Qué follón. Los mismos de aquí pero allí, hablando para los mismos de aquí pero allí. Llega Fitur y se va media Málaga para Madrid. Los AVES llenitos hasta la bola de gente que va a la capital a vender nuestra ciudad a los extranjeros pero la mayoría no sabe hablar inglés. Un lío.
Cada año por estas fechas nos encontramos con el convoy malacitano camino de tierra extraña. No veas. Uno de los clásicos del año. La gente habla de aquello como algo chulísimo. Espectacular. Que se lo pasan súper bien. Algo así como una excursión del colegio pero con gente talludita. Pero lo curioso es que nadie habla de trabajar. Unos cuentan que aquello es un paripé. Otros que se hartan de comer o beber. Otros que van para nada. Y los clásicos hablan de la cantidad de cosas que se traen de allí. Raro es el que va a Fitur y no se vuelve con un regalito.
Pero a la hora de la verdad, echando cuentas, queda claro que la mayoría de las personas que acuden no aportan ni soportan nada. No aportan negocio alguno y no soportan los gastos que conllevan estos berenjenales. Al final, allí los que realmente trabajan son los camareros y las azafatas.
Cierto es que en este tipo de historias es bueno que vaya el Alcalde y sus adláteres para echar la peoná y decir que esto es maravilloso aunque, siendo francos, los negocios y movimientos de paquetes turísticos que los turoperadores compran jamás pasan por manos ni comentarios de la gran masa que aniquila canapés en la planta cuarenta y tres de la Torre Espacio de la Castellana.
Hace un par de días, el malagueño común observaba atónico el baile de fotos en redes sociales que ilustraban el sarao que Málaga y Torremolinos ofrecían en Madrid a la industria turística. En fin. Allí en las fotos salían los mismos. Clavados. De un lado y de otro. Más azul que rojo –porque azul había una barbaridad- pero infinidad de azules. Unas caras de bienestar. Una alegría. Una sonrisa. Ojo. Que no digo que haya que trabajar triste, válgame el Señor, pero todo apuntaba a que la labor no era ardua.
Y en otro lugar de la ciudad, mismo panorama pero con acento distinto. Torremolinos. Un año más –así lo cuentan los medios- se celebró la tradicional cena del pescaíto –suena a Abril- con la que el munícipe por antonomasia celebra el desembarco en FITUR y busca hacer negocio. Ojo con esto. ¿Alguna vez han visto fotos de esa fiesta? ¿Alguna vez han observado qué personas-jes pululan por allí? Hagan el esfuerzo y véanlo. En los últimos años por esa fiesta han pasado personalidades que, con creces, contribuyen al mercado turístico como pueden ser: José Manuel Parada, Marujita Díaz, Moncho Borrajo, Concha Velasco, cantantes de Copla de hace veinte años, Encarnita Polo, Remedios Amaya, etc. ¿?
A ver. Que no digo yo que esto no tenga sentido –en realidad sí lo digo-, pero puede ser que, en la situación actual en la que la gente roba yogures, este tipo de eventos rocen la grosería y se justifiquen con el bien común, la mano que nos da de comer y todo ese tipo de frases hechas con las que nos martillean a diario.
Qué duda cabe que el turismo es la base de gran parte de la industria en Andalucía y casi su totalidad en Málaga y su provincia pero todo hace pensar que, aprovechando que pasa el tren, más de uno, de dos y de tres se montan en sus vagones para echar el rato, invitar a tus colegas o admiradores o sencillamente juguetear a ver quién tiene mayor poder de convocatoria en una noche así.
Igual podrían reflexionar sobre la posibilidad de que, a la hora de la verdad, este tipo de eventos no hacen sino desmejorar la imagen de Andalucía, Málaga y su provincia. Y es que “dar de comer” pescado frito a gente que un señor considera que son VIP no es promocionar una ciudad. Y menos aún si no lo pagas tú. De sobra son conocidas las empresas locales que acuden a Madrid para esta feria y se dejan los cuartos para que la gente pruebe y saboree nuestra tierra. Eso sí es trabajar por Málaga. Porque el trabajo es esfuerzo. Y el esfuerzo un coste. Y ese coste te lo comes tú.
Pero si de lo que se trata es de transmitir que para que te compren hay que tratar muy bien a los que tienen el maletín –que no digo que no-, pueden intentar invitarlos a Málaga con toda su familia –abuela incluida-, que ni con esas será más caro que FITUR. De lo contrario, seguirá siendo lo que parece que es. Una oportunidad para que caigan platos de jamón disparados con pólvora ajena.
Y encima, allí también, siguen con la misma cantinela cultural. Qué raro todo. Yo tengo la clave para el año que viene. Lo primero será cambiar el nombre. Se llamará FRITUR. Por el tema del pescado frito. Y lo segundo será poner un cartel que ponga “Cultura Malagueña” y a su lado una maquina de vapor en funcionamiento. Para el tema del humo. Que es lo que se está vendiendo.
Viva Málaga.