Málaga es muy de coger cualquier historia y hacer de ella el gran problema de su vida. Pero lo hace de manera fugaz. Veloz. Etérea. Grácil. Un sino. Algo raro. Y siempre –siempre siempre- lo manipula, destroza, disfraza y adultera para intentar justificar un poco mejor su campaña personal sin importarle tres pepinos el alma del asunto.
Da igual el tema en cuestión pero cada mes hay algo que deciden –o más bien deciden por ellos otros- que será su lucha interna personal. Lo mismo son unos árboles y media ciudad se levanta en masa porque han talado o trasplantado la planta a otro lugar. Follón enorme. La gente haciendo carteles. Manifestaciones. Insultos. Ataques. Peleas entre unos y otros. Y pasa una semana o dos y fuera. Ya da igual cualquier árbol.
Es más, hace un tiempo se quitó uno del entorno de la catedral y aquello era el desembarco de Normandía de los disgustos concatenados. Parecía que se les habían perdido cien euros en un billete verde. Y ahora, por poner un ejemplo, están palmado árboles en la Concepción con cierta asiduidad. ¿Y las manifas? En sus asuntos. Que son otros.
Si llega la Navidad aquí se habla de petardos. Da igual ya todo. Ni los toros ni nada. Aquí solamente se habla de petardos. Sí. Petardos. Booom. Eso que llevan tirando los niños toda la vida de Dios y en cantidades infinitamente mayores a las de ahora. Pues nada. De repente los perros se convierten en extensiones de nuestros propios cuerpos y se ve que hay algunos –Benito no- que se asustan y estresan con el asunto. Pobrecillos los animales. Pero ya está. Todo es controlable y mejorable. Todo siempre puede tenerse más en cuenta. Pero la ciudad durante unos días solamente hablaba de eso.
Salían noticias de incendios que seguro estaban provocados por niños bárbaros con sus explosiones. Era un no parar de sentimientos encontrados por parte de todos. Salían titulares: Muere un Caniche en tal pueblo por un infarto debido al susto que se llevó por un cohete. Y venga comentarios. Hashtags infinitos incluido. #TodosConTobyNoALosPetardosBastaYaToleranciaCeroConLosNiñosAsquerosos
Y así una tras otra. Lo mismo se cogen cosas locales que se saltan las fronteras invisibles y se trasladan problemas ajenos ya sea el niño de la congresista o los piojos manipulados tras las palabras de Celia.
Y todo es lucha. Siempre hay un enfrentamiento de rojos y azules. Esto es culpa tuya. Y aquello vuestra. Y la gente, torpes profundos, jaleando según el bando en busca de no se sabe bien qué.
Y llegó La Cónsula. Un problema que viene de lejos y que afecta a muchos jóvenes. Pero algo hay que nunca se llega a entender. Si alguien analiza con cierta tibieza el asunto sin dejarse llevar por las pasiones, el ciudadano medio no tiene a su alcance la información necesaria para hacer un juicio medianamente lógico sobre el asunto.
A nosotros llega lo que quieren que nos llegue y de manera paralela el fracaso y la frustración de los alumnos de dos escuelas punteras –como muchas otras que sigue o se han quedado por el camino en nuestra ciudad en diferentes ámbitos y segmentos-.
Sabemos que aquello no funciona. Sabemos que se les ha cortado el grifo y los perjudicados finales son los alumnos y de manera indirecta la propia ciudad y su provincia que –por cierto- cuenta con grandes escuelas de hostelería además de las mencionadas en estos días.
Pero la gente sigue sin conocer el asunto real. Y desde dentro nadie dice nada salvo los alumnos. Y desde fuera la cosa está dividida según del color que seas. Los azules callan y de vez en cuando sueltan una píldora absurdamente obvia: “Esta situación es insostenible, hay que arreglarlo ya”. Y los rojos callan también y cada cierto tiempo anuncian algo tipo Aznar cuando le acariciaban el lomo: “Estamos trabajando en ello y ya mismito estará todo arreglado”.
Y pasa el tiempo pero nada pasa. Y los alumnos más nerviosos. Y parece que hay a quien le encanta esta basura de situación porque hace titulares más jugosos. O porque así sale a la luz su cara. O porque aprovecha para meterse con el contrario.
¿Y qué hace la gente? Nada. Mirar al infinito y unirse al carro bobo de las defensas sin sentido o las críticas más absurdas.
Y destaco de entre ellas la de hace unos días se rescató en redes sociales de una noticia de hace un mes o más en la que se daba cuenta de la inauguración de la escuela de hostelería que la Fundación Cruzcampo tiene en Sevilla.
La gente parecía que levitaba al leer la noticia. Les estaban dando lo que querían. La receta perfecta. En Málaga hay un problema y en Sevilla va bien ese mismo asunto. El cóctel perfecto para un tonto. Y no veas. Aquello era un ir y venir de comentarios absurdos: “Se lo llevan a Sevilla”. “Susana asquerosa”. “Seguid votándoles”. Todo muy vergonzante. Todo muy de susto. Y es que la gente ve lo que quiere ver para consolarse. El consuelo del tonto que se llama.
Y con La Cónsula están aprovechando una vez más para hacer lo propio. Así que podrían llamarlo La Cónsuela. Porque la gente quiere ver agravios donde hay fracasos de otro tipo. Porque la gente no quiere ver que una empresa privada paga una escuela que aquí no hay quien la pague si no es con dinero público.
Y se quiere usar a unos alumnos desconsolados para juguetear a críticos de cine con una película inventada con un guión a su gusto. Eso está pasando en Málaga con un asunto escandaloso del que no conocemos de la misa la mitad.
¿Y si mañana sale a la luz que aquello ha sido un coladero y antes de arrancar de nuevo hay que sanear? ¿Y si mañana sale que las cuentas no salen ni para atrás? ¿Y si mañana sale que los que hoy defienden desde su silla pública a la escuela hace un tiempo la dejaron tirada financieramente? ¿Y si sale mañana algo que nos haga cambiar de opinión?
Pues dará igual. Porque mañana Málaga ya estará entretenida con otra cosa con la que seguir jugando y a la que seguir toqueteando sin haber leído antes ni las instrucciones.
Ánimo a los alumnos. Y suerte a los responsables del reflote.
El consuelo siempre será La Cónsula.
Viva Málaga.
No pretenderá que estemos de continuo levantiscos, desagradables y agraviados por un mismo tema; se nos acumularía la dosis de histeria y acabaríamos mal, muy mal. Mejor demostrar nuestro desagrado con vehemencia y durante un espacio de tiempo limitado que ¡hala! ahí para siempre y acumulando casos. ¡Qué cosas escribe usted de prólogo, señor! Ya, después, cuando continuamos leyendo, descubrimos que la cosa se suaviza, se atempera, se ajusta a moldes, se ecuanimiza; pero, ¡cómo entra usted, señor, cómo entra! A saco. Y una vez leído el prólogo, voy a seguir leyendo su artículo. No me prometo nada.
Terminado de leer su artículo al completo, me quedo peor informado que antes. Yo andaba convencido que esta escuela era un viejo acuerdo entre el Consistorio malagueño y la Junta sevillana, ambos socialistas por sus entonces, pero no; según usted ha estudiado, es ésta una escuela privada a la que le va mal y se pretende recolgar sobre las débiles espaldas de la Junta sevillana. Y para ello los malagueños hemos puesto el grito en el cielo con una histeria desconocida que nos hace únicos, pero breves; y ello por haber leído la mayor de las falsedades publicadas tal es que en Sevilla hay cosas que funcionan costeadas por su Junta cuando éstas mismas se niegan en nuestra provincia malagueña.¡qué cosas escribe usted, señor León, qué cosas! La suerte es que como somos así de breves, como Pipino, esta lectura de lo suyo se nos pasará enseguida.
Si el problema es que este chaval es un malagueño acomplejado. El «Viva Málaga» es una simple justificación. Sevilla es su piel.