Hater se pronuncia geiter y es una expresión que se usa mucho con esto de internet para denominar a los que hasta ahora han sido tontos de baba de toda la vida de Dios.
Su traducción es la de odiador. Esa persona nociva y mala baba a la que todo le parece mal. Pero no un mal constructivo. No un mal con criterio. No. Es un mal absurdo, bobo y estúpido. Es la crítica vacía que no llega a humor inteligente ni a descaro soberbio porque el cerebro no le da para tal empresa. No. Simplemente es soltar bilis producida por alimentos sencillos –suelen estar tiesos como la varilla de un cohete- y con el veneno a flor de piel.
Y esos haters se expanden de tal forma que afectan a todos los ámbitos de las sociedades. Desde los ambientes más banales hasta en los recovecos sociales más extraños. Y por desgracia para todos nosotros también han llegado a las cofradías. Al mundo semanasantero. A los capillitas.
Muchas veces comprender la religiosidad popular se hace tarea imposible. Hay asuntos difíciles de explicar y acabas resumiéndolo todo en “no te sé decir pero te prometo que es así”. Con eso tiras fácil por cualquier camino. Pero hay veces y momentos en los que te atascas con la clásica pregunta: ¿Qué opinaría Jesús de todo esto? Y francamente en un noventa y nueve por ciento de los casos salimos mal parados.
Pero no pasa nada. Se asumen las cosas extrañas. Y se abraza a las tradiciones con el mayor de los cariños. La Semana Santa y las Cofradías son maravillosas. Son el alma de Andalucía. Son esencia pura. Y me gustan aunque en algunos casos se puedan llegar a alejar del verdadero sentido cristiano. No te sé decir pero te prometo que es así.
Con buenos pensamientos todo es fácil en la vida. Cualquier cosa que trates, si lo haces con cierta mesura y pensando que lo ha hecho tu madre, seguro que no causa mala sensación.
Pero qué cosas tiene la vida que en asuntos en los que se debería llevar por delante la bondad y el compañerismo por tener grabados a fuego el evangelio se suceden de manera progresiva situaciones que acaban por convertir este mundo en un monstruo gigante.
Las Hermandades han creado –sin querer- a unos personajes horribles que dedican su tiempo a analizar y criticar todo lo que éstas realizan sin el mayor miramiento y siempre en los aspectos más superfluos como son las vestiduras de las imágenes, los montajes efímeros en los altares o las partes más plásticas de las procesiones.
Flores, músicas mantos y velas. Con esos ingredientes el hater cofrade puede echar el mes tranquilamente sentando cátedra perpetua de todos los apaños que las cofradías buenamente realizan. Qué mal vestida está la Virgen tal. Vaya cultos más sencillitos han montado en aquella parroquia. Qué deriva estilística más reprobable han tomado por nosequé sitio. Qué cambio tan innecesario han dado en el aspecto musical para este año. Vaya Belén más feo han montado los de allí. Para poner un adorno que no se parece al diseño mejor no poner nada. Claro, como eso lo paga tal y lo monta cual pues ya tiene que gustarme. Hombre es que esto ya se hizo en tal sitio; ahora que no vengan de nuevos. Vaya cómo la viste. Vaya qué fea. Vaya qué desastre. Y bla y bla y bla y bla. Y la espuma por la boca. Y venga Facebook. Y venga Twitter. Y venga tonterías una tras otra sobre la cáscara más estúpida posible.
Son virus que han hecho que buena parte de las hermandades enfermen por su culpa. Son el picudo rojo de los cofrades. Y acaban transmitiendo sus taras a los demás. Y la gente deja de ver grupos sanos de personas unidas con un fin sensato y bueno para resumirlo todo en vestidos y modas cofrades. Hay quien ve fotos de vírgenes como el que observa un especial del Hola sobre una boda.
Se ha creado un mundo extraño donde prima más quien arregla que qué arregla. Se mercadea con fotos. Se anuncian las novedades estilísticas como grandes estrenos de película. Así amanece tal. Así amanece cual. Y claro, con eso se alimenta sin querer a los monstruos. Es su gasolina para vivir. Es echar ramitas finas y secas a un fuego tenue.
Y es por eso que hay que dar un giro a esta historia. Reubicarse un poco. Intentar mantener lo bueno que se consigue dentro de las cofradías pero poniendo en negrita las jerarquías y prioridades. Y echando veneno en las puertas para que no entren los carroñeros.
Las cofradías son lugares de culto a Dios. De rezo. De amistad. De alegría. De compañerismo. De pompa sana y ofrecimientos de lo más variado a la grandeza de Jesús y su madre. De trabajo. De risas. De todo lo que sea bueno. Porque en esa bondad está el camino.
Pero donde seguro no está es en lo superfluo con el corazón vacío. En la estupidez. En las vírgenes con outfit y los haters cofrades. No está en los canallas que disparan dardos envenenados sobre el trabajo de los demás cuando son los primeros en no mover un dedo. No está en los que se creen con capacidad para ofrecer su crítica que nada aporta, a nadie interesa y van cargadas de desprecio.
Si te quedas únicamente en la anécdota, el chascarrillo y el entretenimiento lo mejor que puedes hacer es irte a una tienda de maquetas y comprarte una bien grande de un barco. Con muchos palillos y cosas. Y que te dure toda la vida. Y te entretengas con eso. Porque ni las parroquias ni las imágenes ni los cofrades están dispuestos a soportar tantas tonterías.
Sacarle punta a las cosas puede estar bien e incluso ser divertido. Salvo que te pases y la afiles demasiado y puede que te pienses que es un éxito pero al poco de escribir se te partirá y escribirás borroso y solamente tonterías.
Para juzgar con vehemencia el trabajo ajeno hay que ser perfecto. Y yo así aún no he conocido a nadie. Y al final todo queda en un circo de ridículos espantoso.
Y es que no se puede dar lecciones de estilo si no se sabe combinar ni los colores de camisa y pantalón.
Dejad de rajar. Que estáis muy vistas.
Viva Málaga.
Sí, ya lo sé, usted no es bobo, ni es estúpido, ni nunca hace crítica vacía. Lo que hace usted periódicamente es la crítica a la “Crítica de la razón pura” de Immanuel Kant. Faltaría más.