Llega la fiesta del verde y rojo. Del jaja jiji. Del gorrito de Papa Noel. Y yo, no puedo con ella. Málaga asume esta fiesta como una de las más grandes del año. Es difícil pensar en otro momento en el que el consistorio se vuelque de manera tan intensa en algo en comparación a la Navidad.
Debo ser una muy mala persona anti malagueña pero a mí no me gustan las decoraciones navideñas. No me atrae calle Larios en Navidad. Si bien hay que reconocer que estamos a la cabeza de este tipo de shows y que vienen de otras ciudades españolas a aprender, he de reconocer que a mí no me agradan ni un pelo.
Que Málaga es bella en Navidad es algo notorio. Calle Larios este año ha dado un salto más y de día parece que va a llegar la Virgen del Rocío vestida de Pastora a Almonte. Pero al caer el sol se conforma un gran pasillo de salón iluminado con medio mundo danto paseos. Pasear. Qué cosa más insulsa. “¿Gorda, cogemos los carros de los niños y nos damos un paseíto por el centro para ver las luces?”. Sí. Esa frase se repite una y otra vez en las casas de nuestra ciudad. Pero no me queda claro qué hacen esas personas. Qué fuerza interna las hace movilizarse para pasear. Su hora de cola en uno de los económicos –ja- aparcamientos municipales, su montaje de cochecitos, y su discurrir a cero coma dos kilómetros por hora por el centro. ¿De verdad eso es bonito? ¿Ahí se consigue algo? Lo dudo.
Málaga tuneada es muy bonita. Pero como todo. “ Las mujeres guapas lo son con la cara lavada. Sin pintar. Con el pelo recogido y hasta con churretes. Las mujeres guapas luego son viejas hermosas. De las que pierden pintadas y arregladas. Málaga es una mujer vieja que se lava la cara pero no se arregla. Ella es guapa. Puede permitírselo. No quiere enseñarse artificial. Nunca ha conseguido transmitir. Quisieran que fuese lo que no es. Málaga es una mujer vieja que con la cara lavada transmite categoría. Hay que lavársela solamente. No la pintes. Que ella no quiere y no lo agradece. El secreto de la ciudad está en sus arrugas. En sus manos curtidas de agarrarse fuerte para no dejarse arrastrar por quien la quiere arreglar “por mejor”.
Ella va a seguir aguantando. Mirándonos. Con la sonrisa cómplice de quien espera que le hagan caso. Pero sin aspavientos. Aunque esté muriendo poco a poco. Es Málaga”.
Pero en Navidad se falsifica. Se endulza un rostro resquebrajado. Y se aparta la cara del fin de año más triste. Yo estoy en contra de asumir las miserias ajenas y no poder disfrutar de los logros personales. Pero, en esta obra común, sí que es cierto que habría que darle una vuelta a las celebraciones navideñas.
No queda claro si el desembolso importante en luces y adornos navideños reporta grandes beneficios a los comercios. Tampoco queda claro si los negocios que se benefician, reportan su dinero aquí. Teniendo en cuenta que el noventa por ciento de las tiendas de calle Larios son franquicias que tributan en la Conchinchina, hace pensar que realmente aquí hace poco efecto positivo.
La Navidad es, a partes iguales, emoción y lamento. Reflexionemos para los años venideros y animemos a nuestros mandatarios a expandir ese halo de felicidad a la Málaga real. Desde el propio centro, se puede trabajar expandiendo la luz a las zonas más deprimidas y olvidadas. No sé por qué, pero me parece más lógico iluminar a los malagueños que no a los luminosos de los de fuera.
Calle Larios con nada que le pongas ya es bonita puesto que lo es desde el día en el que se construyó. Ha llegado el momento de decir basta. Que no es necesario ese despliegue ni ese gasto para nada. La ilusión de los niños está en las cabalgatas y las de los mayores en poder pagar las facturas. Que la luz alegra, sí. Pero hay muchas maneras de iluminar.
Hace una semana tuve la oportunidad nuevamente de visitar a las Hermanitas de los pobres en su Asilo de la carreta de Cádiz. Allí, como en muchos otros lugares de la ciudad, se cuidan a personas con escasos recursos. Ahí, no cabe duda, hay que llevar más luz que a cualquier otro espacio de la ciudad. Ya habrá tiempo de celebrar. Ya habrá tiempo de dar de lado al que lo pasa mal porque uno también tiene derecho a disfrutar. Es cierto. Pero nuestra ciudad lo está pasando mal. Muy mal. Y en los Asilos como el de los Ángeles al igual que en el de las Hermanitas falta de todo. No hay comida. No hay ni para una sopa hecha con una pastilla de avecrem. Pero hay gente que se está moviendo sola y hace por que funcione.
Por favor, vamos a iluminar de la manera que sea a las personas que está sin luz.
Asilo de las Hermanitas de los pobres. Asilo de los Ángeles. Ángeles malagueños de la noche. El banco güeno en La Palmilla. La fundación Corinto. Cáritas Diocesana. Las obras sociales de las cofradías. Las instituciones y fundaciones. Cruz Roja y un infinito más. Por favor. Ayudad. Es fácil. Solamente hay que dar comida o dinero. Y ni con esas se solucionará el problema. Pero al menos, y pasando una gran vergüenza, habrá gente que esta navidad pueda tener una cena digna. El ejemplo lo tienen en Pollos San Juan, en pleno centro junto al mercado central. Y es que aquí, un año más, puedes pagar una cena a base de pollo asado y tortilla para que muchas familias tengan una nochebuena digna.
Imaginen la cara de alguien que hace un año estaba bien y ahora va a recoger comida que otros pagamos para que en su casa sus hijos sientan menos el golpetazo de la vida. Pues imaginen si no hay ni eso. Es grotesco.
Que la culpa no es nuestra es evidente. Ni tampoco es de quien pone las luces de colores en calle Larios de manera ostentosa. Ni mucho menos.
Pero podemos hacer algo. Más de la cuenta. Ya ni vale un paquete de arroz. Ahora por lo menos hacen falta tres. El esfuerzo real se nota porque cuesta trabajo desprenderse de las cosas. Ayuden. Y ayuden hasta que les cueste trabajo. Ahí habrá comenzado el favor real.
Málaga es buena y sus gentes caritativas pero hay veces que no saben donde ir. Lleven comida y dinero a los sitios que arriba he nombrado. Tan sencillo y tan útil.
Por favor. Que somos hermanos. Y puede pasarte a ti.
Viva Málaga.