Que resulta que Plaza Mayor, el centro comercial, va a ampliar sus ya ampliadas instalaciones. Revoloteo de prensa. Todos. Oh, qué maravilla, más tiendas. ¡Lo que queríamos! Y pasan unos días y sigue el asunto. Oye, que no. Que vamos a ampliar la ampliación ya ampliada con otra nueva ampliación. Y venga tiendas. Y toma. Y más comercios. Y venga franquicias. Una. Dos. Tres. Ochocientas mil tiendas. Que no se quepa de tantos centro comerciales. Y venga a ampliar. Tira millas. Expande. Venga ahí los valientes. Y otra obra. Y más parcela. ¿Qué llegamos a calle Larios? No importa. Mete ahí tiendas. Hombre ya. Que no falten comercios con sus puertas automáticas y toda la pesca. Ya está al llegar un barco de esos gigantes para traer la cantidad enorme de rollos de papel de las cajas registradoras que van a hacer falta.
En convoy vendrán las miles y miles de camisetas negras apretadas que harán falta para las dependientas de tantísimos mostradores como se van a montar. No veas. Qué berenjenal. Según los datos que aportan, millón arriba millón abajo, estas ampliaciones van a suponer la creación de unos chopocientos mil quintillones de puestos de trabajo. Viva. La gente arremolinada en las puertas de los centros comerciales dando currículums como los niños que entregan su carta a los reyes magos. Una maravilla oiga. Y unos días antes otra noticia. Que resulta que van a abrir unas tiendas que son el recopetín. Que vale todo muy poco dinero y hay un sinfín de productos. Los vellitos de punta solamente de pensarlo. Era la noticia que esperábamos todos con ansia. Nuevos centros comerciales. Oh sí.
No sé yo los gobiernos por qué no arreglan las cosas de una vez. Tanto lío para solucionar el paro y resulta que en Málaga ya se ha descubierto cómo. Poniendo centro comerciales. Facilísimo. Eso coges, te vas a Burundi o Etiopía y montas allí unos cuantos centros comerciales y listo. Ventilado el problema. Por lo visto a la gente que se acerca a las grandes plazas de franquicias les crece el dinero del bolsillo con un sistema nuevo que hay patentado y ya vas comprando y generando empleo y riqueza. ¿Acaso hay algo de sospechoso que el de la tienda te diga que es bueno que monte su tienda? Pues eso.
O no. O igual es todo una pantomima más que hace que Málaga sea la ciudad más pervertida de España en cuanto a franquicias y centros comerciales por metro cuadrado y habitantes. ¿De eso no se habla? ¿Y del comercio clásico? ¿Y de cómo palman todas las tiendas tradicionales porque frente a ellas te plantan un sitio de esos de ropa de plástico que te machaca y revienta? ¿Desde cuándo es mejor que una ciudad tenga mil comerciantes propietarios de un negocio a mil cajeros ochocientoseuristas? ¿Eso es progreso o es penuria?
Pero la pregunta importante que hay que plantearse es ¿Dónde está el Ayuntamiento de Málaga para proteger a quien no tiene más que un jornal que gana con el trabajo en su propio comercio en el centro? ¿Dónde está el apoyo y la ayuda para quien tiene que luchar contra la especulación inmobiliaria y las multinacionales agresivas? ¿Quién ampara a quien no puede pagar un gabinete de prensa que revista de maravillas lo que en realidad es una explotación suprema de una ciudad? Pues les voy a contar una historia.
En el año 1936, en un local pequeño del Pasaje de Chinitas, abrió sus puertas un artesano. Un afilador. Don José Ocón. Desde aquel año y hasta el día de hoy de manera ininterrumpida, tres generaciones han prestado sus humildes, sencillos y no por ello menos necesarios servicios. Por este lugar han pasado gentes de todas clases sociales en busca de un cuchillo para la carnicería, unas tijeras para la costura o un puñal de montería con sus filos en perfecto estado.
El local, minúsculo, alberga unos grandes murales con imágenes de malagueños ilustres. Sí. Decenas de fotografías con su pie en el que aparecen caras típicas de nuestra sociedad que, Manuel Ocón padre, fue colgando en sus paredes para construir un muro que ilustraba el alma de una ciudad profundamente culta pero que no siempre reflejaba una riqueza de cultivados.
Así llegamos hasta el día de hoy, 78 años después, el mismo local, las mismas puertas de 1936, el mismo motor de medio caballo de potencia que hace girar la piedra en la que Manuel continúa afilando los cuchillos de media ciudad. En el corazón de Málaga y con la visita constante de clientes y amigos que comparten con él una charla y medio cigarrillo.
Y aquí llega la escoria de nuestra tierra. Aquí llegan las ganas de promover la cultura falsa de esta ciudad. El afilador del Pasaje de Chinitas debe abandonar el local que es su casa. Sí. El edificio en el que se encuentra va a ser “rehabilitado” y el propietario –con el amparo municipal- invita gentilmente a que abandone su espacio de trabajo. Por suerte, Manuel es un señor responsable y raudo y veloz ha encontrado a pocos metros un localito en el que seguir con su labor artesana. Pero… ¿Y esas puertas? ¿Y el sabor de un lugar que lleva décadas haciendo historia? ¿Por qué no se mantiene el sitio? ¿Por qué no respetan el local y hacen sus obras sin destrozar un lugar de culto para los malagueños? ¿Por qué en esta ciudad vale más la especulación y conseguir un local enorme para engordar las arcas de una franquicia madrileña que mantener lo propio?
¿Eso es proteger Málaga y su historia? ¿Permitir que destrocen la casa del afilador del Pasaje de Chinitas es hacer las cosas bien? ¿Pasaría lo mismo si se tratara de una gran multinacional o una franquicia? ¿No se les cae la cara de vergüenza por permitir que un negocio fundado en 1936 tenga que mover sus muebles a estas alturas de la película?
Ya mismo los extranjeros cuando tengan que hacer una foto a algo típico de Málaga tendrán que retratar un libro o una postal porque de lo puro cada vez queda menos.
Aún estamos a tiempo de hacer algo para que nuestra ciudad mantenga con dignidad y en su sitio un espacio único y singular. De lo contrario volveremos a ver cómo se nos escapa la historia propia para dar por perdida la batalla ante el forastero que viene a exprimir nuestra tierra como si de una naranja se tratara.
A esta ciudad la están pasando a cuchillo y destripan su identidad a marchas forzadas. Qué lástima más grande.
Viva Málaga.
Estoy casi en su totalidad de acuerdo, es una pena que no se mantenga o se potencie la permanencia de negocios históricos mediante algún tipo de ayuda económica o burocrática siempre que el comercio sea medianamente solvente y no sea un pozo sin fondo pues es la esencia de una ciudad y lo que la hace distinta a la ciudad de al lado.
En este caso el propietario del edificio ya echó hace mas o menos un año al que regentaba la cuchillería Valero (otro comercio histórico) que hacia esquina en el mismo pasaje el cual tenía algún mes de atraso de alquiler pero al que invitaron a marcharse por unas obras que inmediatamente iban a comenzar y las cuales aún no han comenzado pero en su lugar en ese mismo lugar han colocado una apestosa barca y ese local alejo se ha convertido en un salón cutre a mas no poder donde el bar de turno ha colocado unas mesas para que coman los guiris pescaito frito.
En lo único que no estoy de acuerdo es en la honorabilidad del afilador que según me cuentan no es ni la sombra de lo que fue su padre, más que clientes tiene amigotes que están allí tomando cervezas a todas horas, gritando y soltando tacos de todos los colores. Una auténtica vergüenza cuando lleva 5 cervezas es escucharlo ( porque habla a gritos) contarle a sus amigos las maravillas que hace con su esposa en la cama o lo mal que le va todo insultando al mundo.