La historia de Teresa Porras no ha quedado en nada. Ayer se votaba en un pleno la petición de dimisión de la concejala por las declaraciones de feria. Poco se ha podido hacer puesto que, con la ayuda y apoyo de sus socios de gobierno, la votación ha sido favorable al partido popular. De lo contrario, con los votos del terceto rojil se hubiera podido expulsar a la concejala Porras de su sillón. Pero, de haber sido así, ¿Hubiera sido justo? ¿Son motivos de expulsión en la vida real ese tipo de comentario? ¿O por el contrario responde a otra serie de intereses?
Parece ser que sí. La política se aleja en innumerables ocasiones de la realidad y en este tipo de circunstancias queda más que demostrado. Aunque lo realmente preocupante es que para situaciones verdaderamente graves jamás se da el paso. No sucede. Se aceptan mil y una jugadas para no expulsar a ningún jugador de los equipos cuando las faltas son graves pero si se trata de asuntos nimios se pide la dimisión en masa.
El objetivo de este tipo de situaciones no es otro que mantener el tinglado y seguir engañando al espectador. La gente a día de hoy exige cambios a sus gerentes y éstos, para no mover absolutamente nada, intentan hacer movimientos aparentes, resultones y populistas. El ejemplo: Teresa Porras y la feria.
Pero ahora tenemos un nuevo caso. El de los desayunos. Y es que resulta que en Diputación había lo que en muchos lugares se conoce como “Honesty Bar”. Un espacio para beber o comer –en este caso desayunar- en el que te sirves lo que desees y después abonas tu consumición. En esta versión local no había obligación de pagar directa, si bien se recaudaba de manera voluntaria dinero que posteriormente se daba a una organización benéfica en vez de destinarlo a pagar el coste del servicio.
A simple vista parece un sistema extraño pero que realmente tampoco parece del todo estratosférico. Son infinitas las empresas que tienen una sala con café y desayuno básico que aporta la propia empresa para el desayuno de sus trabajadores. Es también algo común que las empresas prefieran que se desayune en su espacio de trabajo y no que salgan 45 minutos a tomar su pan con aceite.
Pero no. Aquí no. Esto se ha visto y ha sido cuestión de estado. Algo curioso por cierto ya que hasta hoy, 16 de septiembre no había saltado la liebre. No sé si es que hoy se han dado cuenta, hoy lo han reparado y supongo –y espero- que los denunciantes no hayan tomado nada de ese espacio sin pagarlo.
El resultado ha sido el que suele suceder. Declaraciones públicas. Rueda de prensa. Opiniones mascadas salidas de un despacho en el que te escriben qué debes decir y opinar y poco más. Y poco menos. Poco menos que una reprimenda pública hecha cóctel en el que se usan cosas graves y básicas como la carestía de la gente, la pobreza y la crisis. Bien. Me parece correcto. Pero ojo con jugar con el fuego. Porque siempre te acabas quemando.
Encuentro una irresponsabilidad enorme usar de manera populista este tipo de cambios y peticiones de régimen cuasi interno con intereses electorales. Encuentro desagradable y feo que se exponga públicamente y tache al personal de cara dura porque toman café de una cafetera que no se paga entre todos.
Hay mucho más que hacer. Mucho más que ver y muchos más votos que robar que los cuatro que puedan caer por estupideces como ésta. Pero lo peor de todo es que quien denuncia este tipo de asuntos parece no saber que le afecta a ellos mismos y es que la repercusión social va al bulto. A mí ya me da igual saber quien metía dinero en la hucha y quien se hartaba de desayunar sin poner un céntimo. Para mí y para muchos la imagen negativa va para todos.
Pero claro…viendo a más de uno de los que nos representa sabemos que la imagen no es su fuerte.
Ahora no hay nada que hacer. Ya han tenido que ponerse todos a mover folios y decir que está arreglado y que desde mañana el café y el pan se paga entre todos. Y se creen que han cambiado el mundo. Se piensan que la humanidad es más justa gracias al destape del caso pitufo gate. Pero no. Lo único que han hecho es soltar lastre y seguir sin dar con la tecla. A mí no me convencen por el dinero de un café. Me convencen por una regeneración de base y unas cuentas nítidas y claras. Pero desgraciadamente por ahí no va nadie. No se sabe bien por qué. Si es por miedo, por complicidad o porque realmente no valen ni para hacer la o con un canuto.
Pero ya está en la calle. El populismo ha vuelto a ganar la batalla. Aunque en este caso, al tratarse de un bollito, se debería llamar panpulismo. Panpulismo de paniaguados que son capaces de vestirse de lagarterana en San Pedro de Roma si a cambio siguen siendo alguien dentro de esa esfera antipática en la que viven.
Yo solo espero que la gente siga desayunando porque mi nutricionista, el Doctor Escribano, dice que es la comida más importante del día. Y espero, con ansia, que todos aquellos que se rasgan las vestiduras por el mitad doble no toquen absolutamente nada de su trabajo. Ni un bolígrafo. Y cuando vayan a Diputación o al Ayuntamiento a una recepción o acto no toquen ni un canapé del catering. Que hagan un mocho y se compren unos saladitos del supermercado. O que cada uno lleve un plato de comida, como en las reuniones pastorales de juventud. Pero por favor, que no vayan a hacer gasto de ese tipo. Que eso es gravísimo. Que lo pone en la página dos del manifiesto comunista: No tomarás pitufos ajenos, camarada.
Viva Málaga.