Se decía antes que si tu esquela no salía en el diario ABC, no te habías muerto de verdad. Algo parecido a esto sucede en Málaga y es que, si los periódicos de la ciudad no anuncian tu desaparición, realmente es que tu negocio no valía un duro.
Ahora se ha puesto de moda en la ciudad hablar del asunto de las rentas antiguas. Qué follón. Resulta que son muchos los negocios del centro histórico que han mantenido las puertas abiertas mientras han disfrutado de rentas bajas por sus locales comerciales.
Son distintos los grados ya que hay comercios que pagaban como si vivieran en 1986 y hay otros que abonaban rentas propias del año en el que Ana Botella entraba en el Palacio de la Moncloa. Sea cual sea el caso, sí es cierto que han tenido ese privilegio entrecomillado durante el tiempo que han podido.
Teniendo en cuenta que el centro se cae a pedazos, ha llegado un momento en el que los propietarios de los edificios –que también los quiere Dios-, han tenido que comenzar a rehabilitar sus plantas –con su correspondiente inversión-, para que el Ayuntamiento no les meta un paquete a modo de multa o permitiendo que se les cuelen un grupo de okupas camuflados de luchadores de la cultura y la igualdad.
El resultado es que a la hora de poner patas arriba los edificios, los dueños deben asumir costes y re ordenar sus alquileres. Si ellos se ponen al día por el artículo treinta y tres, sus inquilinos también deben hacerlo ya sean personas mayores, despachos profesionales o románticas tiendas del siglo pasado.
Qué pena más grande sienten muchas personas –yo el primero- al observar cómo comercios clásicos del centro dicen adiós. Casos hay miles como Pérez-Cea, Morales, Aparicio en Los Mártires -Yo soy más de Tejeros- o el Orellana.
Y resulta que cada vez que encuentro un cartel de “Liquidación por cierre” en alguno de los comercios clásicos de Málaga me entran los siete males. Me apena y dan ganas de entrar a comprar lo máximo posible para que no la cierren.
Me gustan las tiendas antiguas de Málaga. Me gusta la mercería Torre con sus cuadros de Semana Santa al llegar la Cuaresma. Soy fan absoluto de la casa del Guardia y su vitrina de “marisco” aunque sea malísima y nada tenga que ver con lo que fue. Pero es bonito, divierte y se convierte en el clavo ardiendo al que uno se agarra para soportar como puede este goteo de penurias en el que se ha convertido Málaga y su historia. Pero es posible que nos equivoquemos al buscar al culpable.
Es inevitable pensar en los malos de siempre para culpabilizarlos de esta pérdida: El Ayuntamiento. Sí. Pero es normal. De cada diez trastadas relacionadas con la pérdida de identidad que se suceden en la ciudad, nueve son responsabilidad de ellos y la restante no se sabe-no contesta.
La cuestión es que analizando esta situación actual de los comercios y sus rentas antiguas, da que pensar y mucho que nadie, salvo un elemento, pueda ser el culpable real de este hecho. Por un lado está el dueño del edificio, que con razón y lógica, pretende arreglar su inmueble y ganar el máximo de dinero posible con él. En el otro lado se encuentra el comerciante que, a duras penas, consigue mantenerse pero que, si le suben el alquiler, no tiene ni para pipas y acaba cerrando. De observador se encuentra el Ayuntamiento y/o la Junta de Andalucía que desde fuera sólo pueden intentar mediar y poner dinero del saco de todos para pretender poner la diferencia que se les vienen encima a los de las tiendas –bien hecho- y apurar al máximo los tiempos. Hasta ahí los actores implicados.
Pero queda un actor más. El que más se lamenta pero menos hace. El que más critica pero menos actúa. Sí. Es él. Es el malagueño.
Parece mentira que tengamos que leer a diario los golpes en el pecho de infinidad de personas de la ciudad por el cierre de una papelería o el local de un afilador pero que jamás los pisen para nada. ¿Cómo pretende un negocio subsistir si, además de subirles las rentas, tienen que competir contra una ciudad que camina de la mano de las franquicias y las baratijas de plástico?
Es de cajón. El mayor enemigo de Málaga no es el Ayuntamiento ni la Junta ni los Sevillanos que no boten ni nada. No. El mayor enemigo de Málaga son los propios malagueños. Ciudadanos entumecidos que son capaces de culpar a Obama del cierre de una tienda de sombreros a la vez que se ríen de la gente que viste de corto en Feria pero pierden el trasero por un gorro de cartón que se pone una mujer vestida de pilingui en una foto de una franquicia que tribuna en Arabia y fabrica en Bangkok. ¿Qué quieres malagueño? ¿Qué los negocios clásicos se mantengan por arte de magia?
Pero es más sencillo aún. ¿Acaso en las tiendas clásicas que hay en Sierpes, Las Tendillas o la Alcaicería tienen rentas de 1914? No. Igual es que allí la gente sí que compra. Y puede ser que allí se proteja ese tipo de comercios y se promueva que el turista entre al bar de Pepe antes que a la Franquicia de John. Pero Málaga ya no es así. Aquí el guiri lo tiene todo empaquetado, envasado, transportado y recalentado. Desde la tortilla hasta el museo. Málaga al microondas.
Por nuestra culpa yo ya no puedo comprar calzoncillos y calcetines en Pérez-Cea y tengo que ir al Corte Inglés– Por nuestra culpa, cada vez tenemos un centro más acorralado por tiendas prefabricadas. Pero claro, es lo que pasa, que ponen una madera en un local de calle Larios porque van a abrir una tienda de nosequé y dáis palmas con las orejas. Y qué pasa. Que llega una maquinaria de la quinta puñeta a abrir una tienda que vende todo a euro y medio y apoquina lo más grande para que lo cuenten todos los periódicos. ¿Y contra eso qué hacemos? ¿Con un cartelito pagado por el Ayuntamiento que ponga “Compre en su comercio de toda la vida” tenemos suficiente? Yo diría que no. Yo apostaría por afirmar que esto ya nos lo hemos cargado. Que no nos queda otra y que lo más inteligente será aprovechar los negocios buenos que quedan. Esos a los que llegas y das las buenas tardes.
Pero que sí. Que sí. Que la culpa es de Podemos, de los sevillanos y de Canal Sur. Nuestra no es. Que nosotros apostamos por el comercio tradicional. Aro que cí.
Viva Málaga.