campos en un balcón y Antonio Banderas en el otro, no vale eso nada, como para que no vaya la gente a verlo y se deje de cuentos de esa moda absurda de ir a Sevilla en Semana Santa?”.

Tras leer por completo el panfleto de Pemán, entiende claramente que el mensaje que se eleva es que lo mejor es que Sevilla sea para los Sevillanos. Todo lo demás sobra. Y como sobra, lo mejor es que se vaya la gente a otro lado a molestar. Por ejemplo, a Málaga, a la porquería de Málaga con Antonio Banderas en un balcón.

Huelga decir que prefiero en mil vidas la estampa en un balcón del Sr. Domínguez Bandera que la Dj Rivera y la hermana de Gran Hermano. Pero no es cuestión de comparar. Es un error llevar a ejemplo a dos hijos de un mismo padre y una misma madre. Es de género tonto, intentar dividir, enfrentar e incluso intentar convencer de que se es mil veces mejor que el vecino aún siéndolo.

Sevilla es la gloria infinita. Un ciudad maravillosa de la que todo andaluz debe sentirse orgulloso. Y resulta que, dada sus características, es aún más fácil enamorarse de ella que de un punto cualquiera de Málaga, o Jaén por poner algún ejemplo y siempre desde el cariño. Pero si es más bonita lo es y no pasa nada. Aquí también también hay cosas bonitas. Como en Almería. Todo es mirarlo con buenos ojos.

Si tu hijo es gordo y tiene las orejas como panderetas, no lo vas a negar pero eso no quita que le digas gordo y orejón. Y eso no quiere decir que tengas que coger a su hermano y decirle: Mira la pelota de tu hermano, parece que tiene dos asas en la cara. No. Error.

Y eso, básicamente, es a lo que se dedica últimamente Antonio Burgos. A mí, francamente, me importa tres pimientos. Cada uno es libre de opinar lo que desee. Pero hay límites que los andaluces no deberíamos permitir.

La guasa es una cosa y la mala baba otra bien distinta.

Andalucía es moderna aún teniendo un pasado esplendoroso. Somos gente abierta, civilizada, que vive de los demás, que come del forastero, que se sostiene gracias al turista que deja su dinero en la tasquita antigua y con sabor, en la capilla pureta y en el museo de la cofradía popular que vende estampas y medallas para medio mundo.

Sería ridículo y patético que la gente creyera y aplaudiera la incoherencia de quien vende un nacionalismo radical español echando pestes de los independentistas pero que practica ese mismo apartheid cultural cutre en la que considera que es su tierra sin darse cuenta que esto no es de nadie y es de todos.

Basta ya de intentar enfrentar a los andaluces. Basta ya del desprecio continuado entre el hermano mayor y el mediano. Basta ya de catetos usando los símbolos de todos para su aseo personal.

Málaga es el cielo. Como lo es Sevilla. Nadie se pelea por la historia. Nadie se pelea por el sabor más puro. Nadie discute por quién huele mejor. Cada cual tiene su parte positiva pero hay que comenzar a asumir que hasta la esencia más remota acaba sufriendo el golpe de la realidad.

Sevilla en Semana Santa, como Málaga, va de la mano del dinero, el negocio y el turismo. Pero si quieren, cerramos compuertas. Y nos quedamos cada uno con lo nuestro, levantamos muros enormes y empezamos a vivir como hace siglos.

Sí. Como hace siglos; aquellos en los que se quedó Antonio Burgos.

Gracias a Dios, ese perfil de recortes pueblerinos y cerril ha quedado en el chascarrillo fácil y el suvenir para el turista.

Gracias a Dios Andalucía crece a pesar del negacionismo de quien no ve más allá del bar de la esquina, que defiende a ultranza la pureza y la casta innata del ser humano por el lugar de nacimiento pero que a lo mejor tiene boquetes en las suelas de los zapatos y huele a alcanfor.

Lo decía uno del carnaval de Cádiz; esa fiesta de la que aún hay quien vive: “Menos rollos de verdes mares, de campiñas y de olivares que así luego nos luce el pelo. Casta”.

Viva Málaga. Y Sevilla. Y Andalucía entera.

7 respuestas a «Antonio Burgos y la Andalucía muerta»

  1. Sevilla es madrastra y lo demuestra todos los dias, hay noticias de sus palos en las ruedas del crecimiento de malaga, usted puede pensar todo lo contrario pera la realidad es la que es y en el agravio comparativo, siempre pierde malaga asi q no me defienda oo indefendible despues demas de 30 años de autonomia solo se le puede decir «abre los ojos»

  2. Pingback: Anónimo

  3. Genial artículo de GL, realmente no entiendo como puede considerar negativo el turismo, acaso son los culpables del botellón o delniñateo o la bulla…

    Antonio Burgos es un tipo trasnochado que bien haría en acariciar gatitos y dejar de escribir artículos tan absurdos.

  4. mira que le cuesta trabajo a gonzalito el capitillita decir algo malo de sevillano/sevillanos y qué tan poco le cuesta decirlo de málaga/malagueñós… ese «viva málaga» suena tan falso…

  5. Grandísimo articulo enhorabuena D. Gonzalo, me da mucha pena este señor del Guadalquivir que añora tanto este Mediterráneo que tenemos en nuestra querida Málaga. Lo único que le diría es que se lavara y se afeitara esa barba tan fea porque contiene mucha baba casposa y grasienta.

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