Cada vez cuesta más trabajo opinar de según qué cosas en Málaga porque rápidamente acabas encasillado dentro de alguna de las trincheras que a diario luchan por desprestigiar al contrario. Y eso conlleva que tu opinión acabe manipulada y el mensaje no llegue. Hoy les vengo a hablar del cartel de la feria de este año porque, sucede, que muchas veces es necesario repetir algo para eliminar posos ajenos que acaban por teñirte con mensajes e ideas que no han salido de tu cocina.
Imaginen un diseñador o una de las cientos de agencias de comunicación y publicidad que hay en Andalucía. Piensen que un posible cliente les encarga la imagen corporativa para su nueva clínica dental. El equipo se pone en marcha y presenta una propuesta. Un logo muy bonito con un simpático diente que te anima a visitar al dentista. El cliente lo ve. Observa. Y estima que no es de su agrado. Que no le convence. Que quiere algo distinto y sin el dibujo de un diente.
Hay que empezar de nuevo a trabajar. Sí. Desde cero. Pero ¿Qué se hace con el logo inicial del diente simpático? ¿Se tira a la papelera de reciclaje y se borra para siempre? No. Se guarda. Porque puede que algún día llegue otro dentista a la agencia pidiendo un diente sonriente. Y eso que te ahorras.
Pasa el tiempo. Y aparece ese nuevo dentista en busca de los publicistas. Se sienta en el despacho y les dice: Jóvenes, quiero una imagen corporativa para mi clínica dental. Pero cuidado. Quiero algo especial para mí. Que sea original y genuino. Pensando en mí, en mi clínica y en mis clientes. Quiero una imagen corporativa hecha ex profeso para representar mi marca. Quiero algo novedoso y que nadie haya visto jamás. Algo inédito. Algo que hagas desde cero porque para eso te pago bien. No quiero nada ya hecho. ¿Correcto? De acuerdo. Manos a la obra, señor. Ya le llamaremos.
Y llega el día de la presentación del proyecto. ¿Y qué ponen sobre la mesa? Al diente simpático. Al de la sonrisa. Pero ojo cuidado. En cinco minutos, han cambiado el fondo de la imagen y Muelín –así se llamaba la simpática pieza dental-, ya no aparece sobre un fondo gris sino que ahora lo hace sobre un tono verde sanitario. Y debajo, donde hace un tiempo aparecía “Clínica Rupérez” ahora se lee “Colmillos del Sur” –que es el nombre de la clínica de este nuevo cliente-.
El señor, agradado, decide aceptar la propuesta y paga los casi cuatro mil euros que ha costado su obra original e inédita.
Días más tarde. Durante una reunión del colegio de odontólogos, el señor dentista muestra orgulloso a sus compañeros su nueva marca. El diente simpático. Una obra “original e inédita” con la que representa su clínica. Y se escuchan unas carcajadas al fondo. “Paco te la han colado!!” –Se escucha en la sala-. El primer odontólogo que contactó con la agencia saca de su maletín unos folios donde aparece el diseño original del diente, con el color de fondo original y el emblema de Clínicas Rupérez.
“¿Original e inédito, Paco? Si eso me lo intentaron vender a mí hace más de un año y les dije que no! Anda, anda que te han cobrado a precio de original una cosa que ya me intentaron vender a mí y que, a la vista está, quién sabe si antes se ofreció en otros lugares”.
Paco, indignado –pues pensaba que habían hecho lo que pidió-, acude a la agencia en busca de explicaciones. Y le dicen: Señor, su obra es original porque hemos mejorado el diente que ofrecimos a su colega. Y su obra es inédita porque con este color de fondo y con el nombre de su clínica no había salido antes en ningún sitio.
Con la cara partida y sintiéndose burdamente engañado, el cliente sale de la clínica sin nada que hacer y con cuatro mil euros menos.
Fin.
Cambien la historia. No pongan un encargo sino un concurso público. No pongan una clínica dental y sí un ayuntamiento. No pongan un logo y piensen en el cartel de una feria. No pongan a un primer cliente y piensen en Coín. No pongan a un cliente final y piensen en Málaga.
¿Plagio? Ninguno. El autor es el mismo y la obra también. ¿Lícito? Seguramente. Nadie te impide presentar lo que quieras. Pero el resultado es el que es.
¿De calidad? Eso parece. O parecía. Porque a simple vista la obra era buena y la idea no era el desencanto al que estamos acostumbrados. A mí me gustaba. Es cierto que podría ser de la feria de Coín, Málaga o Utrera. Pero te mostraba algo agradable y no feo y eso ya es un triunfo en esta ciudad.
Descarto que la culpa sea del jurado que ha seleccionado la obra puesto que, de haberla visto presentada en Coín, no la habrían cogido.
Lo dice el pliego y lo dice el sentido común. A Málaga, para su cartel de feria, hay que traer algo especial y hecho para la ocasión. No podemos dejar que esta fiesta, ya de por si ultrajada, sea pasto de los cartelistas de toda España que se dedican a mandar sus obras por todos los concursos a ver si cuela.
El autor ha sido atrevido puesto que ha considerado que con unas modificaciones sencillas no habría problema. Se habla de “mejoría” de la obra aunque –si pensáramos mal- podríamos hablar de camuflaje para que parezca distinto y entre por el aro de los requisitos del pliego.
Es más. Observando un poco la página del creador, aparece un foto montaje reciente que recoge cuatro instantáneas del proceso de creación del cartel y pasa de los trazos al rojo saltándose el año en el que se presenta en Coín en el que iba con el fondo marrón. ¿Qué pensaríamos de esa foto si no hubiéramos visto el cartel de Coín? Nada. Que todo ha sido tal y como nos quieren contar. Pero no lo ha sido. Y se ha ocultado y se intenta defender lo indefendible.
Ojalá esto sirva para algo. Ojalá se tome más en serio la feria y se cuiden los detales. Ojalá se deje de manipular para ocultar una chorrada. Ojalá Málaga esté orgullosa de su feria y sus carteles y no tenga que aparecer cada año la cara b de las obras al poco de salir.
Me gusta el cartel. Pero visto lo visto no creo que deba ser elegido. No creo que Málaga, a través del saquito del dinero de todos, deba premiar con casi cuatro mil euros una obra que, bajo mi punto de vista, ni es original ni es inédita. Y lo digo porque veo con asiduidad cuestiones como ésta en el ámbito privado. Y jamás nadie pagaría por lo acordado si no se cumple.
El tiempo de dar dinero por lo pactado quedó en la feria de provincias de hace un año. Ahí se detuvo el Insert Coín. Lo de ahora es un regalo inmerecido.
Lo diga quien lo diga y se publique donde se publique.
Viva Málaga.
Lo deja usted meridianamente claro lo que le gusta; un cartel con una mujer con rancios faralaes, un niño andrajoso biznaguero de rodillas y un fondo neobarroco de lo más anacrónico. En cambio no le gusta la creatividad picassiana de los malagueños. Ni muchos menos conoce usted por los miles de avatares que paso el cuadro Les Demoiselles d’Avignon antes de ser considerada la primera gran obra artística iniciática del siglo XX. Claro que ¡Viva Málaga! Pero que no viva con sus ideas, sino con las ideas de Picasso.