Imagina que te encuentras a un muchacho con una gorrita echadita hacia un lado, con unos espráis de pinturas de colorines dejando un puente de la ciudad en tonos multicolor –por no decir pintorreado-. Y te acercas y le preguntas: Oye muchacho ¿tú qué estás haciendo?
Y llega la criatura y te dice: “Estoy dejando constancia de mi interés por reflexionar sobre los procesos homologadores -¿?- de la comunicación global. Indago en el potencial subversivo de minar los lenguajes artísticos, científicos y electrónicos practicando la hibridación, apostando por la impureza y el contagio de medios tipográficos, figurativos y abstractos”-Esta cosa es la que pone el señor que ha pintado el puente en su página web-.
Lo más probable, siendo una persona normal y sensata es que, al escuchar dicho follón, te dieras la vuelta y te tiraras al río para darte de bruces con la realidad y el césped seco de nuestro cauce -bueno, también te podrías chocar con los caballeros que juegan al voleibol dándole un toque carcelero al cauce seco malacitano- .
Así estamos ahora en Málaga. Y especialmente en el sojo. Ese lugar en el que, unos cuantos –uno más bien- está haciendo lo que le sale de los sojones para seguir tirando el dinero de todos en algo que, ni da buen resultado, ni está siendo aplaudido ni va de la mano de nuestra ciudadanía.
Exponía hace poco una reflexión y es que, en Málaga, a base de espráis, están tapando nuestros ojos y con ellos cubriendo de tintes gaseosos un chambao que no hay por donde cogerlo.
Los lugares deprimidos siguen siéndolo aunque venga menganito a pintarle en lo alto un dibujo. Y hay quien lo aplaude para justificar, al menos, el adecentamiento de los edificios. Pero, qué duda cabe, que a cualquier persona de la zona le gustaría más un plan de rehabilitación de edificios municipal que promoviera el arreglo de las fachadas y su pintura sin necesidad de revestirlo de mentira cultural.
Ni mucho menos estoy en contra de los grafitis. Si bien es cierto que no me haría ilusión que pintaran mi casa con cosas –aún siendo preciosas- puesto que prefiero que conserve sus cromas propios y originales. En cualquier caso, se está intentando convertir un barrio que fue y es ensanche de profesionales liberales y clases medias altas en algo que, ni en sueños, llegará a ser; un barrio de modernas.
Calle Córdoba no es la Alameda de Hércules sevillana de los años sesenta ni tampoco Charing Cross Road. Invento. Todo invento y caretas. Y la hipocresía más absurda al servicio de muy poquísimas personas que están ganando dinero a espuertas con esa historia.
Se dice que nadie hace nada por amor al arte. Y en este caso queda claro y patente. Pero es que no hay arte. Porque pintar unas ratas en una fachada no lo es. Pero quien dice eso dice un gran mural de Obey. Que es muy famoso y debe ser una bellísima persona. Por supuesto. Pero por esa regla de tres, el cuarto de baño de baño de Juan Antonio Roca también lo era porque tenía un cuadro de Miró. Y no. Ni de lejos. Eso no es así.
Esto es el esperpento continuo y la sin razón llevaba al extremo para seguir vendiendo que Málaga es cultura. Y resulta que cultura es atraer a los artistas a que visiten Málaga. Cultura es ser una ciudad creadora y creativa. Cultura es tener artistas en buen estado y escuelas para formar a los que vienen en el futuro.
Y en eso Málaga está huérfana. Porque aquí no se hacen cuadros. Aquí se encargan a los de fuera y en la mayoría de los casos son láminas. Málaga no es cultura desde el momento en el que se crea un barrio de artistas sin artistas ni arte.
Y mientras, en las Lagunillas, sigue cuajando –como lo lleva haciendo varios años ya- una realidad tangible de artistas y artesanos al margen de las maniobras de comecocos municipales. Y qué curioso, pero allí también hay paredes pintadas y murales. Pero son otra historia. No hay aplausos y ni portadas de periódico para ellos. No hay cosas extrañas que nadie entiende y sí la Virgen del descampado y nuestro cantinero de Cuba particular.
Sería bueno saber de verdad cuánto están costando todas estas historias del Sojo. Porque teniendo en cuenta que va todo encargado, siempre tiene uno la mosca detrás de la oreja para ver si alguien se lleva algo o no, si tiene sentido contratarlo y cuáles son los motivos por los que se elige a uno y no a otro.
Vivimos en la ciudad que pone flores en un puente para que no veamos la realidad de nuestro río. Vivimos en la ciudad en la que nos están tapando los ojos a base de spray. Vivimos en la ciudad del mundo al revés. Donde ganan los que no tienen que ganar y ganan lo que no tienen que ganar.
Eso sí. Aquí todo perfecto. Que llega el turista y hay que meterle la bacalá para que piense que está entrando en un capital cultural. Todo modernito y guay. Que no se note lo que somos. Y en vez de trabajar para que lo seamos, mejor taparlo y esconderlo. Que nadie sepa que la ciudad que quiso y no pudo ser capital cultural tiene tres librerías y sobreviven de milagro. Que no se enteren que no hay tiendas de discos. Que guarden silencio y no pregunten por las bibliotecas que faltan.
Silencio. Que somos la grafitera y exquisita.
Viva Málaga.
Llevas toda la razón. Hace poco escribí yo por mi cuenta una reflexión sobre el mismo tema. El río es sin lugar a dudas el ‘foco de gérmenes’ de Málaga, una zona marginal donde hay mucha suciedad, drogas y seguramente otros servicios bastante oscuros, pero mientras lo vayamos tapando con pintura no hay problema. Me produjo mucha gracia la frase que pusieron (supongo que el Ayto, o quien lleve esto)en una de las paredes del río, sobre las normas de uso del mismo: »¡Muchas gracias por ayudarnos a mantener el río Guadalmedina limpio y vivo!»
Os dejo el vídeo que hicimos hace una año y medio que tiene todo que ver con este árticulo.
Estoy, en casi todo, de acuerdo con usted. El mal llamado soho de Málaga es una mascarada. Vivo cerca, la sufro, la soporto y algunas veces me satisface. El CAC es una gran idea, funciona y da un gran servicio a la ciudad. Por cierto, tiene una buenísima librería de arte dentro. Pero no apunta usted bien el tiro. Los artistas no son los culpables. Pintar ratas donde hay muchas es una denuncia (así nació el arte callejero actual). Pintarlo en un edifico sin ningún sentido, es un anacronismo. Pero los culpables de todo este desaguisado, insisto, hay que denunciarlos. Y usted esto no lo aclara.
«»Málaga no es cultura desde el momento en el que se crea un barrio de artistas sin artistas ni arte.»»
100% de acuerdo
Pues yo no pienso en que el graffiti sea un mal y que aquella persona que lo dibuje no tenga el merito de artista, sin embargo he visto estatuas u otro tipo de obras (en rotondas p.ej.) que habrán tenido un coste excepcional para el ayuntamiento, y que son una auténtica aberración. Me apena ver como se critica a chavales que trabajan con todo su amor y arte para su ciudad natal, a su forma… Lo mismo pensaban hasta de Picasso en sus inicios.
Pienso que el problema es realmente el graffiti no controlado ni contratado.
Si conocéis la capital de Europa, Bruselas, está llena de graffitis homenaje a su cultura del tebeo, y miles de personas se hacen fotos junto a sus grandes dibujos en grandes fachadas. Nadie nunca está contento y el problema de Málaga es el graffiti…