Hola. Llegaba a mis manos la fotografía de Eduardo Zorrilla y sus compinches vestidos con ridículos trajes de baño en plena campaña electoral y creí, sin ningún género de dudas, que había tocado techo hasta dentro de cuatro años. En ese preciso instante supe que estaba ante el top del bochorno político electoralista local. Nada había superado hasta entonces a las corvas de Eduardo con sus rayas azules. Lo que a un Cristo dos pistolas.
Acababa la noche electoral y la Málaga centrista moderada –que suele acabar siendo la más rancia camuflada de elitismo de camisa con cuello dado la vuelta y zapatos de cuarta suela- respiraba tranquila porque había irrumpido en la ciudad una corriente nueva. Sí. Una corriente con los mismos adjetivos de las cremas para la cara: regeneradora, revitalizante y anti edad.
Qué guay. Política buena y de nivel a tuti plen. Pero qué raro suele ser que la sonrisa y el progreso te lo sirva en bandeja el pelotón de la naftalina. El mundo moderno malacitano resulta sospechoso si intenta explicarte con suavidad por qué eres tonto, por qué votas mierdas y por qué lo que ellos te dicen es la verdad absoluta. Qué pereza. Qué verdadera pereza que te hablen de conocimientos políticos y casos de éxito aquellos que no han conseguido ni los conocimientos ni el éxito.
Pero así es y así seguirá siendo. Las políticas más conservadoras tienen como punto clave el desprestigio del pensamiento ajeno. Y hay formas y formas de transmitir esa idea. Pero en Málaga, con la irrupción de Ciudadanos en las elecciones municipales, hemos sido testigos de la mayor reunión de comecocos de los últimos años.
Las reuniones en un hotel para ofrecer una multipropiedad, la venta piramidal o un juego de mantas zamoranas se quedan a la altura del betún comparadas con los encuentros de las nuevas generaciones de gente libre, pensadora y de un nivel socio cultural elevado. Je. Claro que sí muchachos.
No quiere decir esto que en el lado opuesto del ring se respire olor a rosas. Todo lo contrario. La tele hace igual daño al cerebro si la miras con el ojo izquierdo o el derecho. Pero en el caso de Ciudadanos, ha quedado patente el modelo de política franquiciada que era lo que quedaba por ver en nuestra Málaga querida.
Ya quedaron atrás los museos o calles franquicia. Ahora lo novedoso en la capital del sur de Europa son los partidos políticos falsos. Sí. Un entramado basado en la figura hegemónica de alguien que construye un partido político basado en él y sus santos c[ ] –palabrota-.
Nada en contra. Hay personas con la capacidad suficiente para eso y más. Pero sin embargo es más que probable que ese modelo no funcione cuando de política local se trata. ¿Por qué? Pues porque a la hora de repartir los mini Rivera por los distintos municipios acabas construyendo personajes extraños que, para mayor tranquilidad del sujeto dominante, suelen ser de fuera y con poco conocimiento de la institución a gobernar.
Resulta complicado pensar que el candidato por Ciudadanos para Málaga, Juan Cassá, sea el político ideal para gobernar esta ciudad. Y es que, más allá de anecdotillas, hablamos de alguien que desconoce por completo el sistema local. Una persona que nada sabe de Málaga. Ni de su historia, sus calles o su fisonomía. Algo que ni siquiera vive aquí pero se presenta a Alcalde. Es el remate de los tomates.
Es el político que quiere gobernar las calles de las que desconoce ubicación y nombre aún siendo grandes arterias del centro. Es el político vacío de contenido y que no forma parte del tejido social, cultural o participativo de la ciudad.
Será una bellísima persona. Lo desconozco. Pero con solo escucharlo un par de minutos deja claro que no se trata de alguien fuera de la política sino fuera de Málaga.
Pero llegaron los resultados electorales. Y llegó la ilusión. La mano al bolsillo el lunes por la mañana y la mirada por encima del hombro. He votado el cambio. En mi voto está la llave para que el hombre mayor pueda volver a ser alcalde.
Maldición. Los que hace años votaban a De la Torre ahora se escapan con la clásica tres catorce para renegar de la derecha porque ahora no conviene. Mejor la marca blanca. El Hacendado del conservadurismo como forma de vida. Pero el batacazo ha sido de aúpa.
Ni dos segundos han pasado para que este señor comience a divertirnos. Sale de todo. Un follón. El jumanji del salón de los espejos para los próximos cuatro años. Y los aplaudidores con silbando y mirando al techo. Que ellos no han sido. Que votaban por regeneración. Pero que no creían en él. ¿Regeneración es votar para alcalde a uno que no quieres que salga para que acabe pactando con el que antes votabas?
Madre mía. Qué suerte hemos tenido los malagueños. Pues hemos presenciado el inicio de algo grande. De un nuevo personaje en la política local. Aunque todo apunta a que esto durará menos que un puro de los baratos en un mitin de los new centristas.
Pero bueno. Que no pasa nada. Que todo el mundo se equivoca. Pero llama la atención la poca consistencia del candidato desde el minuto uno. Y llama aún más la atención cómo a la gente le ha importado tres pepinos. Aquí se vota al bulto. Nunca a la esencia. Y por eso seguimos estancados. Con la posibilidad histórica de girar de dirección y la cosa acaba siendo un desastre. Como siempre.
Pero cada vez dando un paso más. Abrazando fuertemente al bochorno y siendo capaces de encumbrar a alguien con menos papeles que una liebre y que tiene en su mano el gobierno de nuestra ciudad. Gobierno que, al final, se decidirá en Madrid o Barcelona.
Que sí. Que los antiguos tienen también a muchos pamplinas a sueldo de nuestras carteras. Pero al menos el despotismo es más light. Al menos no se afronta la política como algo ultra profesional. Al menos no se inventa la teoría de que el mejor gestor de una ciudad es un currículo –que ni eso tiene-. Al menos se soporta con menor dificultad si el representante de Málaga es de aquí y conoce su tierra y la quiere. Al menos nos ahorramos las charlas para explicar por qué sois más listos.
Que no pasa nada. Pero visto con cierta distancia nuestra ciudad ha quedado mal. Somos raros. Los resultados son extraños en comparación con el resto de provincias. Estamos cojos. No sabemos agradecer. Dejáis en la estacada al que está a punto de marcharse y lo cambiáis por un hombre que paseaba por Madrid o Argentina.
¿Y ahora qué? Ahora a disfrutar del amigo ovetense. Habéis picado en su caña de pescassá .
Viva Málaga.