García Caparrós y la nada

3 Dic

LVMM
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Nos estamos independizando de Andalucía. Los propios andaluces, los malagueños, estamos caminando –guiados no se sabe bien por qué o quién- en el sentido contrario a lo que representa una tierra tan genuina como lo es Andalucía.

Hoy estamos de aniversario. Efeméride de la jornada en la que la mayoría de los malagueños –y la representación de todas las fuerzas políticas que aún perviven- salieron a la calle para pedir públicamente la autonomía de un pueblo y que ésta fuera de primera categoría.

Fue el día de las sorpresas. La mañana de dar la cara, la tarde de dar la espantada y la noche de dar la espalda. Mataron a Manuel José García Caparrós y aún no sabemos quién pegó el tiro, si alguien ordenó hacerlo y dónde está a día de hoy. Es más que probable –por cálculos sencillos de calendario- que en este momento, el ejecutor y los responsables de la muerte de un muchacho estén descansando en su sofá, pegados al brasero y viendo la tele. Puede que hayan muerto y que sus restos reposen en un nicho de Parcemasa con su lápida grabada y la Virgen seriada pegada para siempre. Sea como fuere, y a falta de un milagro informativo, todo apunta a que la muerte de este joven seguirá siendo un enigma por desidia de unos e interés de otros.

Dicen que hay momentos en los que es mejor no remover rencillas del pasado. Pero qué cosas, que siempre apoyan esas teorías los que tienen su carne bien guardada y reposando para siempre. A mí me sigue llamando la atención la historia de la muerte de Caparrós. Un hecho lleno de interrogantes y que, por mucho que quieran algunos, no sucedió hace tanto tiempo.

Les recomiendo el libro de la Secretaria Judicial, Rosa Burgos, al respecto de la muerte del trabajador de Cerveza Victoria. Es realmente desalentador asumir que una injusticia de tal magnitud quede impune para los restos. Y más aún cuando la mayoría de las fuerzas políticas caminaban de la mano en la misma dirección. Fue una manifestación histórica. Y ya estaba allí el Alcalde. Sí. Ese señor al que se recurre a la hora de sacar su pasado tardofranquista e intentar hacer daño por el flanco más débil pero que participó apoyando la autonomía de las tierras Andaluzas como todo el mundo –calma rojillos de muelle en el trasero-.

Ahí pues, está una de las claves de este suceso y es que los únicos que no participaron y apoyaron aquellos movimientos sociales fueron unos grupúsculos muy ladeados hacia un extremo y de los que, a día de hoy, aún se huelen las cenizas de sus últimas lumbres.

Señalar está feo. Pero también lo está pasar por alto las historias y hechos que hacen de Málaga una ciudad con un pasado histórico riquísimo a la hora de comprender cómo un pueblo fue capaz de asumir injusticias y seguir un proyecto común. Un pueblo pero no pasado. Un pueblo presente puesto que en 1977 eran muchos los presentes que aún circulan por las calles de nuestra ciudad.

García Caparrós, con mucha probabilidad, no fue más que un muchacho con mala suerte. No hizo nada. Si no hubiera aparecido aquél día, todo se hubiera desarrollado con total normalidad o sería otro pobre el que hubiera recibido el disparo de aquel granuja. Pero no había trasfondo. Únicamente se encontraron el hambre con las ganas de comer. Y de ahí florecieron mil y un sentimientos que, a día de hoy, se mantienen en la cabeza de algunos andaluces comprometidos con esta tierra y de algunos otros comprometidos con el paripé.

Pero algo es evidente. García Caparrós no murió por Andalucía. No son necesarias las poesías heroicas ante un hecho infame a secas. Pero sí sucede que su muerte fue el ingrediente principal de una olla que aún sabe bien. La de las personas que quieren ser andaluces por encima de todo.

Yo no me puedo posicionar porque no sé ni qué pienso. Pero está claro que, huyendo de catetismos provincianos, Andalucía merece mucho la pena. No hay que compararse con nadie. Está feo. Pero aquí se vive bien, se respira fácilmente y hemos aprendido a convivir con nuestro el gran enemigo del andaluz: el propio andaluz.

Hoy es un día para reflexionar al respecto del futuro de nuestra tierra. Es la jornada en la que uno piensa en los que siguen apostando por personas del todo incapaces para gobernar Andalucía aún a sabiendas de que no lo van a conseguir. Es el momento de plantear si aquí sería posible manejar a la gente como sucede en Cataluña. No queda claro si aquí no nos movemos del tiesto porque estamos bien o porque no tenemos ganas de pensar. Hoy toca meditar sobre las contradicciones de los andaluces que se envuelven en la bandera de las tradiciones y el folklor pero que reniegan de la verdiblanca y nuestro himnos. Andalucía es fantástica y su desarrollo varía entre lo bueno y el desastre según el momento.

Ahora pega decir que ojalá García Caparrós estuviera vivo para contemplar cómo nuestra tierra ha evolucionado tal y como él soñaba. Pero volveríamos a la poesía, las suposiciones y lo irreal. No sabemos el nivel de compromiso de Manuel pero sí que tenemos entre las manos el personaje y la figura construida por todos en base a la historia de uno de los malagueños más ilustres de la historia contemporánea.

Yo imploro la figura del García Caparrós dibujado por todos con los óleos de la ilusión por una tierra, el compromiso del andaluz por el trabajo y el sentimiento cabal de quien no permite que se rían de uno si el primero en hacerlo no es él.

Adoro Andalucía. Pero por una bandera no voy a pelearme con nadie aún teniendo la victoria asegurada. Por eso hoy celebro que los que nos trajeron hasta aquí y aún nos acompañan en este camino por Andalucía tuvieron la capacidad suficiente para montar un engranaje con todos los colores porque hacía falta andar.

Pero hay momentos en los que parece que ya no queda nada de todo lo trabajado por un pueblo entero. Que nos han despistado, que nos hemos acomodado y que la historia del cuatro de diciembre –aún edulcorada- nos importa tres pepinos.  García Caparrós y la nada en una misma calle con unos pocos años de diferencia.

Pero por si acaso, yo celebro un año más mi admiración absoluta porque los que levantaron la mano diciendo que eran andaluces. A día de hoy, más de un papanatas sigue convencido de que aquél tipo al que mataron era un rojo malo.

Gracias a Dios, el antídoto para los tontos está al alcance de todos: leer.

Viva Málaga y viva Andalucía siempre.

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